Concierto nº 7 de la temporada 2022-2023 de la Orquesta Barroca de Sevilla. Enrico Onofri, dirección. Programa: Obertura de Olympie VB 33 y Sinfonía en do menor VB 142, de Joseph Martin Kraus; Obertura de Lo Speziale Hob. Ia/10 y Sinfonía no. 44 en mi menor “Trauer” Hob. I/44, de Joseph Haydn. Espacio Turina, sábado 27 de mayo de 2023
El
poder de convocatoria de la Barroca de Sevilla es sin duda extraordinario, y nos encanta que así sea. Pero una vez más nos preguntamos por qué
el público insiste en dejarse seducir por lo que ya conoce, mientras tiende a despreciar otras propuestas sumamente extraordinarias sin cuyo respaldo caemos en el peligro de prescindir de grandes citas internacionales en una ciudad que se pretende cosmopolita, y a las
partitas para clave de Bach interpretadas la semana pasada por Céline Frisch me remito, que apenas congregó a un centenar de oyentes. Lo mismo ocurre en el cine, con innumerables pantallas copando la atención de
un público ávido de que le cuenten lo mismo una y otra vez. Nos referimos a los superhéroes de Marvel, las carreras de Fast & Furious o los cuentos clásicos de Disney, mientras
otras propuestas más originales y enriquecedoras se marchitan en una cartelera en la que apenas resisten una o dos semanas.
Un público tan numeroso como la plantilla con la que se presentó la Barroca en su último concierto de la temporada, abarrotó el Espacio Turina para dejarse llevar por las formas siempre discutibles del ravenés Enrico Onofri al frente de una formación a la que conoce a la perfección, y que tan cómoda y encantada se siente a sus órdenes, por algo será. La ocasión sirvió además para presentar el último disco de la formación, esta vez sin atender a ningún tema en particular ni autor a recuperar en la esfera de lo estrictamente andaluz, sino presto a servir de plataforma para el lucimiento de algunos y algunas de sus solistas más destacadas. Así, Mercedes Ruiz enfrentándose a un concierto para violonchelo de Vivaldi, Jacobo Díaz deslizando su fraseo ágil y elegante en un concierto para oboe de Bach, Leo Rossi desplegando su habilidad al violín en una pieza también del compositor alemán, y Rafael Ruibérriz emergiendo triunfante en un concierto para flauta de uno de sus hijos, Cal Philipp Emanuel. De todo se hizo eco, ennobleciendo la función, el desparpajo elocuente de Ventura Rico, que no dudó en agradecer a Onofri su dedicación a la orquesta, y a algunos de los agitadores culturales que la apoyan su estímulo y confianza, entre ellos Camilo Montaño, presidente de la Asociación de Amigos de la Barroca.
Una batuta agitada para una música tumultuosa
En el programa se trataba de plasmar el estilo Sturm und Drang tan apreciado por la orquesta, que supuso la transición entre el Clasicismo y el primer Romanticismo, donde la estética abigarrada y tormentosa de la música acertaba a plasmar un carácter atormentado en busca continua del equilibrio que suponía un cambio rotundo de rumbo expresivo en los autores que iniciaron su práctica. Y para ello se echó mano de un autor de sobras conocido como es Haydn frente a otro olvidado a reivindicar con el que compartió época e inquietud artística, Joseph Martin Kraus, un triunfador en su momento que perdió la vida como consecuencia de la tuberculosis a una edad que todavía podemos considerar temprana. De éste Onofri abordó con toda la furia que le caracteriza una obertura dramática, Olympie, que ya presenta ese carácter tumultuoso extremadamente agitado que permite al director esos tempi rápidos y marcados acentos que le caracterizan, y que le llevaron en la Sinfonía en do menor del mismo autor a agotar todas las posibilidades expresivas de una música anclada en la agresividad más exacerbada.
No hubo sorpresa alguna con su manera de atacar la Sinfonía número 44 de Haydn, ya que la grabó con la orquesta sevillana en el disco que dedicaron a la presencia de la música del compositor austríaco en Sevilla. De hecho volvió a ser la versión usada en nuestra Catedral la que protagonizó la segunda parte del concierto, que arrancó con la obertura de la ópera Lo speziale, que la Barroca estrenó hace años en el Maestranza. De nuevo tempi rápidos, dinámicas acentuadas y contrastes muy marcados en la forma de Onofri de dirigir a una orquesta en muy buenas condiciones, con los metales haciendo mejor papel que en otras ocasiones, y una sección de cuerda grave fascinante, aportando mucho cuerpo y personalidad a la propuesta. Claro que en todo esto se añora siempre un mayor refinamiento y más regodeo en los múltiples acentos e inflexiones que marca la partitura, todo lo cual se diluye en favor del impacto inmediato y la agitación extrema. Onofri se sintió en todo momento abrazado y halagado por una orquesta que lo ha convertido en su hijo predilecto, aunque no haya gozado ni él ni ninguno jamás de su condición de director titular del conjunto.
Fotos:
Luis OlleroArtículo publicado en
El Correo de Andalucía