Concierto de apertura del Curso Académico de la Universidad de Sevilla
Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Pedro Halffter, dirección. Programa: Sinfonía nº 4 de Mahler en versión para orquesta de cámara de E. Stein.
Miércoles 9 de octubre de 2013, Auditorio ETS Ingeniería
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Inmaculada Águila |
Mahler compuso su cuarta sinfonía unos años después de la tercera, y sin embargo la estrenó antes; resulta paradójica la mala acogida que tuvo en su momento, frente a la popularidad alcanzada más recientemente. Pero más curioso resulta aún el hecho de que fuera despreciada y devaluada por algunos críticos como música más apropiada para salones tipo Moulin Rouge que para salas de concierto, teniendo en cuenta que la versión ofrecida por Halffter y la Sinfónica en este ya tradicional concierto de inauguración del curso universitario fue precisamente la de cámara, para sólo catorce músicos, lo que le acerca más a esos salones de fiesta a los que hicieron referencia sus detractores. Un aperitivo frente a la versión original que interpretará dentro de exactamente un mes en la temporada de abono de la orquesta, este año especialmente centrada en el compositor bohemio.
La cuarta es en sí misma una reducción del estilo sinfonista que cultivaba su autor. Un punto de inflexión respecto a las otras tres sinfonías anteriores, más largas y densas. A su carácter pastoral hay que añadirle un sentido más agudo de las proporciones y en general un acabado más concentrado, con temas y estructuras más simplificadas, pero conservando esa ambigüedad e inestabilidad sentimental que caracteriza la obra de Mahler, entre sereno e irónico. Aspectos que quedan más acentuados en la versión para conjunto de cámara que realizó Erwin Stein dos décadas después de su composición por encargo de la Verein für Musikalische Privatauffuhrüngen (Sociedad para Interpretaciones Privadas de Música), por su detallismo y por entroncar con el universo de Schöenberg, de quien Stein fue pupilo.
El lied Das himmlische Leben (La vida celestial), extraído de la colección Das Knaben Wunderhorn, que sirve de material temático al cuarto movimiento de esta sinfonía, da la pauta de las intenciones de esta obra, retratar la visión inocente que tiene un niño del cielo, el paraíso al que van destinadas las almas puras tras la muerte, obsesión permanente en el artificio musical del autor.
Halftter, al frente de un selecto puñado de maestros de la Sinfónica, entre los que no podían faltar Dirk Vanhuyse (cello), Vladimir Dmitrenco y Éric Crambes (violines), Sarah Roper y Sarah Bishop (oboes), Juan Ronda (flauta) y Tatiana Postnikova (piano y celesta) entre otros, acertó en recrear ese espíritu infantil e inocente que informa la página, lo que en cierto modo la convierten en una de sus composiciones más joviales. Su interpretación acentuó más aún ese carácter neoclásico que absorbió la pieza en manos de Stein, llegando incluso a presentar como una pantomima su segundo movimiento, si bien el solo de violín presuntamente estridente no consiguió conducirnos figuradamente a la muerte, faltándole el carácter irónico que precisa. El tercer movimiento sí exhibió su carácter ensoñador, con un fraseo natural y unas texturas cristalinas, el acento justo de pasión y un marcado lirismo ya habitual en el maestro madrileño, que para la ocasión se hizo acompañar de un segundo piano que apenas aprovechó. La soprano granadina Inmaculada Águila, a quien vimos interpretando a Kate Pinkerton en Madame Butterfly en el Maestranza, resolvió el hermoso cuarto movimiento con una voz pequeña pero bien entonada y de muy agradable timbre, marcando el carácter celestial, sobrenatural, que alcanza la obra en esa mágica culminación. La repetición del movimiento como propina sirvió para resolver algunas imperfecciones que tuvo la joven en el ecuador de la pieza en su primera interpretación, especialmente en los graves y los pianissimi.