Música y dirección Alejandro Amenábar Guion Alejandro Amenábar y Alejandro Hernández Fotografía Álex Catalán Intérpretes Karra Elejalde, Eduard Fernández, Santi Prego, Patricia López Arnaiz, Inma Cuevas, Nathalie Poza, Luis Bermejo, Mireia Rey, Tito Valverde, Luis Callejo, Luis Zahera, Carlos Serrano-Clark, Ainhoa Santamaria, Itziar Aizpuru, Pep Tosar, Miquel García Borda Estreno en el Festival de Toronto 6 septiembre 2019; en salas comerciales 27 septiembre 2019
Desde sus inicios, con Tesis y Abre los ojos, Alejandro Amenábar no ha ocultado su intención de hacer cine comercial apto para todos los públicos, capaz de llenar salas y hacer taquilla, y así sin necesidad de apoyos públicos embarcarse en un nuevo proyecto. Su cine ha marcado un antes y un después en este país, donde desde la transición hubo un desmesurado empeño por hacer cine de autor y que solo éste se pudiera considerar de calidad, dejando para el comercial la astracanada, la comedia burda y de mal gusto o el chascarrillo indigerible. Hecho con cariño, cuidado hasta el máximo detalle y con historias capaces de interesar y llegar a gente de toda condición, el cine de Amenábar ha seguido esta premisa y detrás de él ha surgido una generación de cineastas que han sacado nuestro cine, en la medida de lo posible, de la marginación, trazando el camino a seguir para una reconciliación entre la ciudadanía de este país y su cine. En el camino naturalmente se han pagado peajes, como el de tomar prestados estilos y formas de hacer del cine americano, a la postre el que cuenta con mayor respaldo del público. Por esa línea han deambulado cintas como Los otros, siguiendo el género fantástico que le dio prestigio, y ya liberado de ese encasillamiento, la emocionante Mar adentro y la histórica Ágora, donde ha podido ejercer su capacidad para analizar cuestiones de actualidad de carácter religioso y moral, hasta pegarse el batacazo con la insulsa Regresión.
Pero con Mientras dure la guerra ha retomado la buena senda, abordando un tema de interés histórico, político y social, que se estrena en un momento ideal, cuando salvando las distancias la situación política de España se asemeja en más de un punto a la que reinaba hace ochenta años cuando se produjo el infame alzamiento nacional. Una República que sumió al país en el desorden, donde la izquierda no lograba entenderse y donde no había voluntad de resolver los problemas identitarios de Cataluña y el País Vasco. Y han pasado cuarenta años desde que volvimos a ser un país democrático y aún persiste la falta de voluntad para resolver cuestiones tan trascendentales para nuestra convivencia, mientras la marchita izquierda anda más perdida y náufraga que nunca. En ese contexto se vio sumergido un intelectual de la talla y la valía de Miguel de Unamuno, a quien Karra Elejalde se amolda para construir uno de los mejores sino el mejor papel de su carrera, un trabajo de contención y reflexión que hace aún más certero el mensaje que el director quiere transmitir con su película. El célebre escritor y rector de la Universidad de Salamanca personifica lo que muchas personas hoy sentimos, esa decepción con la pérdida de oportunidades para crear un entorno más justo y edificar una sociedad más feliz. Pero él lo lleva más lejos gracias a su posición privilegiada, ganada con muchos años de trabajo y dedicación y una merecida fama que le abrirá tantas puertas como otras se las cerrará. Su discreto e indisimulado entusiasmo con el alzamiento como arma para devolver el orden a un país fracturado se convertirá en un particular via crucis en el que la pérdida de los afectos y la impotencia ante unos acontecimientos que incluye el asesinato de seres muy queridos y cercanos a su círculo, le abrirán los ojos y le reafirmarán en su apuesta por la libertad y la ampliación de miras, la que solo la cultura y una intelectualidad bien ejercida pueden reivindicar frente a la ignorancia y la miseria de quienes quieren imponer su voluntad a la fuerza.
Sirva el prólogo de esta reseña para dejar claro que Amenábar, en su sana vocación de hacer un cine sencillo, digerible y de fácil consumo, en el que el mensaje llegue con eficacia y facilidad, logra un trabajo clarividente con esta emotiva y emocionante película. Un trozo de nuestra historia que aún nos persigue sin cicatrizar, por muchas películas de la Guerra Civil que se estrenen y mucha gente que lo lamente. Una puesta en escena respetuosa y sobria, unas interpretaciones excelentes y un proceso convincente de transformación ética y moral convergen en una película en la que en el fondo se nos está hablando de afectos, de cariños, de lazos, herencias y legado, de trabajar por un futuro más conciliador y justo, en el que por fin podamos sentirnos orgullosos y tranquilos no solo por nosotros sino por aquellos vecinos que siguen sufriendo desgarrados lo que sucedió hace casi un siglo. Un país, en definitiva, donde cantar un himno (con una sola letra) o admirar varias banderas no se convierta en motivo de confrontación, donde reine el respeto, el entendimiento y, en definitiva, el amor. Un país donde ya no hagan falta discursos tan certeros y emotivos como el del propio Unamuno que cierra esta hermosa y sincera película, hecha con mimo y cariño. Todo un conjunto de propósitos ciertamente difíciles de cumplir cuando hasta el contexto internacional en el que vivimos es tan decepcionante y hostil.