Orquesta Bética de Cámara. Paula Coronas, piano. Michael Thomas, director. Programa: Divertimento K137, de Mozart; Noches en los jardines de España, de Falla; Vals triste, de Sibelius; Sinfonía de Cámara, de Brahms/Thomas. Sala Joaquín Turina de la Fundación Cajasol, domingo 18 de mayo de 2014
Seguimos celebrando la recuperación de la Bética de Cámara, aunque los resultados no siempre sean satisfactorios. La penúltima cita de esta temporada ofrecía a priori dos destacados atractivos relacionados con su propio patrimonio, durante largo tiempo custodiado con mimo y mucho respeto en sus itinerantes archivos. El primero data de su época fundacional y se trata del arreglo de las Noches en los jardines de España preparado para la propia orquesta por Eduardo Torres, entonces crítico musical y maestro de capilla de la catedral hispalense así como miembro fundador del conjunto junto a Falla y Segismundo Romero. El segundo nos lleva a la actualidad de la mano de su propio director, Michael Thomas, que con su transcripción del Quinteto de cuerdas nº 2 en Sol mayor Op.111 de Brahms, parece querer enmendarle la plana al compositor alemán.
Otras veces se han arañado mejores prestaciones de la joven plantilla de la orquesta. En esta ocasión sin embargo piezas como el Divertimento K137 de Mozart y el Vals Triste de Sibelius adolecieron de falta de mayor empuje y mejor compenetración entre las familias instrumentales, además de cierta inseguridad traducida en alarmante languidez en la cuerda, especialmente la aguda. Un Mozart tosco y plúmbeo, lejos de la ligereza que caracterizan estas serenatas o pequeñas sinfonías, se unió a un Sibelius más nostálgico que desolador, perjudicado por unos cambios de registro y color faltos de sutileza y naturalidad. Las escasas dos semanas que separan ésta de la interpretación que de la página de Falla realizó Achúcarro junto a la Sinfónica de Sevilla, perjudicó en cierta medida a la pianista y profesora malagueña Paula Coronas, a pesar de que la suya fue una ejecución técnicamente impecable y correcta en color y expresividad. La versión de Torres prescinde de trombones, percusión y celesta, y reduce las trompas a dos, aunque a juzgar por la dirección de Thomas diríamos que consiste más bien en inflar de decibelios la participación de la orquesta, sepultando en más de una ocasión el trabajo de la pianista, transmitiendo una inconveniente sensación de pesadez, y dejando cualquier atisbo de elegancia y sutileza fuera de juego.
Siempre se echa de menos en los programas de mano de esta orquesta información sobre las piezas a interpretar en lugar de insistir en la historia de la formación. Esta vez aún más merecía explicarse los detalles de esos arreglos de Torres para la obra de Falla, y sobre todo los del propio Michael Thomas sobre el Quinteto de Brahms aludido. Hasta que se dirigió al público no supimos qué pieza del autor se escondía tras la Sinfonía de Cámara con la que la ha bautizado el fundador y antiguo miembro del Cuarteto Brodsky. Parece ser que siempre que la interpretaba junto al resto de los miembros del cuarteto sentía que le faltaba cuerpo, por lo que decidió orquestarlo primero para cuerdas, añadiéndole más tarde metales y maderas, aunque a juzgar por la exhuberancia instrumental de la que la ha dotado más bien merecería una orquesta sinfónica; no en vano Brahms comenzó a concebir esta pieza de cámara como una quinta sinfonía. Lo cierto es que el espíritu de Brahms apenas se intuye tan sólo en su tercer movimiento, un poco allegretto, de carácter melancólico y encantador. El allegro non troppo ma con brio inicial evoca más bien el estilo épico de Strauss bajo su exuberante manto orquestal; en este punto conviene celebrar el excelente trabajo de los metales. Su segundo movimiento acierta en su carácter apasionado, aunque ni orquestación ni interpretación hicieron justicia a la delicadeza de la pieza. Y su final, danza zíngara incluida, recuerda más a Mendelssohn que a Brahms. De cualquier manera son licencias permitidas a un músico apasionado y entregado a su profesión, generoso y bondadoso, que afincado en nuestra tierra exhibe también una sana devoción por nuestro pueblo.