USA 2016 131 min.
Dirección Sean Penn Guión Erin Dingman Fotografía Barry Ackroyd Música Hans Zimmer Intérpretes Javier Bardem, Charlize Theron, Adèle Exarchopoulos, Jean Reno, Jared Harris, Sibongile Mlambo, Denise Newman, Oscar Best, Zubin Cooper, Sebelethu Bonkolo, Hopper Penn Estreno en el Festival de Cannes 20 mayo 2016; en España 27 enero 2017
Sean Penn no ha tenido mucho éxito como director. Éste su quinto largometraje, tras la fría acogida que tuvieron los dos que protagonizó Jack Nicholson y el ultimo, Into the Wild (Hacia rutas salvajes), desde su estreno en Cannes no ha podido cosechar peores críticas. De momento solo se ha estrenado en Francia y en nuestro país, y no tiene fecha de estreno ni siquiera en Estados Unidos. Puede que Penn no destaque como director, pero se nota que dentro y fuera de la industria, en su vida personal y profesional, tiene las cosas muy claras. Siempre ha sido alguien muy comprometido, al igual que la pareja protagonista de esta dura crónica, Charlize Theron y Javier Bardem. Nadie puede decir de ellos que sean tan frívolos como para no comprometerse y responsabilizarse en algo tan cruento como lo que cuenta esta necesaria película. Desde la atalaya que nos proporciona vivir en este tercio del Mundo privilegiado es fácil tildar de pornográfico lo que otros hacen para si no mejorarlo al menos denunciar lo que es infame e inaceptable. No tenemos altura moral ni para reprocharle ni para censurarle que lo haga con toda la crudeza posible. Bardem y Theron viven una historia de amor tan intensa como tenso es el ambiente en el que se desarrolla, en medio de las cruentas e interminables guerras que minan y desangran el continente africano, en este caso muy en especial Liberia. No se trata más que de la herencia de occidente, que descuida su educación mientras alimenta su voracidad armamentística, y de forma tan hipócrita como humanista sufraga lujosas oficinas en Europa y Estados Unidos con el pretexto de organizar ayuda y remedio a toda esa miseria e inmundicia que otros tragan. Profesionales de la medicina y del voluntariado humanitario se juegan continuamente la vida, y a esas personas va dedicada esta terrible crónica sobre la crueldad más extrema y el daño que provoca en millones de seres humanos, con especial hincapié en la inocencia de los más jóvenes y débiles. Cierto que la generosidad también es vocacional y adictiva, una bendición para quienes se sienten preparados para extenderla, pero eso no la hace menos meritoria o válida. Triste, melancólico y terrible, así deja el cuerpo esta película que no ahorra dureza, aunque a todas luces la realidad sea mil veces peor que lo que Penn se atreve a mostrar; y aún así lo llaman pornografía. Creía que eso era algo que daba placer, como a quienes les gusta pasar miedo en una película de terror. Pero disfrutar con esto, lo dudo; poco hay de pornográfico en el sufrimiento y el dolor de quienes luchan por no padecerlo, quienes pierden a sus hijos y sus madres, quienes padecen la crueldad extrema de quien imita comportamientos del mundo supuestamente civilizado, sin entender el alcance de lo que hacen. Y en medio de todo ese horror explícito y nauseabundo, dos personas se conocen, se enamoran intensamente y pelean por entenderse y respetarse. Penn no sacrifica el glamour y atractivo que tienen sus protagonistas y les da oportunidad de lucirlo, especialmente ella, con localizaciones también en nuestro civilizado mundo, sus cenas, homenajes, conciertos y buenas viviendas que hacen aún más incomprensible que en pleno siglo XXI exista todavía tanto sufrimiento en gran parte del globo, aunque no nos lo cuenten tanto como lo que ocurre en Oriente Medio y en nuestras ciudades cuando las atacan. Penn lo denuncia, se esmera en reflejarlo y le atacan. Bien, será que su actitud es execrable, no como ese señor que hace comedias gamberras que se llama Judd Apatow y que ha reescrito la historia del cine americano. No es Penn quien se toma esto a la ligera, sino quienes lo juzgan.