Atrás quedó la Navidad, alrededor de la cual se programaron muchos conciertos, ya fuera con los clásicos navideños, la música de nuestra tierra, la tradición barroca o los ya imprescindibles conciertos participativos en torno al Mesías de Händel. Artefactum, la Real Sinfónica de Sevilla, la Barroca, las corales hispalenses y los conservatorios amenizaron la espera del 25 de diciembre hasta bien cerca de tan emblémática fecha; no ocurre lo mismo con el Año Nuevo. Entre la fiesta de Navidad y la llegada de los Reyes Magos es difícil encontrar en Sevilla alguna propuesta en música clásica, aunque cada vez son más los espectáculos circenses, teatrales y cabareteros que aprovechan estas fechas para ofrecer otras alternativas a la familia, habitualmente recluida en casa o con el cine y las luces callejeras como único reclamo de entretenimiento. Propuestas como el Festival Entre Culturas, que apenas celebró dos ediciones a principios de siglo, no encontraron eco para rellenar ese vacío de Gran Música entre la ciudadanía, hasta que Pedro Halffter como director artístico del Maestranza y la Sinfónica, decidió al comenzar la segunda y presente década emular el concierto de Año Nuevo de Viena, como ya hacían otras orquestas en y fuera de España desde tiempo atrás. Valses, polcas y operetas para despedir el viejo año y dar la bienvenida al nuevo.
El vals fue en su momento entendido como un medio de supervivencia, enlazado con épocas catastrofistas en las que los hombres se miraban y decían ¡ánimo y hacia adelante! Una forma de superar miedos y crisis, como cuando en 1874 tras el gran crack de la bolsa vienesa, Strauss hijo compuso El murciélago, una dramatización de valses y galops en la que se cantaba «Es feliz quien olvida lo que no se puede cambiar». O en 1867, cuando la derrota de Austria frente a Prusia devino en el vals El Danubio Azul, convirtiéndose en himno patriótico. Una forma de hacer frente al decaimiento y los malos tiempos, de la misma forma que ya en el siglo XX, con el crack del 29, se popularizaron a través de la radio los temas ligeros y desenfadados capaces de servir de antídoto a la desesperación de millones de seres humanos, como tan bien reflejó Herbert Ross en esa obra maestra del cine musical que es Dinero caído del cielo.
Así el vals vienés, entendido como música para levantar el ánimo, se caracteriza por sus tempi rápidos, su encanto y sus ansias de alegría y diversión. Pero la Viena de Strauss era también próspera gracias a la desaparición de los bastiones prusianos que tanto la atenazaban, lo que propició el milagro económico. Es la época de los grandes valses, perfeccionados por Strauss, que los elevó de danza campesina a entretenimiento para la corte imperial de los Habsburgo, llevándolos a la vez de los salones de baile a las salas de concierto, y convirtiéndolos así en pequeños poemas sinfónicos derivados de la pasión por ese antecesor rústico que fue el ländler.
Estos días tendremos en Sevilla tres citas ineludibles con esta tradición centroeuropea en la cúspide del refinamiento y la elegancia de los grandes salones aristocráticos. Dos serán en el Teatro de la Maestranza y flanquearán al tercero, el encuentro anual a través de la televisión, la radio e internet con el concierto más popular de todos los años, el que recibe al Año Nuevo de la mano de la Filarmónica de Viena en la Sala Grande o Dorada del Musikverein, lo que la convierte para cualquier melómano que la visite en cualquier época del año en motivo de una emoción difícil de describir. Un concierto que se interpreta también el 30 (ensayo general) y el 31 de diciembre (San Silvestre) y que se remonta al último día de 1939 bajo la dirección de Clemens Krauss, que lo dirigió hasta su muerte, salvo en un par de ocasiones que lo hizo Josef Krips. Desde 1954 se hizo cargo del concierto Willi Boskovsky, que introdujo los bises del Danubio Azul y la Marcha Radetzky, tradicionalmente acompasada por las palmas del público. Desde 1979 lo dirigió Lorin Maazel, entonces director de la Ópera Estatal de Viena, y desde 1987 se encarga su dirección a una batuta diferente cada año, empezando por Karajan y siguiendo por Claudio Abbado, Carlos Kleiber, Riccardo Muti, el recientemente fallecido Nikolaus Harnoncourt, Seiji Ozawa, Maris Janssons, Georges Prêtre, Daniel Barenboim, Franz Welser-Möst, y Gustavo Dudamel, que con treinta y seis años es el director más joven en asumir tan extraordinario compromiso. El venezolano ha vivido una carrera fulgurante desde sus comienzos en la Sinfónica Simón Bolívar y su paso por ese sensacional proyecto que es la Sinfónica de la Juventud Venezolana con la que visitó Sevilla un 30 de diciembre de 2006 y con el que tantos jóvenes venezolanos como él salieron de la pobreza; así hasta convertirse en director de la Filarmónica de Los Angeles y ganar un Grammy con su interpretación de la Cuarta de Brahms.
Aquí otro joven, el australiano Kynan Johns, asistente del malogrado Lorin Maazel, director del concierto de Año Nuevo vienés en once ocasiones, y de Zubin Mehta en el Palau de las Arts valenciano, y ganador del prestigioso concurso de dirección Dmitri Mitropoulos en 2002, emulará a su maestro frente a la Sinfónica de España, una orquesta auspiciada por la Fundación Excelentia que alterna sus actividades musicales con la Orquesta Clásica Santa Cecilia e integra un buen número de profesionales de la interpretación orquestal entrenados en otras orquestas del panorama nacional. Será hoy 28 de diciembre en el Maestranza y en la cita se podrán escuchar la Obertura de El murciélago, adaptación a la comedia alemana de un vodevil francés, los famosos valses del Emperador, llamado así con intenciones publicitarias tras la subida al trono de Berlín del Kaiser Guillermo II, Voces de primavera, concebido para voz solista y coro para un concierto en beneficio de los indigentes austrohúngaros de Leipzig, y Música de las esferas, este último del hermano de Johann, Josef, con cuyo comienzo quiso imitar la belleza matemática del cosmos. Johann Strauss jr. no inventó el vals, pero sí la polca vienesa, rápida y de orígenes bohemios, a partir de la más moderada polca francesa. De ella encontraremos ejemplos en este concierto como Trish Trash, Tik Tak, Bajo truenos y relámpagos y Ohne sorgen de Josef Strauss. Con igual estética alegre y vibrante abrazaremos también el Galop Banditen, y ya más sosegadas el Nachtigall Polka o Polca del Ruiseñor y Elektro-magnetische, con la que se adelantará a Dudamel y la Filarmónica de Viena. Finalmente Johns ofrecerá el vals España del francés Emile Waldteulfel a partir de temas de la rapsodia España de Emmanuel Chabrier, y que ya ofreció Maris Janssons en el último concierto de Viena. El Danubio Azul, cumbre del vals vienés compuesto en 1867 para un recital de lieder del Wiener Männergesang-Verein (Sociedad Coral de Hombres de Viena), y la inevitable Marcha Radetzky con la que poner a prueba el incontestable sentido del ritmo del público sevillano, pondrán broche final al concierto de esta noche en el Maestranza.
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Gustavo Dudamel |
Tras la cita del primero de año con Gustavo Dudamel en el Musikverein, John Axelrod continuará la costumbre iniciada en esta misma década por Halffter de programar un concierto de Año Nuevo en los primeros días del 2017, concretamente el 4 de enero. Aunque su estética será algo diferente, no faltará Johann Strauss jr. con el vals Vida de Artista, compuesto poco después del Danubio Azul en esos días de depresión tras la derrota de la armada austriaca en la Batalla de Sadowa, y la Obertura de la opereta El barón gitano, estrenada en el Theater an der Wien en 1885 tras el éxito de El murciélago, que cuenta en clave cómica y bohemia las desventuras de un terrateniente casado con una gitana que resulta ser hija de un pachá turco que esconde un tesoro. Pero Axelrod propone además música de Chaikovski y Richard Strauss, alejados de esta estética de salón que promueve la música de la Dinastía Strauss. El Vals de las Flores del ballet El Cascanueces, una exquisita pieza que Disney animó en Fantasía, el vals del segundo acto de la ópera Eugene Oneguin y la jubilosa Polonesa de su tercer acto, contribuirán a dignificar el concierto del 4 de enero, mientras la Suite de veinte minutos de la ópera El caballero de la rosa, con la que Richard Strauss adoptó un estilo clasicista diferente del atonalismo y el expresionismo cultivados en sus anteriores óperas, Salomé y Elektra, pondrá la guinda a tan suculento menú, en el que también se incluye el vals Oro y plata que da título al programa y que compuso Franz Léhar, famoso por sus operetas, especialmente La viuda alegre, para el baile de la Princesa Metternich de 1902.
Entre medio la gran cita con la música imperial vienesa del 1 de enero nos ofrecerá piezas imperecederas como la Obertura de Ein Morgen, ein Mittag, ein Abend in Wien, de Von Suppé, los valses Märchen aus dem Orient, Accelerationen, Ander Elbe y el famoso Vino, mujeres y canciones de Johann Strauss jr., Dorfschwalben aus Osterreich, de Josef, y polcas y galops de Johann padre e hijo y de sus hermanos Eduard y Josef, entre las que destaca Perpetuum mobile, escrita en 1861 en honor a los nuevos avances en ingeniería que supuestamente habrían de aliviar al hombre de trabajar. También sonará Champagner-Galopp de Hans Christian Lumbye, hasta llegar al Danubio Azul y la Marcha Radetzky que culminarán los fastos que incluyen los a menudo cursis pero siempre encantadores ballets enlatados, hasta que en 2007 Lucía Lacarra decidió irrumpir en el Salón Dorado con su marido Cyril Pierre, y los conjuntos florales con los que la ciudad de San Remo, de la Liguria italiana, engalana cada año el escenario principal del Musikverein, mientras la plantilla de la Filarmónica de Viena nos desea Prosit Neujahr!
Artículo publicado en
El Correo de Andalucía el 28 de diciembre de 2016