Marc Minkowski |
Todo
un lujo, acorde con lo que esta comedia musical representa, haber disfrutado por primera vez en Sevilla de tan
mítico título, después de haber escuchado su famosa obertura-vals en más de una
ocasión en los recurrentes conciertos de Año Nuevo, ahora de la mano del prestigioso
conjunto musical Les Musiciens du Louvre,
y su no menos afamado director y artífice, Marc
Minkowski, junto a un puñado de rutilantes
voces acompañadas de arrolladoras presencias, todo para redondear una función única e inolvidable.
Pero
Minkowski tiene también sus detractores, y su particular forma de hacer música, para algunos rozando incluso lo
desagradable, se hizo patente en la acelerada Obertura, con una cuerda aguda frecuentemente áspera e incluso
estridente, y unas dinámicas en exceso
contrastadas. Nada prometedor de lo que podría venir luego, y sin embargo
todo cambió radicalmente cuando de acompañar las voces y potenciar la acción se trató.
Iulia Maria Dan y Alina Wunderlin |
También
el director galo exhibió simpatía
interactuando con los y las intérpretes, que aportaron además de unas voces
de auténtica ensoñación, un porte inmejorable y una simpatía desbordante. La
acertada adaptación contó con innumerables guiños musicales, especialmente a
Mozart, y a nuestra lengua, mereciendo la hilaridad de un público entusiasmado.
Fiesta
de celebración
Así,
el ciento cincuenta aniversario de su
estreno lo celebramos aquí en óptimas condiciones, disfrutando de lo lindo con
esta comedia de enredo, tan bien hilada y convincente, además de punzante crítica sociológica y moral no
sólo a la burguesía vienesa del momento, sino a cualquier clase media alta de
la actualidad en los países de nuestro entorno.
Leon Kosavic y Huw Montague Rendall |
Como
Príncipe Orlofsky, la mezzo ucraniana Ekaterina
Chayka-Rubinstein se mostró contenida, mientras su canto se deslizó con
naturalidad y sin estridencias. Entrañable el Alfred del tenor escocés Robert Lewis, capaz igualmente de
contundentes agudos, como rotunda y autoritaria resultó la voz del veterano
barítono austríaco Michael Kraus. Y
en roles menos destacados, también funcionaron el barítono croata Kresimir Spicer y la soprano francesa Sandrine Buendia, además de Manfred Schwaiger como divertido actor
cómico en el segmento final de la función.
Pero
nada habría funcionado tan bien como lo hizo sin esa compenetración general, esa alegría
contagiosa que despertó el espectáculo de principio a fin, y la conjugación
de tanto talento y esfuerzo por parte de voces, instrumentistas y un coro, el
de Cámara del Palau de la Música
Catalana, tan implicado y entusiasmado como el resto de los y las
intervinientes.
Sandrine Buendia, Alina Wunderlin y Ekaterina Chayka-Rubinstein |
Artículo publicado en El Correo de Andalucía