Teatro de la Maestranza, martes 28 de noviembre de 2017
Como era de esperar, el arranque de los fastos para celebrar una efemérides tan importante como es el cuatrocientos aniversario del nacimiento de Bartolomé Esteban Murillo, apenas tuvo repercusión mediática fuera de nuestras fronteras locales. Suponemos que quienes tienen la obligación de dar difusión al evento y que éste produzca rédito también entre la afición a la cultura, el arte y la música, fuera de aquí, no entienden muy bien en qué consiste su función. Así se dilapida el presupuesto que todos y todas generamos con nuestro tiempo y esfuerzo, sin dar repercusión ni vida a lo que tanto cuesta más allá de la agenda local. Al fin y al cabo, para promocionar la ciudad en el extranjero están los costosos viajes con dietas que tanto cuestan a toda la ciudadanía. A veces son trabajos fáciles, rápidos y efectivos los que se desprecian, como esa reiterada falta de atención por parte de los responsables del Festival de Cine Europeo respecto a la cobertura del certamen en IMDB (Internet Movie Data Base), hoy en día el instrumento de trabajo más utilizado entre el personal que se dedica directa o indirectamente al cine. Apenas un pequeño porcentaje de películas que tienen su estreno mundial o nacional a propósito del festival, cuentan con reflejo de ese detalle en dicha base de datos, una ausencia que podría subsanarse con un poco de voluntad y trabajo. En fin, ni rastro de la inauguración del Año Murillo en medios audiovisuales nacionales, apenas en los escritos.
Algunos y algunas de quienes aparecen en la foto estuvieron también presentes en este concierto conmemorativo |
Arrancar los actos conmemorativos que se sucederán a lo largo de todo el 2018 con un concierto de música barroca y renacentista afín a la época y el lugar en el que desarrolló su vida y obra el pintor sevillano, es sin duda un acierto. Da glamour a la cita, si bien una vez más se despreció el perfil protocolario del asunto, sin discursos ni presentaciones, como si de un concierto más se trataray, lo que es peor, desnudando de intención el programa primorosamente diseñado por Jordi Savall para la ocasión. En inglés hay una expresión, Music and meaning, que alude al significado y la intención que puede subyacer en una partitura, y su posición para ilustrar o llenar de contenido un pensamiento, personaje o situación concreta. Savall, fiel a un proceso de trabajo que se ha convertido en habitual a lo largo de su carrera, fundamentalmente en los últimos veinte años, elaboró un recorrido por la vida de Murillo a través de músicas sacras y profanas más o menos de la época, que fue desgranando con la ayuda proverbial de sus dos magníficas y más representativas formaciones, Hespérion XXI en la parte instrumental, y La Capella Real de Catalunya en la vocal. Regresó así al ámbito musical que le ha reportado más popularidad y categoría, después de coquetear con la música mestiza y de fuerte componente étnico en su último trabajo discográfico, Las rutas de la esclavitud, donde a veces resulta difícil distinguir lo nuevo de lo arcaico, entre músicas africanas y sudamericanas de idéntica estética a la que hoy inundan las salas de fiesta de todo el mundo.
En su comparecencia sevillana la música estuvo diseñada según un guión que, sin embargo, al público le resultó difícil de seguir, pues ni hubo narrador, tantas veces utilizado por el violagambista catalán en conciertos de este tipo, ni luz suficiente en la primera parte para seguir las notas en el programa que acompañaban cada pieza, ilustrando cada momento concreto de la vida del pintor. Algún responsable debió darse cuenta del detalle durante los canapés del intermedio, y en la segunda se dejó suficiente luz en la sala para facilitar la lectura. No obstante, la penumbra facilita la concentración, por lo que quizás lo más recomendable hubiera sido proyectar sobre el fondo desnudo del escenario los textos vertidos en el programa.
Lucía Martín-Cartón |
De cualquier manera, Savall revalidó su perfecta comunión con un público que le profesa admiración absoluta, labrada con mucho esfuerzo y dedicación, y con un trabajo diario incansable y entregadísimo a lo largo de su dilatada carrera. Él es una autoridad y sus acompañantes también, entre ellos rostros tan familiares como el del tenor Lluís Vilamajó, uno de los que más disfrutaron con el encuentro, el contratenor David Sagastume, el percusionista Pedro Estevan, el violagambista Sergi Casademunt, el guitarrista Xavier Díaz-Latorre o el arpista Andrew Lawrence-King; todos primeras figuras inmersas en una propuesta que persiguió en todo momento el preciosismo más absoluto, alternando piezas profanas (la célebre De los álamos de Sevilla, tan conocida para los habituales del Maestranza ya que acompaña los avisos del teatro, y que también sirve de banda sonora recurrente en la reciente película de Agustín Díaz Yanes, Oro) y sacras (la bellísima Missa Pro Defunctis de Joan Cererols que cerró el recorrido y la vida del homenajeado), con mención especial para la agilidad y expresividad con la que Savall abordó a la viola da gamba soprano las Glosas a la Inmaculada Concepción. Pero el conjunto resultó en todo momento demasiado bello, de sonido grácil y aterciopelado, impecable en su ejecución pero monótono en su resolución, a pesar de la diversidad de piezas concentradas. Y lo que es peor, falto de emoción más allá de su arrebatada e indiscutible belleza, a la que no fueron ajenas las hermosamente timbradas voces de la soprano Lucía Martín-Cartón o el tenor Víctor Sordo, además del muy entregado bajo Daniele Carnovich. Todo siempre dentro de una estética suave y aterciopelada, sin grandes contrastes ni algarabías, ni siquiera en la muy jovial chacona A la vida bona de Juan Arañés. Hasta las fanfarrias y marchas (Batalla gallarda de Samuel Scheidt, por ejemplo) se mantuvieron en ese tono general de elegancia y delicadeza, que no siempre se ajustó bien a los episodios narrados aunque disfrutaran de una interpretación técnicamente perfecta y del placer de contar en nuestro escenario con el incombustible Savall, que arrancó grandes aplausos incluso con su emotivo alegato por el entendimiento y el diálogo para solucionar, junto a la música siempre tan universal e integradora, los conflictos que tanto nos preocupan.