Lamentando mucho no poder asistir a ninguna de las tres representaciones que tendrán lugar este fin de semana de la zarzuela Gloria y peluca, por compromisos familiares, no nos podemos resistir a recomendar desde estas páginas su disfrute, teniendo en cuenta el cariño y la pasión que pone la Compañía Sevillana de Zarzuela en cada espectáculo que acomete, y muy especialmente su principal artífice, nuestro querido amigo y recién nombrado numerario de la Real Academia de Bellas Artes Santa Isabel de Hungría de Sevilla, Javier Sánchez-Rivas.
Precisamente su discurso de ingreso en dicha entidad tuvo a la zarzuela y su relación con nuestra ciudad como protagonista, y ahora, justo un mes de tan feliz fecha, se dispone a afrontar el que será seguro otro feliz acontecimiento, el éxito que acompañará al estreno en el Espacio Turina de esta zarzuela poco divulgada. Apenas recordamos su puesta en escena en el Teatro de la Zarzuela hace catorce años, quizás entonces como recuperación de esta divertida pieza del maestro Francisco Asenjo Barbieri. Precisamente de él pudimos disfrutar hace años en el Maestranza de otra de sus zarzuelas recuperadas y poco transitadas, Los diamantes de la corona. La que ahora nos ocupa tiene la particularidad de trazar, junto a las piezas de Rafael Hernando, El duende y Colegialas y soldados, un antes y un después en el género denominado chico, independizándose en gran medida de la lírica de influencia italiana para tomar carta de naturaleza y añadir elementos autóctonos de nuestra cultura musical para engendrar así el género tal como lo conocemos.
Del catálogo de zarzuelas de Barbieri, con más de sesenta títulos, destaca especialmente El barberillo de Lavapiés, pero a buen seguro que esta Gloria y peluca gustará a quienes mañana a las ocho, o pasado en cualquiera de sus dos funciones, a las cinco de la tarde o a las ocho, se acerquen a comprobar sus cualidades. Para ello la Compañía Sevillana de Zarzuela prosigue su acuerdo con la Facultad de Bellas Artes para la realización de telones que sigan con cierta fidelidad aquellos que acompañaron al estreno, en este caso en el Teatro Variedades de Madrid en 1850. El telón para esta ocasión ha sido realizado por los alumnos Irene Ugolini y Agustín Muñoz García, y representa las estanterías de una tienda de pelucas, con más de ciento cincuenta cabezas y sus correspondientes pelucas adornándolas.
También merece especial atención el esmerado vestuario, fiel a la época representada, de un depurado estilo isabelino, que lucirán tanto la pareja protagonista, el barítono Andrés Merino y al soprano Marta García Morales, junto al resto de la compañía que dará voz al coro. Y es que esta zarzuela está estructurada en romanzas para cada uno y una de la pareja, María y Marcelo, con un singular acompañamiento de coro en ambos casos, y un par de dúos entre los que destacan unas seguidillas. El coro interactúa con los protagonistas a través de melodías sencillas y alegres, mientras un par de personajes cómicos se añaden a una inocente trama de celos y venganza por la afición de él a la composición de ópera. Seguro que con la adaptación de Alejandro Rull, siempre atento a las producciones de una compañía de la que nunca se ha desligado a pesar de su éxito en la escena del musical madrileño, se logrará quitar a la obra esa pátina de polvo que pudiera hacerla rancia a los ojos y oídos de un público actual e informado.