lunes, 30 de octubre de 2017

BEETHOVEN Y LIGETI (y 3): FURIOSO, PLOMIZO Y COMPROMETIDO

Ciclo integral de las Sonatas de Beethoven y Estudios de Ligeti. José Menor Sonatas nos. 24, 8, 26 y 32 de Beethoven; Estudios 9 y 17 de Ligeti; New Crossroads for Piano, de Menor. Sábado 28 de octubre de 2017. Carmen Yepes Sonatas nos. 28, 21 y 31 de Beethoven; Estudios 2 y 8 de Ligeti; Toccata “Al-Andalus”, de Carles Guinovart. Miguel Ituarte Sonatas 22, 16 y 29 de Beethoven; Estudios 7 y 15 de Ligeti; Sonata nº 3 “Upon a Ground”, de Jesús Rueda. Domingo 29 de octubre de 2017.
Sala Manuel García del Teatro de la Maestranza

Este pasado fin de semana culminó el espléndido y didáctico ciclo que nos ha permitido en apenas unos días descubrir nuevas voces del pianismo nacional, deleitarnos con la música beethoveniana en su estado más puro, y comprobar su influencia en las vanguardias de Ligeti y la de éste en los nuevos compositores españoles. El primer compareciente en esta recta final fue José Menor, artista de fuerte carácter y singular personalidad que se enfrentó a tres de las más emblemáticas sonatas de Beethoven con seguridad y confianza, no reñidas con algunos errores de articulación y un fraseo a menudo atropellado. Precedida de una Sonata nº 24 frenética y a la vez poética e inocente, atacó el allegro inicial de la Patética, una de las piezas más fascinantes de toda la literatura pianística, con dolor y vehemencia y fuertes contrastes dinámicos. Aunque su estilo siguió por la senda de la furia y el vértigo, logró insuflar poesía y lirismo en un adagio con notable sentido de la cantabilidad, culminando en un allegro vigoroso. En la casi programática Los adioses, Menor evocó la ansiedad del primer movimiento, la trágica inquietud del andante y la explosión de júbilo del final. La última de las sonatas beethovenianas sonó inmensa, puro tormento en el primer movimiento hasta desembocar en un contrastado y resignado segundo, destacando su pericia para lograr una experiencia catárquica. Tradujo el estudio nº 9 de Ligeti en una hipnótica espiral, y el 17 en el vertiginoso torbellino que mantuvo en su propia composición New Crossroads, influido por el jazz y entregado a una furiosa exhibición de gimnásticos acordes y un literal maltrato del teclado a fuerza de golpes y codazos.

Carmen Yepes dio muestras de una técnica competente y disciplinada. Académica y meticulosa, su aportación fue sin embargo algo plomiza y sin riesgos. La naturaleza clásica y cíclica de la Sonata nº 28 quedó bien expuesta, apenas sin embargo su carácter ensoñador. Mejor la segunda parte, con una Waldstein intensa y precisa, de ritmo trepidante y poderoso empuje. Su tendencia a rubatear generosamente los movimientos lentos tuvo respuestas adecuadas unas veces, otras amaneradas. Demasiado músculo y poca luminosidad en general enturbiaron no obstante una 31 triunfante y por momentos mística, en la que lo mejor fue la doliente expresividad de su adagio ma non troppo. Respecto a Ligeti, bien la progresiva complicación de Cordes à vide, y mejor el estudio rítmico propuesto en Fem. La pieza de Carles Guinovart, casualmente inspirada en Andalucía, se antoja una especie de Albéniz deconstruido que a priori daba mucho juego a la intérprete para desplegar creatividad e improvisación, y que Yepes resolvió con proverbial sencillez.

Miguel Ituarte regresó a la escena hispalense, esta vez con un programa extenso y exigente bajo el brazo, dos de las sonatas más insólitas de Beethoven, y una tercera monumental en todos los sentidos. El reto lo salvó con buena nota, mucha implicación, atención al matiz y sobrada disciplina, ofreciendo mucho contraste y exacerbado ritmo en la 22, y con una adecuada dosis de humor en la 16, incluyendo una simpática recreación ariosa en el adagio, y un laberíntico desarrollo en el allegretto final. Resolvió la Hammerklavier, que ya tocó en esta misma sala hace seis años, con mucho compromiso y sentido de la responsabilidad. Una inmensa partitura, solemne y reverencial, a la que quizás faltó más profundidad, pero que el pianista vasco despachó con ímpetu y considerable nervio. Su piedra angular, el adagio, sonó íntimo y místico, y una explosión de controlada agresividad protagonizó la fuga final. El ritmo volvió a dominar en Ligeti, con un Galamb barong de ecos debussyanos, y un White on White menos ceremonioso de lo conveniente. Interesante e incluso inquietante resultó la sonata Upon a Ground de Jesús Rueda, que despachó con nervio y elegancia. Recapitulando, en las propinas sólo se repitió un nombre, el de Granados, de quien José Menor ofreció un boceto en primicia ; el resto se repartió entre Chopin, Scriabin, Sibelius, Debussy, Mompou, Mozart y Bach, enriqueciendo aún más esta indispensable cita con el universo pianístico, que inexplicablemente apenas han aprovechado músicos y estudiantes de esta desagradecida ciudad, a juzgar por el triste aforo registrado de media.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

sábado, 28 de octubre de 2017

BEETHOVEN Y LIGETI (2): CARNAL, CLARO Y SOLEMNE

Ciclo integral de las Sonatas de Beethoven y Estudios de Ligeti. Gustavo Díaz-Jerez (Sonatas nos. 9, 3, 12 y 27 de Beethoven; Estudios 5 y 14 de Ligeti; Succubus y Homenaje a Antonio Soler, de Díaz-Jerez). Miércoles 25 de octubre de 2017. Alba Ventura (Sonatas nos. 14, 17 y 23 de Beethoven; Estudios 6 y 10 de Ligeti; Cavatina, de Ricardo Llorca). Jueves 26 de octubre de 2017. Judith Jáuregui (Sonatas 2, 13, 25 y 4 de Beethoven; Estudios 11 y 12 de Ligeti; Estudio para piano, de José Luis Greco). Sábado 28 de octubre de 2017. Sala Manuel García del Teatro de la Maestranza

Gustavo Díaz-Jerez tomó el relevo a su paisano Javier Negrín en estas jornadas dedicadas a Beethoven y Ligeti. El suyo es un pianismo muy ligado a su compromiso con las nuevas tendencias, de las que él es un valioso exponente gracias a su labor incansable como experimentador tanto en la interpretación como la composición, como demostraron las dos piezas extraídas de su obra Metaludios. En Succubus explora de manera pausada y un tanto equilibrada el desasosiego provocado por una pesadilla, una parálisis que se traduce en una pieza lenta, tensa y misteriosa. Sin piano preparado pero sí intervenido, Homenaje a Antonio Soler combina a través de una deconstrucción algorítmica dos sonatas del compositor y clavecinista español, con resultados llenos de sugerencia y vitalidad. En las sonatas de Beethoven, Díaz-Jerez ofreció robustez y virtuosismo por encima de la delicadeza que se echó en falta en alguna ocasión. Predominó la amabilidad en la número 9, siempre desde una estética martilleante que reapareció en la 3, compleja y rutilante, con un adagio meditado y misterioso pero poco místico. Un vertiginoso juego de manos en la 12 dio paso a una profunda y lóbrega marcha fúnebre, terminando con una 27 cuya narrativa aunque reflexiva pedía mayor sensibilidad y elegancia. El color asomó en Ligeti a través de las notas pausadas de su estudio 5 y la saturación interminable, inabarcable y sobrehumana del 14.

De brillante cabe calificar la intervención de Alba Ventura en este ciclo que, entre otras cosas, nos está permitiendo conocer a algunos de los valores al piano más sobresalientes del país. No hubo tregua para la calma en la propuesta de la pianista catalana, con tres de las sonatas más tempestuosas de Beethoven, no en vano dos de ellas parecen inspirarse en el célebre drama shakespeariano, si damos crédito a sus biógrafos. El celebérrimo adagio de Claro de luna sonó profundamente triste y melancólico, con cierto aire de desesperanza, mientras el presto final fue desenfrenado e intenso. Pero lo que más llamó la atención de esta pianista, literalmente volcada sobre el piano, fue su capacidad para paladear con asombrosa claridad cada nota. Así ocurrió en el allegro irreductible de La tempestad, su allegretto con aires de ensoñación y el pujante final, hasta desembocar en un presto de la Appassionata de una fuerza desgarradora y extenuante, de enorme impacto dramático. En cuanto a Ligeti, Otoño en Varsovia derivó del misterio a la desesperación con total dominio del teclado y la expresividad, mientras con El aprendiz de mago echó mano de una técnica gimnástica prodigiosa. La endeble Cavatina de Ricardo Llorca, una invocación del pasado sin mucho interés, sirvió para exhibir encanto y naturalidad.

El público del Maestranza descubrió lo buena pianista que es Judith Jáuregui hace apenas un par de años. Disfrutamos entonces con su facilidad para extraer riqueza melódica de las partituras, acompañada de unas considerables dosis de fluidez y lirismo. Su Beethoven sin embargo resulta demasiado solemne y en ocasiones impostado, como si quisiera trascender en cada nota, algo que fue evidente en la Sonata nº 2, donde no obstante sobresalió un Largo de intenso aliento romántico. Ágil en la nº 13, sin embargo su intempestivo final acabó resultando atropellado, tras un adagio en su justa medida de sofisticación. En la 25 predominó de nuevo la solemnidad, por encima de su aire jovial y desenfadado, finalizando con pura exhibición de bravura en la Grande, a la que aportó delicadeza y considerable sensibilidad. Interpretó los dos estudios correspondientes de Ligeti de continuo, pasando así de la etérea elegancia de En suspens a las vertiginosas armonías de Entrelacs, en una amplia y emocionalmente progresiva gama de dinámicas. El estudio de José Luis Greco, con forma rapsódica y estilo de ragtime, sirvió a la pianista para desplegar ritmo, equilibrio y hábiles cambios de registro.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

EN CUERPO Y ALMA Sueño de amor autista

Título original: A teströl és a lélekröl
Hungría 2017 116 min.
Guión y dirección Ildikó Enyedi Fotografía Máté Herbai Música Adam Balazs Intérpretes Alexandra Borbély, Morcsányi Géza, Ervin Nagy, Pál Mácsai, Júlia Nyakó, Tamás Jordán, Gusztáv Molnár, István Kolos Estreno en el Festival de Berlín 10 febrero 2017; en Hungría 2 marzo 2017

Una película ambientada en un matadero espantaría a más de un y una vegetariana o vegano, y sin embargo tiene su sentido. Porque como su título indica, esta es una comedia romántica en la que aprender a disfrutar de la carne puede ser una asignatura tan pendiente como no saber disfrutar del amor platónico o espiritual. Los polos que se atraen en esta película muestran sus incapacidades, físicas y mentales, para convertirse en seres diferentes. Y es ahí donde la cinta, a la que no se le pude negar contar con generosas dosis de ternura y delicadeza, flaquea; porque hubiera sido más interesante plantear la misma historia con personas diferentes no por su condición sanitaria sino por su forma de ser, sus pensamientos o ideales, por ser sencillamente distintos a lo que se nos obliga a ser desde que nos levantamos hasta que nos dormimos, con señales continuas que funcionan como órdenes dictatoriales de comportamiento, empezando por esa misma publicidad que nos presiona constantemente. Pero el director húngaro Ildikó Enyedi ha preferido que sus personajes tengan taras para diferenciarlos de los demás, cayendo en el estereotipo facilón, y encima la empresa le ha salido bien, recibiendo el Oso de Oro en Berlín, un festival en el que también cosechó otros premios. No podemos sin embargo negarle virtudes a un film que balancea con acierto entre la comedia, el drama y el thriller, generando un producto entretenido y sorprendente, con una historia nueva que contar y algunas reflexiones válidas que hacer, sobre todo en lo que a la necesidad de afectos tenemos. Pero si al final el camino es el de siempre, la pareja y el amor, estaremos acabando con cualquier alternativa posible, y al final todos iguales. Valoramos positivamente el trabajo actoral, el engranaje de su guion en el que cada circunstancia tiene su consecuencia válida y convincente, y un ritmo que permite seguir la trama con interés y sin decaimiento. La original conexión de los protagonistas a través de los sueños permite disfrutar de unas idílicas postales invernales de ciervos en fase de seducción.

EL SECRETO DE MARROWBONE El ojo mentiroso

España 2017 109 min.
Guión y dirección Sergio G. Sánchez Fotografía Xavi Giménez Música Fernando Velázquez Intérpretes George MacKay, Anya Taylor-Joy, Charlie Heaton, Mia Goth, Matthew Stagg, Kyle Soller, Nicola Harrison, Tom Fisher Estreno en el Festival de Toronto 11 septiembre 2017; en salas comerciales 27 octubre 2017

En el film de Jack Clayton A las nueve de cada noche, varios hermanos enterraban a su madre fallecida y simulaban que aún vivía para no ser separados y enviados a varios orfanatos. Con idéntico punto de partida se presenta el ambicioso debut en la dirección de largometrajes de Sergio G. Sánchez, aunque deriva hacia una vorágine de seudoterror, thriller y drama romántico en el que los giros argumentales se sostienen en elipsis y mentiras. El guionistas de las exitosas El orfanato y Lo imposible, y perpetrador de las catastróficas adaptaciones de Fin de David Monteagudo y Palmeras en la nieve de Luz Gabás, se estrena de la mano de la poderosa Mediaset, empeñada en producir cine de supuesta categoría, dispuesto a reventar taquillas y con la ambición puesta en el mercado internacional, para lo que no duda en rodar en inglés. Con Amenábar y Shyamalan como referentes, Sánchez se entrega a una atmósfera a lo Henry James para contarnos un drama familiar impulsado por un guión forzado, que apenas sabe maquillar sus imposturas y que le sirve para, eso sí, generar algunas situaciones inquietantes. Aunque el referente más inmediato que se nos ocurre es el de la cinta de Peter Yates El ojo mentiroso, simplemente porque el título le viene que ni pintado. El conjunto se resiente de una extrañeza general que sólo se explica cuando una serie de trampas que se quieren disimular con la simbología de los espejos, se resuelven para arrojar algo de luz, no muy convincente, sobre la materia. Quizás en todo ello la participación de Anya Taylor-Joy no sea casual, mientras George McKay (Captain Fantastic, Pride, Amanecer en Edimburgo) se esfuerza por resultar convincente en un papel que al menos aborda con cierta contención. Rodada en bellos paisajes asturianos, con una bella fotografía y una competente aunque omnipresente partitura musical, Marrowbone podría haber sido mejor película si además de cuidar sus detalles artísticos y estéticos, así como su ritmo narrativo, se hubiese pulido un guión lastrado por el camino fácil y convencional.

miércoles, 25 de octubre de 2017

FIDELIO: TRIUNFO DEL ESPÍRITU MUSICAL

Ópera de Ludwig van Beethoven con libreto de Friedrich Treitschke. Pedro Halffter, dirección musical. José Carlos Plaza, dirección de escena. Pedro Moreno, vestuario. Francisco Leal, escenografía e iluminación. Con Elena Pankratova, Roberto Saccà, Thomas Gazheli, Wilhelm Schwinghammer, Mercedes Arcuri, Beñat Egiarte, Adrian Eröd, Moisés Molina y Francesco Proietti. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Coro de la A.A. del Teatro de la Maestranza, dirigido por Íñigo Sampil. Producción del Teatro de la Maestranza.
Teatro de la Maestranza, martes 24 de octubre de 2017

Esta crisis parece que no nos quiere abandonar del todo, y así el Maestranza tira cada año de una reposición de producción propia con tema sevillano para engrosar la temporada lírica ahorrando costes. Y con la que se nos viene encima parece que la situación no pueda sino agravarse en los años venideros, precisamente por cuestiones harto parecidas, con matices distintos y evidentes, a las que Beethoven denunciaba hace dos siglos en este su único título operístico. Una obra que tardó mucho en gestarse, provocó casi la desesperación de su autor y fue objeto de dos revisiones considerables que cristalizaron en la que hoy conocemos como Fidelio después de una década denominándose Leonora. Y es que tanto monta, monta tanto, Fidelio es Leonora y viceversa en este drama con personaje travestido que lucha denostadamente por liberar a su amante esposo de las garras de un tirano sin escrúpulos en una cárcel que el libreto situaba en la entonces tan de moda Sevilla. Una trama inspirada en los grandes vodeviles franceses con tema de rescate marital que tanto se llevaban por aquel entonces, y que Beethoven aprovechó para resaltar los valores de la Ilustración, la reivindicación de los derechos y libertades más fundamentales, y la exaltación de la dignidad humana como valor absoluto e irrenunciable, y de paso exaltar las virtudes de la vida conyugal.

Halffter volvió a ponerse ante la Sinfónica de Sevilla para traernos toda una explosión de sonido y solemnidad, recayendo en su batuta y las estupendas prestaciones de la orquesta el mayor logro de esta reposición que cuenta con diez años ya de vida. El sonido carnoso y bien empastado de la cuerda contrastó sin embargo con unos metales que nos hicieron revivir algunos de los peores momentos de la formación, especialmente las trompas, tan importantes en el aria de Leonora (Komm, Hoffnung) para potenciar su nobleza, y que únicamente lograron enturbiar el bello canto de la soprano rusa Elena Pankratova, auténtica diva de la función, de quien teníamos muy buenas referencias y que desde luego no defraudó con un canto sobrado, potente, bien proyectado, firme y seguro, que moduló a discreción y fraseó con buen gusto y exquisita entonación. Un papel extremadamente difícil, excelentemente defendido. Halffter no tuvo que cuidar la exhibición decibélica de la orquesta para no tapar las voces, haciendo honor a la estética beethoveniana, más proclive a la majestuosidad orquestal que a las veleidades canoras, pues de hecho todo el elenco respondió con notable soltura y generosa proyección para sobreponerse a la orquesta sin exigirle sacrificios. La inclusión de la Obertura nº 3 de Leonora justo después de la liberación de los amantes y antes de la de los presos, sirvió no sólo para ilustrar la caricia de la libertad por parte de los oprimidos, mientras la gran losa que preside el escenario va elevándose y desapareciendo, sino para coronar una noche gloriosa de gran música, con una interpretación sublime de tan hermosa y evocadora página. Esa inclusión quizás sea el mayor atrevimiento y originalidad de esta producción, por encima de la mencionada losa, un atrezzo conceptual tosco y evidente, y la esperada maqueta de Sevilla que junto a los naranjos sitúan la operación en su homenajeado escenario.

También el coro sobresalió, a pesar de los movimientos escénicos rancios y apagados a los que fueron sometidos sus integrantes masculinos, bien entonados y sobrellevando toda la carga emocional de su cometido, habida cuenta de la escasa eficacia del trabajo escénico al respecto. En cuanto al resto del elenco, todos y todas cumplieron a la perfección en cuanto a registro y tesitura, aparte la proyección que ya apuntábamos. Muy matizado el Florestán de Roberto Saccà, que supo transmitir nobleza y agotamiento sin sacrificar potencia, y que como Pankratova lidió con un dificilísimo rol con sobrada competencia. Wilhelm Schwinghammer compuso un Rocco en su justa medida cómica, no tan próximo a Leporello como habitualmente se le supone, evitando también Halffter aligerar el tono de la función para no rebajar sobriedad alguna. Satisfactorios también Beñat Egiarte y Adrian Eröd, como Jaquino y Don Fernando respectivamente. Mercedes Arcuri posee un bello timbre y eficiente articulación, así como capacidad para elevar el tono y emitir agudos sin estridencias; le falta dominar mejor los graves para que no se resienta su capacidad de proyección. Thomas Gazhell compone un Pizarro histriónico y sobreactuado incluso al cantar, con incómoda propensión al alarido y la descomposición. El concepto de Plaza para la puesta en escena se revela raquítico y rancio, con composiciones dramáticas más propias del cuadro que de la escena, sin aprovechar la profundidad de campo más que para mostrar unas ridículas escenas masoquistas que evidencian una notable falta de imaginación y creatividad. Con todo el espectáculo resulta notable por la traslación del espíritu ilustrado a la música, tan bien interpretada como cantada, haciendo honor a la espléndida partitura del genial maestro de Bonn.

martes, 24 de octubre de 2017

BEETHOVEN Y LIGETI (1): TÉCNICA, SINGULARIDAD Y REFLEXIÓN

Ciclo integral de las Sonatas de Beethoven y Estudios de Ligeti.
Daniel del Pino Sonatas nos. 7, 20, 19, 6 y 1 de Beethoven; Estudios 1 y 13 de Ligeti; Étude d’Oiseaux, de Francisco Lara.
Eduardo Fernández Sonatas nos. 10, 11 y 18 de Beethoven; Estudios 18 y 4 de Ligeti; Estudio para Uracilo, un príncipe genómico, de Ramón Paus.
Javier Negrín Sonatas 5, 15 y 30 de Beethoven; Estudios 3 y 16 de Ligeti; Juego de tresillos, de Armando Alfonso.
Domingo 22 y lunes 23 de octubre de 2017. Sala Manuel García del Teatro de la Maestranza

Nueve años después de ese otro espléndido hito de la Fundación Cajasol que fue la programación de las sonatas completas de Beethoven, el Maestranza propone en una sola semana el ciclo íntegro tal como lo hizo el Auditorio Nacional en junio de 2013 en una maratoniana jornada dedicada al genial compositor de Bonn. Desde entonces el repertorio se ha ido ampliando con los dieciocho estudios de Ligeti y nueve obras de nuevos compositores de nuestro país, bajo la interpretación otros tantos de nuestros jóvenes pianistas. Daniel del Pino, a quien hemos acompañado desde sus inicios, inauguró el ciclo con un pianismo que ha evolucionado en igual progresión que lo hizo este particular concierto. Así, desde una mecánica y abrupta Sonata nº 7, cuya limitación expresiva no debería confundirse con superficialidad emocional, pasamos a un opus 2 nº 1 de aroma clásico, lleno de fulgor y virtuosismo. En medio toda una exhibición de técnica gimnástica y claridad y limpieza en el fraseo, que se tradujo en unos opus 49 luminosos y encantadores, y una Sonata nº 6 si acaso corta en humor pero igualmente espléndida en articulación. Ligeti lo defendió con vitalidad y mucha concentración, potenciando su carácter jazzístico, mientras el onomatopéyico trabajo de Lara lo despachó con una saludable capacidad de sugerencia.

El virtuosismo de Del Pino dio paso por la noche a la singularidad y la búsqueda incansable de un lenguaje propio en el pianista madrileño Eduardo Fernández. Ensimismado en la Sonata nº 10, sometida a un ejercicio de interiorización y casi deconstrucción, con constantes ralentizaciones, elocuentes pausas y marcados acentos con los que logró como mínimo atrapar la atención del oyente. Las opp. 22 y 31 nº 3 transitaron por territorios más reconocibles, con un estilo más escolástico que permitió percibir puntuales errores de digitación que no empañaron una exhibición evocadora en la que destacó el adagio sombrío e intenso de la Sonata nº 11, y la delicadeza del distinguido minueto, con un gran trabajo de la mano izquierda, sobre todo en una enfebrecida y vertiginosa Sonata nº 18. Interesante trabajo de dinámicas en los estudios 18 y 4 de Ligeti, mientras la obra de Ramón Paus, deudora de una vanguardia ya trasnochada, sólo sirvió como largo e intranscendente interludio.

Decía el pianista canario Javier Negrín que las sonatas de Beethoven le acompañarán toda su vida, madurando a la vez que lo hace su trabajo al instrumento. Y así parece cumplirse, demostrando un diálogo fluido, sincero y natural con el piano a través de las monumentales páginas del compositor, del que sabe extraer toda su solemnidad y grandeza gracias a una íntima y precisa reflexión sobre la estética y el fondo de cada una de las partituras. En su viaje al fondo de la mente de Beethoven destacaron el muy meditado adagio de la Sonata nº 5, prodigio de ensoñación, el allegro inicial de la 15, luminoso y elegante, con elocuentes silencios que acentúan su carácter sereno e introspectivo; y por supuesto toda un opus 109 cargado de delicadeza expresiva, belleza y profundidad. En los estudios de Ligeti sorprendió que utilizase partituras, lo que no mermó su capacidad de concentración en tan intrincadas piezas, mientras de su amigo y maestro Armando Alfonso eligió un interesante Juego de tresillos que balancea y se enrosca con inusitada facilidad.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

lunes, 23 de octubre de 2017

GEOSTORM Entretenida, disparatada y ridícula

USA 2017 109 min.
Dirección Dean Devlin Guión Dean Devlin y Paul Guyot Fotografía Robert Schaefer Música Lorne Balfe Intérpretes Gerard Butler, Jim Sturgess, Abbie Cornish, Alexandra Maria Lara, Ed Harris, Andy García, Zazie Beetz, Daniel Wu, Eugenio Derbez, Amr Waked, Robert Sheehan, Adepero Oduye, Richard Schiff, Mare Winningham
Estreno simultáneo en Estados Unidos y España 20 octubre 2017

Confieso amar el cine de catástrofes desde que era un niño, y no perdono ninguna propuesta del género. Sólo así puedo justificar haber disfrutado aunque sea un poco con este producto tan descabellado y descerebrado como éste, seguramente la cinta más ridícula y disparatada de las últimas temporadas, digna candidata a cosechar el mayor número de razzies posibles en la próxima edición. Dean Devlin, responsable de los guiones de varias cintas de Roland Emmerich (Stargate, Independence Day, Godzilla) y realizador de un par de olvidables series de televisión, dirige esta cosa esperpéntica en la que en un futuro muy próximo el cambio climático se ha controlado mediante una red imposible de satélites, cuyo sabotaje para dominar el mundo convierten en un arma apocalíptica capaz de destruir ciudades enteras como Hong Kong, Tokio, Abu Dabi, Río de Janeiro u Orlando. Un ingeniero y su hermano son los encargados de salvar al mundo en esta ocasión, entre efectos visuales rudimentarios y archivistos, diálogos sonrojantes, personajes de cliché, niñas pedantes y situaciones hilarantes de puro bochorno. Las risas están aseguradas, las intencionadas y las más numerosas que no lo son. En la batidora se dan cita por supuesto inquietudes contemporáneas, como la ya apuntada crisis medioambiental y energética, los gobiernos corruptos o los simpáticos guiños a las desafortunadas políticas de Trump, muy especialmente la que atañe a la inmigración mexicana. Entretenida sí, disparatada y ridícula, mucho.

domingo, 22 de octubre de 2017

FSO: LA FIESTA DE LA MAGIA Y LA ILUSIÓN

Concierto de Música de Cine de la Film Symphony Orchestra. Constantino Martínez-Orts, dirección. Programa: Temas y suites de Casablanca, Éxodo, Bailando con lobos, Tiburón, Pearl Harbour, Rogue One, Hook, Rocky, Tombstone, Up, La misión, Lío en los grandes almacenes, Titanic, La La Land, Iron Man y El hombre de acero.
Auditorio FIBES, sábado 21 de octubre de 2017

Mucho ha mejorado esta orquesta valenciana especializada en música de cine desde aquellos primeros conciertos hace algunos años. El buen sabor que nos dejó su anterior función con temas de la saga de las galaxias, se revalida ahora con este otro espléndido concierto dedicado al cine más espectacular y palomitero, un género en el que su director se mueve con soltura, desplegando toda su ilusión. Un Constantino Martin-Orts que se hace presentar con fanfarrias y luces de colores, portando esa habitual sotana estilo Matrix que le convierten en personaje extravagante y sintomático. Una imagen que sin embargo dista mucho de su cercanía con el público y su entusiasmo a la hora de introducir los temas del programa, aunque de vez en cuando cometa algún error de documentación. Este espectáculo tan difícil y caro de montar hace preguntarnos cuál pueda ser su caché para que, alcanzado este nivel, nuestros cineastas sigan recurriendo a orquestas del este de Europa para grabar sus bandas sonoras.

El repertorio elegido para esta ocasión echó mano tan sólo de un tema ya interpretado con anterioridad, Flight to Neverland de John Williams para Hook; una pieza que ya bordaron hace unos años y que vuelven a interpretar con tanta pasión y energía que uno no puede evitar emocionarse. Un tono épico, aventurero y desenfadado que se repitió en otras piezas como Rogue One y Up de Michael Giacchino, servidas con un encomiable nivel técnico, y Tombstone de Bruce Broughton, en una estimulante suite que combinó lirismo y potencia, siempre potenciando ese carácter forte tan apropiado al programa elegido. Hubo espacio también para un exacerbado lirismo, como el que la batuta imprimió al tema de John Dunbar compuesto por John Barry para Bailando con lobos, dentro de una suite irregular con flojas intervenciones de trompeta y trompas, o el romanticismo desplegado en una versión rítmico melódica de Éxodo de Ernst Gold.

También en la famosa suite de Max Steiner para Casablanca pudimos disfrutar de un trabajo bien construido, respetando la partitura original en estilo, orquestación y tempi. Mención especial merecen el solo de oboe de La misión, así como la percusión, con notables trabajos en Rocky de Bill Conti o el ballet final de La La Land, cuyo estilo jazzístico supo preservarse en perfecta combinación con el sinfonismo dominante, destacando magníficos solos de piano y trompeta. El toque más humorístico dentro de un espectáculo en el que primó la magia y la ilusión, lo puso el escritor en máquina que emuló al recientemente desaparecido Jerry Lewis en el célebre tema de Leroy Anderson que Frank Tashlin eligió para Lío en los grandes almacenes. Y los más trágicos los protagonizaron James Horner y su música para Titanic y la épica dramática propuesta por Hans Zimmer en El hombre de acero. Tres propinas aliviaron el entusiasmo del público, Juego de tronos, E.T. y la jubilosa Cantina Band de La guerra de las galaxias, que los propios integrantes de la orquesta bailaron sobre el escenario. ¡Más música de cine, por favor!

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

sábado, 21 de octubre de 2017

HANDIA Discurso poético de escaso calado emocional

Título original: Aundiya
España 2017 114 min.
Dirección Jon Garaño y Aitor Arregi Guión Jon Garaño, Aitor Arregi, Jose Mari Goenaga y Andoni de Carlos Fotografía Javier Agirre Música Pascal Gaigne Intérpretes Joseba Usabiaga, Eneko Sagardoy, Ramón Agirre, Aia Kruse, Iñigo Aramburu, Iñigo Azpitarte Estreno en el Festival de San Sebastián 23 septiembre 2017; en salas comerciales 20 octubre 2017

El talento desplegado por Jon Garaño y Aitor Arregi con su anterior película, Loreak (Flores), y el hecho de contar ahora con un presupuesto holgado para hacer frente a una historia ambientada con todo lujo de detalles en el siglo XIX, hacían presagiar una película notable. Su estilo fabulista intenta dotar al conjunto de un halo poético bastante considerable, y todo para contar una historia dura y trágica sobre un ser de tan generoso corazón como monstruosa apariencia. Pero donde esto daba lugar a un emocionante ejercicio de estilo y fondo en la excelente El hombre elefante de un aparentemente impersonal David Lynch, se diluye aquí en un trabajo más bien superficial, en el que se apuntan muchos temas, fundamentalmente el de la diferencia, trasladado no sólo a la peripecia personal del gigante protagonista, sino a la condición del pueblo vasco, especialmente rural, frente al conjunto de un país que ni lo entiende ni se esfuerza por hacerlo, y que se escenifica no sólo a través de las guerras carlistas sino también del desdén con el que la comunidad científica trata a los hermanos protagonistas de la función en una memorable secuencia dentro de un conjunto más bien anodino. La incontestable belleza de la fotografía, la música o la cuidada puesta en escena con suntuosos escenarios en Bilbao, Madrid, Lisboa o Londres, no encaja bien con un guión en el que se dan muchas cosas por hecho, se evitan otras que darían mayor relieve a una tragedia que no siempre debió ser tal, y no logra en definitiva insuflar la emoción y la ternura que debiera dadas las circunstancias y el prodigioso hecho que relata. Más superficial que otra cosa, sorprende que quienes fueron capaces de emocionar tanto con tan poco, esa historia de mujeres conectadas por un hecho luctuoso y un ramo de flores, no logren ahora con mayores recursos construir una película suficientemente sólida y emocionante a partir de una historia que sobre el papel resulta tan prometedora y generosa en sentimientos como ésta. Merece el esfuerzo de sus protagonistas, la sucesión de logradas secuencias como la que muestra a una joven Isabel II tan casquivana como se le supone, y el conjunto de sus logrados elementos artísticos, pero decepciona como producto encaminado a la reflexión y la emoción. Con todo, en San Sebastián logró los premios Irizar al mejor film vasco y el Premio Especial del Jurado.

¡LUMIÈRE! COMIENZA LA AVENTURA Un documento histórico y cinéfilo imprescindible

Título original: Lumière! L’aventure commence
Francia 2017 90 min.
Guión y dirección Thierry Frémaux Documental Estreno en el Festival de Toronto 11 septiembre 2016; en Francia 25 enero 2017; en España 20 octubre 2017

Bertrand Tavernier como productor y el director del Festival de Cannes desde 2001 y del Instituto Lumière de Lyon, Thierry Frémaux, se erigen en voces suficientemente autorizadas y acreditadas para hacer realidad este sentido homenaje a los inventores del cinematógrafo, documento imprescindible e irresistible para todo y toda amante del cine. Una sucesión limpia y sin añadidos ni adulteraciones de ciento ocho joyas de finales del siglo XIX en forma de cortometrajes de menos de un minuto de duración, que sientan las bases de la construcción del idioma cinematográfico e influyen en él incluso como hoy lo entendemos. Para eso se encargan las muy didácticas y elocuentes explicaciones de su director y principal artífice, si bien en este punto por una vez hubiéramos preferido el doblaje, pues sin expresividad gestual ni voz fundamental en pantalla, no se pierde nada y ganamos a la hora de apreciar los infinitos detalles que se aprecian en cada uno de los valiosos fotogramas expuestos. Ya se sabe que incluso dominando el idioma, no se puede evitar fijar nuestra atención en los subtítulos, y al fin y al cabo los gastos de doblaje en un caso como éste no pueden superar los de subtitulado. Pero al margen de esta consideración técnica, nos encontramos ante una sucesión de valiosísimos documentos para entender el cine, así como testigos inimitables de la vida en una época y lugares irrepetibles. Títulos legendarios como La salida de la fábrica, La llegada del tren o El regador regado, y espacios sensacionales como la Plaza de la Concordia, la Avenida Broadway o el Gran Canal de Venecia, retratados con enorme sentido de la estética, encuadres magistrales y la emocionante sensación que aporta la realidad desnuda de artificios más allá de la sutil manipulación que ofrece el ojo humano filtrado a través de un objetivo fotográfico. Con la música de Camille Saint-Saëns, él mismo pionero de la música de cine con trabajos como L’Assassinat de duc de Guise, encajada de forma tan magistral en las secuencias que pareciera haber sido directamente compuesta para tal fin, el espectáculo se convierte en una experiencia sensorial única, altamente estimulante y definitivamente recomendable.

LA PIEL FRÍA Resultados epidérmicos

Título original: Cold Skin
España-Francia 2017 101 min.
Dirección Xavier Gens Guión Eron Sheeran y Jesús Olmo, según la novela de Albert Sánchez Piñol Fotografía Daniel Aranyo Música Víctor Reyes Intérpretes David Oakes, Ray Stevenson, Aura Garrido, John Benfield, Iván González, Ben Temple Estreno en el Festival de Sitges 13 octubre 2017; en salas comerciales 20 octubre 2017

El realizador francés Xavier Gens, curtido en series de televisión, películas americanas de bajo presupuesto y coproducciones a lo largo y ancho del continente europeo, adapta en esta cinta el exitoso libro del antropólogo catalán Albert Sánchez Piñol, centrándose más en la pirueta técnico artística que propone, y en su epidérmica estructura de película de terror y zombies, que en sus aspectos de carácter estrictamente seudocientífico y su alto potencial poético. El resultado es una cinta aseada, bien rodada y ambientada, con especial mención para el detallista diseño de producción de Gil Parrondo, a quien está dedicada la película, y la tenebrista fotografía de Daniel Aranyo, aunque abusa de planos aéreos que no aportan nada a la estructura dramática, como tampoco lo hace la saturación de música, por otro lado compuesta con eficaz sentido de la ilustración por Víctor Reyes. Pero en sustancia la película desaprovecha sus posibilidades analíticas acerca de la inquietante posibilidad de seres evolucionados de forma distinta a como lo hemos hecho los humanos, o sobre la necesidad de llegar a soluciones dialogadas más que violentas cuando de confrontación se trata, aprovechando además el marco de una guerra mundial en el que se desarrolla la trama. Al menos se apoya en unas solventes interpretaciones del joven David Oakes y el veterano Ray Stevenson, a quien hemos visto en Thor y la serie Divergente. Ellos cargan con el peso dramático de una cinta que nunca llega a volar y apenas consigue insuflar algo de emoción o inquietud más allá de su esmerada puesta en escena.

lunes, 16 de octubre de 2017

EL MUÑECO DE NIEVE Frías constantes del género

Título original: The Snowman
Reino Unido-Suecia-USA 2017 125 min.
Dirección Tomas Alfredson Guión Matthew Michael Champman, según la novela de Jo NesbØ Fotografía Dion Beebe Música Marco Beltrami Intérpretes Michael Fassbender, Rebecca Ferguson, Charlotte Gainsbourg, Jonas Karlsson, J.K. Simmons, Val Kilmer, James D’Arcy, Chloë Sevigny, David Dencik, Michael Yates, Jamie Clayton, Toby Jones Estreno en España 12 octubre 2017; en Suecia 13 octubre 2017; en Estados Unidos 20 octubre 2017

La serie Millennium, en menor medida Los casos del departamento Q, y un puñado de títulos sueltos, han puesto de moda el thriller nórdico, sea en literatura o en cine. Sin embargo no es otra cosa que una sucesión de tópicos y lugares comunes a las gélidas tierras de los países escandinavos y sus fríos moradores, o simplemente trasplantadas a ellas. Otra serie de novelas exitosas, las protagonizadas por el investigador Harry Hole, desembarca en la pantalla de la mano del director sueco Tomas Alfredson, reconocido por público y crítica gracias a cintas como Déjame entrar y El topo. Con trazo firme pero poco implicado, describe lo que no es sino la típica trayectoria en este tipo de películas, con ingredientes archivistos como el protagonista amargado que se da a la bebida, su escasa empatía con el entorno y su dificultad para lidiar con la familia que ha dejado atrás. Él y una compañera en la antítesis de lo descrito, se encargarán de investigar una serie de execrables y retorcidos crímenes, que le llevarán a enfrentarse con sus propios fantasmas, traumas infantiles incluidos. Lástima que el potencial que ofrece la iconografía nórdica respecto a tensiones familiares y problemas de identidad, no encuentre suficiente reflejo en una cinta realizada con oficio pero poca imaginación y menos pasión. La belleza del paisaje, el atractivo reparto, y la capacidad de Alfredson para generar tensión e intriga incluso después de haberse adivinado el misterio, hacen que la función resulte entretenida, sin por ello aportar nada al género ni estimular nuestra inteligencia.

UNA MUJER FANTÁSTICA que avanza contra el viento

Chile-Alemania-España-USA 2017 104 min.
Dirección Sebastián Lelio Guión Sebastián Lelio y Gonzalo Maza Fotografía Benjamín Echazarreta Música Matthew Herbert Intérpretes Daniela Vega, Francisco Reyes, Luis Gnecco, Aline Küppenheim, Amparo Noguera, Nicolás Saavedra, Néstor Cantillana Estreno en el Festival de Berlín 12 febrero 2017; en Chile 6 abril 2017; en España 12 octubre 2017

El director chileno Sebastián Lelio ahonda en sus retratos de mujeres singulares, después de esa Gloria a la que dio vida una Paulina García hoy convertida en presidenta del país en La cordillera de Santiago Mitre. Si aquella era una mujer madura en busca de una segunda oportunidad en la vida, ahora es una joven transexual quien debe encontrar el camino para encontrar su propia identidad y su función en la vida, tras un traumático episodio que la coloca contra las cuerdas, personificadas en una familia de clase burguesa y adinerada, nada dispuesta a mostrarse generosa, solidaria ni siquiera comprensible con quien se muestra diferente y rebelde ante lo establecido. Daniela Vega construye un personaje fuerte y complejo, sobre el que recae todo el peso de una función sencilla en su estructura y dramaturgia, y espesa en su intenso contenido. La determinación del personaje, su lucha precisa y templada contra los acontecimientos y los obstáculos que le impiden reflejar su posición respecto a la persona amada, determinan también el desarrollo de una cinta que se ve con interés y la convicción de estar ante otro ejemplo de mezquindad humana. Pero sobre todo, y al margen de sus reivindicaciones sociales y antropológicas, la película refleja el devenir fantasmagórico e indescriptible de un duelo, de la ausencia de un ser que llenaba una existencia y le daba hasta el momento significado. Tan acertado es en este término el guión que ha merecido doble premio en el pasado Festival de Berlín, donde también se alzó con el premio Teddy a la mejor película.

LA SUERTE DE LOS LOGAN Comedia amable sobre la recuperación de la dignidad

Título original: Logan Lucky
USA 2017 119 min.
Fotografía y dirección Steven Soderbergh Guión Rebecca Blunt Música David Holmes Intérpretes Channing Tatum, Adam Driver, Farrah Mackenzie, Riley Keugh, Daniel Craig, Katie Holmes, Charles Halford, Seth MacFarlane, Jack Qauid, Brian Gleeson, Dwight Yoakam, Hilary Swank, David Denman, Alex Ross Estreno en Estados Unidos 18 agosto 2017; en España 12 octubre 2017

Para su regreso al cine, después del exitoso telefilm Behind the Candelabra y tras cuatro años de inactividad y un anuncio de retirada del que ahora se retrae, Soderbergh vuelve al género que más rédito le dio, el de grandes atracos en tono de comedia. Pero si en la serie de los Ocean el golpe lo daba un grupo de sofisticados ladrones de guante blanco en los grandes casinos de Las Vegas, la ambientación se traslada ahora a esa América profunda tan querida por él y sus compañeros de generación, los Coen. Y entre gente sencilla estafada por el sistema, pérdidas de identidad y de moral, refugio en concursos de belleza para niñas condenadas a perder la inocencia antes de tiempo, y canciones destinadas a levantar el espíritu de orgullo perdido, dos hermanos y una hermana se disponen a dar el golpe del siglo en una de esas horteras carreras de coche que tanto dinero y vulgaridad mueven en el país de la hamburguesa y las palomitas de maíz. Channing Tatum, a quien Soderbergh es seguramente el director que más oportunidades le ha dado para demostrar su valía como actor (Indomable, Magic Mike), se pone a la cabeza de un reparto con muchas estrellas, para exhibir las miserias del país en tono jocoso, con un inexpresivo y precisamente por ello divertido Adam Driver a la zaga, y un guión que firma según parece un o una anónimo bajo seudónimo, y que juega constantemente con el factor de la probabilidad para trazar un plan descabellado y a todas luces imposible con el que desvalijar la caja de una de esas mastodónticas carreras. El ejercicio da para reír, disfrutar con su inacabable sucesión de ocurrencias, sus disparatados personajes y ese ambiente country que refleja, pero en el camino fracasa por la propia imposibilidad de lo que plantea, su desconcertante falta de ingenio y la sensación de no tomarse demasiado en serio. A pesar de ello, destaca su tendencia a destacar la grandeza del ser humano corriente, la solidaridad estilo Frank Capra, y la devolución de identidad a un pueblo sufrido, perdido entre políticos de pacotilla y empresarios voraces. Y así se agradece que con todos estos ingredientes ofrezca un espectáculo divertido y variopinto, en el que sobresalen intervenciones hilarantes como la de Daniel Craig, o tan estimulantes como la de Hilary Swank.

domingo, 15 de octubre de 2017

FESTIVAL DE GUITARRA DE SEVILLA: LOS LÍMITES DE LA AUTOPROGRAMACIÓN

8º Festival de la Guitarra de Sevilla. Ópera. Judith, ¡No avanzarás!, de Bardia Charaf y Royds Fuentes-Imbert. Sachika Ito, soprano. Francisco Bernier, guitarra. Anvar Turdyev, violín. David Pérez Peco, escenografía. Royds Fuentes-Imbert, dirección escénica. Romancero gitano, de Mario Castelnouovo-Tedesco. Coro de Cámara del CSMS Manuel Castillo. Esther Sanzo, directora. Francisco Bernier, guitarra. Teatro Central, sábado 14 de octubre de 2017

Como cada año, Francisco Bernier, gran guitarrista y valioso agitador de la vida musical de la ciudad, aterriza con su Festival de la Guitarra para durante una semana ofrecer talleres, conferencias, concursos, exposiciones y conciertos en torno al instrumento español por excelencia, con la posibilidad de disfrutar de nuevos y consagrados talentos, muchos de ellos bajo su propio sello discográfico. Un encomiable esfuerzo en el que también tiene cabida su destreza al instrumento, a pesar de todo lo censurable que puede llegar a ser autoprogramarse, sobre todo cuando de presupuesto público se trata. Esta vez la organización ha ido aún más lejos, inaugurando el certamen con el estreno de una supuesta ópera cocinada por su director de marketing y desarrollo, Royds F. Imbert, y el propio Bernier a la guitarra como uno de sus principales intérpretes.

Se trata de una pieza de apenas media hora de duración, introducida por acordes de la Chacona de Bach, en la que la soprano japonesa afincada en Sevilla Sachika Ito, realiza un monólogo en torno a su peligrosa relación con un político americano y doble agente de la KGB, con partes recitadas en un confuso castellano y otras cantadas en francés sin subtítulos. La escenografía, pobre de recursos y de espíritu, sirve para esconder las partituras a las que se aferra la cantante con el pretexto de hacer teatro Brecht, con el distanciamiento como estilo, si bien en el autor alemán ese distanciamiento es sólo funcional, invitando al espectador a reflexionar y posicionarse, mientras aquí sólo provoca indiferencia. Unos dibujos proyectados que representan una dimensión celestial en el que asoma Marx, apenas aportan nada estética ni dramáticamente. El sonido innecesariamente amplificado distorsiona la música del compositor suizo de origen iraní Bardia Charaf, nada memorable ni trascendente, apenas vanguardista en su concepción, anclada en estéticas trilladas de hace ya un siglo, con sampleados y pasajes plagiados como el que permite brillar al violinista Anvar Turdyev como si de Vaughan-Williams se tratara. Sólo merece destacar la voz segura y flexible, bien proyectada y perfectamente colocada de Ito, obligada a portar un horrible tocado entre parodia de nuestras vírgenes barrocas, artículo de broma chino y delirio estilo Björk; otro dislate de la escenografía.

Lo único rompedor fue programar en la segunda parte una pieza tan diferente, de corte folclórico-pastoral, como es el Romancero Gitano de Lorca, con música de alguien tan relacionado con la guitarra como Castelnuovo-Tedesco. Bernier, con su proverbial facilidad para exprimir el instrumento a nivel técnico y expresivo, y el Coro del Conservatorio Manuel Castillo, bajo la atenta dirección de Esther Sanzo, se encargaron de recrearlo. El conjunto polifónico estuvo dominado por cierta languidez sólo alterada por momentos puntuales de mayor calado emocional. Entre los solistas destacó la voz del barítono Vicente Barragán, dentro de una partitura que no reviste especial dificultad.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

jueves, 12 de octubre de 2017

PRÉSTAMOS PIADOSOS: APERTURA CURSO UNIVERSIDAD + PROYECTO ATALAYA

Concierto de apertura del curso académico de la Universidad de Sevilla y Proyecto Atalaya. Solistas de la Orquesta Barroca de Sevilla. María Espada, soprano. Carlos Mena, contratenor. Enrico Onofri, concertino-director. Programa: Motetes y cantatas de Juan Francés de Iribarren; Stabat Mater, de Pergolesi. Auditorio de la E.T.S. de Ingeniería, miércoles 11 de octubre de 2017

Dos importantes eventos de la Universidad de Sevilla se han unido este año por primera vez, el concierto de apertura del curso académico y el proyecto Atalaya de recuperación del patrimonio histórico musical de Andalucía, hasta ahora repartidos en dos fechas distintas de la agenda musical sevillana. La novedad ha propiciado dos importantes cambios, la sustitución de la Sinfónica por la Barroca para hacerse cargo de este concierto saludo del curso, y la de la Iglesia de la Anunciación por el Auditorio de Ingenieros de la Cartuja para el segundo evento, ganando en acústica y aforo. En los atriles un repertorio que cristalizará en la nueva grabación del conjunto especializado y que ahonda más en el interesante catálogo de obras compuestas por el prolífico Juan Francés de Iribarren para la Catedral de Málaga, donde ejerció de maestro de capilla durante treinta y tres años.

La particularidad de este concierto residió en enfrentar una obra de la enjundia del Stabat Mater de Pergolesi, con algunos de los motetes compuestos por Iribarren a partir de las melodías de esta secuencia latina destinada al Viernes de Dolores. La obra gozó de tanta popularidad a lo largo del siglo XVIII que son muchas las copias que se conservan en catedrales de todo el Mundo. Una de las tres que forman parte del ingente archivo musical de la de Málaga fue la versión elegida para este singular acontecimiento. La cantata Sabia extension y el motete Te invocamus fueron dos de las piezas cuyas melodías volvimos a disfrutar en el Stabat Mater, compuesto diez años antes, en interpretación de Carlos Mena y María Espada, dos voces que siempre son bienvenidas a Sevilla, donde tantos buenos ratos nos han hecho disfrutar. Mena inició el concierto sin embargo con cierta tendencia a cambiar de registro y traicionar la tesitura de su voz, mutando de agudos a graves con incómoda facilidad. La pieza elegida, Lamentación 2ª del Viernes Santo, no se lo puso fácil, dada su complejidad y abundantes disonancias. Afortunadamente el resto lo abordó con su habitual buen gusto y potente proyección.

Espada por el contrario brilló desde un principio a pesar del anodino Ave María que le sirvió de presentación. Su voz cristalina, dulce y brillante recorrió los pentagramas de Iribarren, y más adelante los de Pergolesi, con inusitada facilidad e incontestable exquisitez, a lo que sumó su providencial candor. Con sólo dos violines, a los que se unió la viola en el Stabat Mater, y bajo continuo con una voz por parte, Onofri lideró un conjunto apenas testimonial del trabajo de los solistas, raquítico en algunos pasajes, y más áspero que amable por lo general, no muy afín a la estética piadosa que debía imperar y que malogró en parte el resultado de este interesante ejercicio de comparación. La Barroca logró no obstante atrapar nuestra concentración y ampliar los registros de la música de Iribarren que ella misma ha ido rescatando desde hace años.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

martes, 10 de octubre de 2017

TOC TOC Un vodevil con poca gracia

España 2017 96 min.
Guión y dirección Vicente Villanueva, según la obra de Laurent Baffie Fotografía David Omedes Música Antonio Escobar Intérpretes Paco León, Rossy de Palma, Alexandra Jiménez, Óscar Martínez, Adrián Lastra, Nuria Herrrero, Inma Cuevas
Estreno 6 octubre 2017

Reafirmando su carrera como director de comedias, Vicente Villanueva (Lo contrario del amor, Nacida para ganar) fija ahora su atención en un vodevil francés de marcado éxito sobre todo en el país vecino, pero también aquí donde se ha representado. Cuenta la historia de un grupo de enfermos con Trastorno Obsesivo Compulsivo, una modalidad de la que también se ha hecho eco curiosamente este año la comedia romántica brasileña Trastornada Obsessiva Compulsiva, que acuden a la cita con un psiquiatra que se retrasa. Víctimas de lo que parece una encerrona, deberán superar sus fobias y manías en régimen de terapia de grupo, motivo por el cual van soltando su vena histriónica y presuntamente cómica. Sus orígenes teatrales apenas son disimulados con una prometedora presentación de los personajes y un elenco suficientemente simpático y familiar para el espectador al que va dirigida la empresa, generalmente devorador o devoradora de comedias televisivas patrias. Tras esa presentación los hechos se van sucediendo con insuficiente garra cómica, mucha previsibilidad y una incómoda tendencia a la repetición y el esperpento que no pueden solventar ni sus aguerridos protagonistas, ni una banda sonora rítmica y juguetona que ahoga cada situación, ni una fotografía cuidada y luminosa. Lástima porque el título daba juego para combinar el trastorno psicológico al que hace referencia con las típicas comedias de enredos y puertas que se abren y cierran, pero no es así; apenas asoma el tedio.

MORIR Un compromiso por convención más que por convicción

España 2017 104 min.
Guión y dirección Fernando Franco Fotografía Santiago Racaj Música Maite Arrotajauregi (Musergo) Intérpretes Marian Álvarez, Andrés Gertrudix, Eduardo Rejón Estreno en el Festival de San Sebastián 26 septiembre 2017; en salas comerciales 6 octubre 2017

En su segundo largometraje como director, el sevillano Fernando Franco insiste en un mismo tema, la enfermedad como medio para desequilibrar la vida y alrededores. Una enfermedad psíquica trastornaba la vida de una mujer y la de los familiares y amigos que la circundaban en La herida, una física lo hace en la relación de una pareja de enamorados en esta película. La primera triunfó en San Sebastián y los Goya, reportándole galardones a Franco y su actriz protagonista, Marian Álvarez, quien se erige de nuevo en principal atractivo de esta sufrida y sufriente cinta sobre el amor y el compromiso, que es lo que queda cuando ya no estamos seguros de seguir amando. Es a través de la planificación del director, un punto fría y aséptica, y la mirada interiorizada y discreta de la actriz, que conseguimos entrar, aunque no sea de par en par, en la desmoralización y el quebrantamiento de una convivencia que hasta la irrupción de la enfermedad había sido placentera. Hasta tal punto parece ser así que pudiera estar hablándonos del egoísmo que subyace en todo ser humano cuando busca compañía, quizás con el fin exclusivo de compartir ocio y felicidad. Pero cuando se trata de apoyo físico y moral en momentos tan difíciles y delicados, se impone el compromiso adquirido a través del uso y la educación, chocando con los propios sentimientos y llegando a minar la propia personalidad. Franco analiza con bisturí esos sentimientos encontrados, con caligrafía de nuevo casi documental, impidiendo una involucración excesiva del espectador, al que sólo permite aproximarse al drama como sujeto pasivo, inerte frente al dolor y la angustia expuesta, siempre sin estridencias ni provocaciones, gracias a la complicidad de Andrés Gertrudix, que borda también su complejo papel de hombre expuesto a una mortífera enfermedad. Pero uno se pregunta cuál es el objetivo, para qué esta exhibición de angustia y dolor frente a la decadencia y la putrefacción humana, y si nos ayuda a mejorar o a reflexionar sobre cuestiones como ese inevitable final que a todos y todas nos aguarda, y lo que es peor, si ayuda a soportar la soledad con la que nos enfrentaremos a esa lid, sea como gente enferma o simplemente cuidadora.

lunes, 9 de octubre de 2017

BLADE RUNNER 2049 Una digna operación comercial

2049 USA 2017 163 min.
Dirección Dennis Villeneuve Guión Hampton Fancher y Michael Green, según los personajes creados por Philip K. Dick Fotografía Roger Deakins Música Hans Zimmer y Benjamin Wallfisch Intérpretes Ryan Godling, Harrison Ford, Ana de Armas, Jared Leto, Sylvia Hoecks, Robin Wright, Mackenzie Davis, Carla Juri, Dave Bautista, Barkhad Abdi, David Dastmalchian, Hiam Abbass, Tómas Lemarquis, Edward James Olmos Estreno simultáneo en Estados Unidos y España 6 octubre 2017

Cuando Philip K. Dick escribió ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? y Ridley Scott lo llevó al cine, imaginar el año 2019 era una cuestión de futuro. Hoy que apenas quedan dos años para dicha fecha y comprobamos lo equivocados que estaban sus visionarios, es mejor considerar el avance de treinta años en el que se ambienta esta oportunista secuela en términos de distopía, más como un universo paralelo que como otro a esperar. Cualquier inquietud actual tiene más parangón en ese presente alternativo e indeseable que en un futuro cuyos parámetros resultan tan difíciles de imaginar. Blade Runner fue en su momento un fracaso de taquilla que el tiempo se ha encargado de convertir en mito y leyenda. Nadie pedía la continuación de una historia de carácter existencial, filosófico y trascendental, que dejaba planteadas ya suficientes preguntas y dilemas, y que el nuevo guión no parece tener intención de responder. El acierto de contar con Hampton Fancher en su escritura, que ya participó en la adaptación del original, permite dotar de cierta coherencia el producto actual, mientras dejar la dirección en manos de Villeneuve, tras el reconocimiento que le han reportado cintas como Incéndies, Sicario y La llegada, garantiza cierta dignidad al producto final. Ridley Scott se reserva labores de producción y de esa forma cierto control sobre su acabado; y una campaña de márketing tan agresiva como suele ser habitual, convierte en éxito de taquilla lo que la humilde propaganda de 1982 no logró para su espléndido precedente. Esta oportunista secuela mantiene gran parte de los atractivos que hicieron de Blade Runner una película singular, como es la dirección artística, hoy y aquí ausente de cualquier atisbo de creatividad ni originalidad, el carácter frío de la narración y los hieráticos personajes, su aspecto de cine negro, la atmósfera y hasta la música, que en ausencia de Vangelis, Hans Zimmer y Benjamin Wallfisch se han encargado de mimetizar, aunque sin temas melódicos palpables y haciendo uso de un estilo absolutamente impersonal y meramente atmosférico. El mérito es que la trama se sigue con cierto interés, el espectáculo visual es considerable, aun sin abusar de efectos para no traicionar tampoco ahí el espíritu del original, y mantiene sus postulados éticos y filosóficos de cara a nuevas generaciones no familiarizadas con la película del 82. Ciertamente no son razones suficientes para justificar la irrupción de esta secuela en una cartelera tan saturada de productos similares, y la estética de Blade Runner se ha copiado hasta la saciedad en el género desde hace décadas, pero dan dignidad a un producto en el que todos quienes han intervenido sabían perfectamente para qué lo hacían. La presencia de Ana de Armas da seguridad a su carrera americana hacia el estrellato, y la aportación de Harrison Ford ayuda sobremanera a esa dignificación de la que la cinta se hace eco, mientras apuntes sobre el sentido de la vida, la necesidad de emocionarnos y romper cadenas frente a la opresión que sobre todos y todas ejercen los poderes fácticos, siguen intactas y, como el resto de la función, no aportan nada significativamente nuevo.

EQUILIBRIO ENTRE FORMATOS EN EL 2º CONCIERTO DE CÁMARA DE LA ROSS

2º concierto del XXVIII ciclo de música de cámara de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Natalia Kuchaeva, piano. Vladimir Dmitrenco y Jill Renshaw, violines. Jacek Policinsky, viola. Nonna Natsvlishvili, violonchelo. Vicente Fuertes Gimeno, contrabajo. Programa: Concierto para piano y orquesta nª 2, de Chopin (versión para piano y quinteto de cuerdas); Kreutzersonata, de Beethoven (versión para quinteto de cuerdas).
Espacio Turina, domingo 8 de octubre de 2017

La propuesta camerística de la ROSS para este mes tuvo como objeto recrear partituras irrepetibles del catálogo clásico y romántico en versiones reducidas o aumentadas, según las intenciones y necesidades de sus artífices en cada momento. Así el Concierto para piano nº 2 de Chopin se ofreció en adaptación para salón, una práctica muy habitual en el siglo XIX para hacer llegar a los engalanados rincones de la alta burguesía la música concebida para salas de concierto. Mientras la Sonata nº 9 de Beethoven sufrió un aumento del piano y violín originales a un quinteto de cuerda, lo que conlleva un cambio también de estética y, en cierta medida, intención emocional.

La única diferencia palpable entre el concierto de Chopin y su transcripción para piano y quinteto radica en el número de sus efectivos, quedando su estructura orquestal prácticamente intacta. De hecho, tratándose de una obra en la que el instrumento solista cobra tanto relieve, mientras el acompañamiento orquestal se sitúa en un plano casi exclusivamente ornamental, los resultados pueden llegar a ser muy similares, distinguiéndose sólo en el relieve y la dimensión de la pieza. Natalia Kuchaeva, habitual colaboradora de la orquesta y el Maestranza, se siente como en familia al lado de Dmitrenco y Natsvlishvili, y eso se nota en su seguridad y hasta sinceridad. La joven pianista superó las muy difíciles texturas de este emblemático concierto con un hermoso sonido y una incontestable agilidad, dosificando el rubateado y el carácter rapsódico del movimiento lento, acaso echándose en falta algo más de emotividad, y acertando en jubilosa ebullición en el final. En general la suya fue una interpretación dinámica aunque no suficientemente ardiente, a pesar de unos muy alegres últimos acordes. La cuerda arropó con finura y elegancia, sin estridencias ni salidas de tono.

El protagonismo del quinteto asomó en la Kreutzersonata de Beethoven, tan diabólica e imposible de abordar en su época como imprescindible lo es ahora. El diálogo entre violín y piano, a veces en forma de vertiginoso duelo, desaparece aquí para erigirse en una alternancia entre solistas, siempre con el primer violín llevando el liderazgo y evidentes toma de conciencia por parte del resto de los instrumentos, especialmente el violonchelo, que destacó en lirismo y solemnidad. Dmitrenco por el contrario se mostró en algunos pasajes tan virtuoso como abigarrado en otros, como las sincopadas variaciones del movimiento central, endiabladas pero asfixiadas. Admirada por Tolstoi hasta el punto de dedicarle una novela, en manos del quinteto convocado, la Kreutzer sonó fogosa e impulsiva, pero también tosca y con insuficiente vuelo poético, a pesar de lo cual se agradece el esfuerzo de ofrecerla en tan singular versión.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

jueves, 5 de octubre de 2017

ELISABETH LEONSKAYA: EXPERIENCIA E INTELIGENCIA

Concierto extraordinario de Andalucía Clásica. Elisabeth Leonskaya, piano. Programa: Sonata D. 537, Wanderer-Fantasie D. 760 y Sonata D. 960, de Schubert.
Espacio Turina, miércoles 4 de octubre de 2017

Muchos fueron los motivos que hicieron de la velada del miércoles un acontecimiento especial. Entre éstos destacan la puesta de largo de una nueva asociación con sede en la provincia de Málaga, dedicada a promover la música de cámara en nuestra comunidad, con especial énfasis en acercar la gran música a los más jóvenes, y que esta asociación esté formada por gente de aquí, entusiasta y comprometida. Pero sobretodo que supusiera el reencuentro del público sevillano con su excelencia la incombustible Elisabeth Leonskaya. La insigne pianista nos ha visitado en varias ocasiones, tanto al Maestranza como al Turina, o acompañando a la ROSS, pero todas hace mucho tiempo. Recordamos especialmente su recital del año 2006, cuando nos maravillaba su agilidad y destreza a la digitación. Han pasado once años y no sólo no ha perdido un ápice de esas cualidades sino que las ha madurado más todavía.

Leonskaya hizo gala una vez más de su naturalidad y sinceridad a la hora de enfrentarse a páginas que conoce de memoria y han conformado su magisterio, un Schubert que constituye su principal caballo de batalla y la convierte en autoridad. La pianista deslizó su porte elegante exprimiendo el significado y el sentido de cada una de las páginas programadas como si estuviera hablando de ella misma. Un Schubert recorrido desde una pieza de juventud hasta su cumbre y ocaso, el mismo año de su fallecimiento cuando forjó ese milagro que es la Sonata D. 960, la última de las más de veinte que compuso. Una obra de la que extrajo su carácter introspectivo, acariciando las notas – sensacional el ritmo sincopado del andante cruzando manos y apenas rozando con la izquierda – y dramático, sin escatimar fuerza y contundencia en los pasajes más agitados, aun manteniendo un difícil equilibrio entre tensión emocional, profunda solemnidad y contemplación poética. Bordó su carácter expansivo, sus continuos cambios de tempo e indicaciones métricas, sin despreciar serenidad y luminosidad allá donde la obra lo demanda. 

Más ligera es la Sonata D. 537, no por juvenil intrascendente. Apasionada en el allegro inicial, contenida en el allegretto y con elocuentes pausas en el allegro vivace final, exhibiendo en la coda un carácter estresado pero sin estridencias ni salidas de tono, manteniendo inteligentemente sus tintes amables pero no complacientes. Magistral fue su lectura de la Fantasía errante (o del caminante), una pieza de considerable exigencia para cualquier pianista, diabólica según el propio autor. Leonskaya no sólo superó de largo el desafío técnico, sino que ofreció una interpretación delicada y sutil en lo que a cambios de registro se refiere, perfectamente cohesionada y coherente, destacando en brillo, con un fraseo portentoso y una estimulante interiorización. Aún tuvo fuerza para ofrecer dos largas propinas, una de ellas un Impromptus D. 899 nº 3 con el que acusó cierta y lógica fatiga, y que forma parte de una de sus más legendarias grabaciones, la que hizo para Teldec hace veinte años.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía