Soy consciente de que mucho de lo que he dicho en la crítica anterior, de la película I Care a Lot, puede resultar fuera de lugar, parecer que no tiene nada que ver con el film en cuestión, y que simplemente ha aprovechado para destilar algunas de las reflexiones que voy teniendo a tenor de lo que veo, y especialmente lo que no veo en los medios de comunicación. No me pasa solo a mí, somos cada vez más los que no encontramos ninguna información útil y relevante en periódicos, plataformas y televisiones. Se limitan a contar cada día lo mismo, bajo el mismo prisma y con interés periodístico nulo. Nada se cuestiona salvo lo evidente, mil veces que si Iglesias desconfía de que en España haya democracia plena, mil veces que si el Rey ha hecho esto o lo otro pero se va de rositas, como tantos, empezando por la Cifuentes, que parece que las dos desgraciadas profesoras de su falso máster quisieron hacerle un regalo, o un millón de veces los daños que ocasionan los altercados de Cataluña, Madrid y alguna otra plaza por el encarcelamiento de otro que dice lo que piensa, aunque sea de mal gusto y nos pueda parecer nauseabundo. Otra cosa es que este señor atente considerablemente contra la cultura, viendo el poco arte que tiene el pobre. Pero no hay nadie que indague el por qué de las cosas, por qué se llega a esto. Hay radicales y habrá quien se aproveche de la situación para robar y destrozar, pero repito, ¿por qué se llega a esto? ¿Nadie se lo pregunta? ¿Solo merecemos que una y otra vez se hable de los daños causados, lo que por otro lado es tan lógico como cuando en verano la noticia es que hace calor o que en 2019 había más turismo que ahora?
Pero es otra la razón por la que no me resisto ahora a escribir uno de esos artículos que se salen del tema que anima este blog, la música y el cine. Y es que llevo toda la pandemia observando que hay cosas de las que no se habla en los medios y son a mi juicio escandalosas. Conozco gente que viaja en avión a menudo, con su documentación en regla, y ni se la piden ni observan en los vuelos las medidas mínimas. Mientras en teatros y auditorios nadie entra sin tomarse la temperatura ni enjuagarse las manos con gel hidroalcohólico, en los aeropuertos españoles todo esto brilla por su ausencia. Para colmo han limitado considerablemente el flujo aéreo, de manera que es prácticamente imposible viajar de una a otra provincia sin pasar por Madrid, que como todo el mundo sabe allí no hay virus, el toque de queda es a las once, los cines y teatros están abiertos hasta tarde y las terrazas a rebosar; y por supuesto el índice de contagio es bajísimo. En consecuencia Barajas está lleno de gente, por mucho que los medios de comunicación digan lo contrario, y los aviones van atestados, no importa cuántas horas tengas que soportar a tu lado a una persona desconocida y quién sabe si infectada. Me dice una buena amiga que tuvo que viajar a Ucrania por razones familiares que no sufrió ningún control en España, ni en Sevilla ni en Madrid, y que no observó ninguna medida de seguridad en nuestros aeropuertos, pero que en Estambul, donde hizo escala, todas las medidas eran pocas, de control y de higiene, y que Turkish Airlines facilitaba a cada pasajero y pasajera una mascarilla por cada hora de vuelo.
Estas cosas no las cuentan nuestros noticiarios ni periódicos. Los nuestros se limitan a ensalzar unas fuerzas y cuerpos de seguridad que, al menos en mi caso, jamás vi operar cuando en pleno confinamiento tenía que ir, documentación en bolsillo, a trabajar en días alternos. Como tampoco dicen lo mucho que estos héroes de la pandemia cobran por las horas extras que dedican desinteresadamente por el bien de la sociedad, para paliar los efectos de la enfermedad. Y no digamos los trenes; los Aves han desaparecido entre provincias, ahora para viajar quienes no tienen más remedio han de compartir vagón más horas con gente desconocida a la que por supuesto tampoco se le ha pedido la documentación ni se les ha tomado como mínimo la temperatura en las estaciones. No digo que esto sea así siempre, pero les aseguro que sí en una mayoría de casos. Y los medios no dicen nada de esto, no denuncian lo que verdaderamente hay que denunciar, porque los verdaderos enemigos de la nación son los radicales que luchan en la calle porque están hartos.