sábado, 31 de agosto de 2019

EL BARROCO AMABLE Y SENSUAL DE HARMONIA DEL PARNÀS

20ª Edición Noches en los Jardines del Alcázar. Carmen Romeu, soprano. Leo Rossi, violín barroco. Guillermo Martínez, violonchelo. Marian Rosa Montagut, clave y dirección. Programa: Omaggio Barroco (obras de Elisabeth Jacquet de la Guerre, José Pradas Gallén, José Marín, Arcangelo Corelli, Matero Romero “Maestro Capitán” y Jean Baptiste Lully). Viernes 30 de agosto de 2019

De izquierda a derecha: Montagut, Martínez, Romeu y Rossi
El caso de José Marín, aun siendo sorprendente, no es apartado. Antes y después que él ya hubo otros cuya sensibilidad musical no encajaba precisamente con su historial emocional, fuertemente pervertido por sus instintos criminales. El caso más conocido es el de Carlo Gesualdo, que en torno al seicento asesinó salvajemente a su esposa y el amante de ésta. Y si nos atenemos a otras disciplinas artísticas el número de sujetos que compaginaron su vida delictiva y artística aumenta considerablemente. Alguna neura debía andar por ahí suelta para permitirles poseer esa sensibilidad artística difícil de entender en desalmados de tal calibre. Viene esto al caso de que este año celebramos el cuatrocientos aniversario del nacimiento de José Marín, que fue tenor en la Capilla de Felipe IV, trabajó en el Monasterio de la Encarnación, donde llegó a ser considerado el mejor músico de Madrid antes de ordenarse sacerdote en Roma y cometer una serie de crímenes que le llevaron a la cárcel, la tortura y la secularización.

Siempre bienvenidos y bienvenidas por sus formas elegantes y sencillas a la hora de abordar repertorios como éste en el que repasaron algunas de las firmas más sobresalientes del período que abarca la vida y obra del homenajeado, el esplendor del Barroco, Harmonia del Parnàs regresó a los Jardines del Alcázar en formación de cuarteto, con su rutilante directora, Marian Rosa Montagut, al frente, la voz aterciopelada de Carmen Romeu y el refuerzo de Leo Rossi, curtido en las filas de nuestras Barroca y Sinfónica, al violín. El resultado fue una noche evocadora que casi logró el milagro de refrescar una de las más cálidas que hemos sufrido en este insólito verano de temperaturas más suaves de lo habitual.

La exquisitez y elegancia de Carmen Romeu asomó ya desde una de las cantatas françoises, la preciosa Jonás, de la compositora y clavecinista Elisabeth Jacquet de la Guerre, acólita de Luis XIV y gran conocedora de las formas italianas que importó a su música. Con un registro más próximo al de mezzo que al de soprano estricta, Romeu hizo gala de una enorme prudencia a la hora de articular cada frase y expresión, dotando de un considerable sentido de la teatralidad a una música que contó con un primoroso acompañamiento instrumental, especialmente en el caso de Rossi, cuyos frecuentes pasajes arpegiados lograron insuflar energía en las partituras.

Con una larga y compleja sonata de Corelli actuando de visagra, donde el violinista tuvo que vérselas con los pasajes más controvertidos de la velada, lo que le deparó algún que otro apuro y puntuales pérdidas de tono y afinación que no lograron empañar el magnífico acabado final, el resto del programa deambuló entre piezas de, entre otros, el valenciano José Pradas de Gallén, uno de los más grandes compositores del barroco español del XVIII y Maestro de Capilla de la Catedral de Valencia, cuyas valiosas aportaciones al villancico se dejaron ver en la simpática y singular Suena la ronca trompa, que Romeu entonó sin abandonar su proverbial elegancia y exquisito gesto teatral. Varios tonos del Cancionero de Marín, entre ellos la maravillosa Ojos, pues me desdeñáis, en una versión decididamente sensual y exquisita, así como una preciosa aportación de Maestro Capitán, músico de origen belga entre el Renacimiento y el Barroco, responsable de la introducción en España de ese estilo italiano tan presente en el fuerte componente teatral con el que el conjunto, y muy especialmente Romeu, abordaron el programa, y una hermosa recreación del célebre Sé que me muero de Lully, completaron una velada en la que también destacaron el buen hacer y la sutileza de Montagut al clave y Guillermo Martínez al violonchelo, aportando cuerpo y color al conjunto, siempre desde unas formas sutiles y elegantes.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

viernes, 30 de agosto de 2019

BUSTAMANTE Y COGATO EN CALIDAD ASCENDENTE

20ª Edición Noches en los Jardines del Alcázar. Alejandro Bustamante, violín. Tommaso Cogato, piano. Programa: 4 de las 6 piezas para violín y piano de Pauline García-Viardot; Tres Romanzas para violín y piano Op. 22, de Clara Schumann; Sonata F.A.E. para violín y piano, de Dietrich, Schumann y Brahms. Jueves 29 de agosto de 2019

Foto: Actidea
Varios conciertos en esta edición de las Noches del Alcázar han celebrado los dos siglos, que se cumplen el inminente 13 de septiembre, del nacimiento de Clara Schumann, más que la esposa de uno de los máximos representantes del romanticismo musical, una pianista imprescindible en su tiempo y una más que competente y sensible compositora de excelente música de cámara. En esta ocasión, como si se tratara de aquella fotografía que mostraba a Charles Chaplin, Mary Pickford, Douglas Fairbanks y David Wark Griffith a propósito de la fundación de United Artists, los intérpretes convocaron en nuestra imaginación a algunas de las personalidades más influyentes en la música de mitad del siglo XIX, los Schumann, la hija de Manuel García, Brahms y el virtuoso Joseph Joachim. Todos sobre las tablas del Alcázar soplando las imposibles doscientas velas de la homenajeada, a través de un precioso y muy singular programa, primorosamente concebido por sus intérpretes.
 
Resulta curioso que el talento del violinista Alejandro Bustamante, que tan buen sabor de boca nos dejó en la Mozartiada del pasado mes de enero, asomara con mayor nitidez en la compleja y exigente Sonata F.A.E. que en las más sencillas melodías de Pauline Viardot, concebidas para ser tocadas en salones y veladas tan elegantes como poco comprometidas. Así, lo que empezó con visibles muestras de inseguridad y nervios en el arco de Bustamante, potenciado con un exceso de vibrato y un sonido a menudo estridente en el registro agudo, iría derivando hacia un mayor control y una mejoría evidente de la calidad conforme fue avanzando el programa. Las morceaux que la Viardot compuso para su hijo Paul antes de que se convirtiera en un insigne violinista, encontraron en Bustamante una interpretación flácida, que no superó ni con los aires gitanos de Bohemienne ni la vivaz Mazurka. Tan solo la evocadora Vieille chanson encontró el tono justo. Cogato, tan querido por la audiencia que podría parecer que cuenta con nuestro favor, volvió a ganarse por derecho propio la aprobación general con un sentido del pianismo centrado y responsable, acoplándose al violín como un guante y potenciando el encanto sentimental de estas piezas.
 
Hemos tenido oportunidad de disfrutar recientemente de las Tres Romanzas de Clara Schumann en diversas transcripciones; apenas hace unas semanas al saxofón de Elisa Urrestarazu en este mismo escenario, y el pasado 8 de marzo, Día de la Mujer, con el joven Carlos González al clarinete. Poder escucharla ahora en su versión original fue un privilegio del que se hizo eco una interpretación ya más precisa y acomodada del violinista madrileño, especialmente en el caso de la nostálgica segunda romanza, que defendió tanto en sus pasajes líricos como en los más agitados con considerable solvencia, mientras Cogato logró transmitir el carácter obsesivo y ondulante de la tercera. El mismo año que Clara Schumann compuso estas romanzas, 1853, su esposo articuló un singular homenaje a Joseph Joachim, una sonata compuesta a tres manos, un hito irrepetible que fue sin duda la joya de este estimulante concierto. En ella Bustamante se mostró ya completamente desinhibido, probablemente por haberla ensayado más y porque a esas alturas estaba más familiarizado con la amplificación y las particulares condiciones del espacio abierto. Lo cierto es que logró dar cohesión interna y unidad formal a la pieza, sin traicionar el espíritu personal de cada uno de sus compositores. La intensidad emocional del Allegro de Albert Dietrich pareció dejar huella en el violinista, que logró mostrase igualmente intenso y comprometido en este el más largo y dramático de los cuatro movimientos. Salvó el Scherzo de Brahms con vehemencia y notable solidez, mientras de Schumann ofreció calidez en el Intermezzo, solo enturbiado por ciertos desequilibrios al apianar, e ímpetu y energía en el Finale, siempre con la complicidad de Cogato, que firmó una noche de notable sensibilidad y elegancia, además de un generoso melodismo, todo combinado con unas excelentes dotes como conferenciante a la hora de brindarnos explicaciones sobre las obras y sus circunstancias. Pocas veces tendremos la oportunidad de disfrutar de una interpretación en vivo de esta pieza única e irrepetible.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

jueves, 29 de agosto de 2019

INFIERNO BAJO EL AGUA Este hogar es una jungla

Título original: Crawl
USA-Francia-Serbia 2019 87 min.
Dirección Alexandre Aja Guion Michael y Shawn Rasmussen Fotografía Maxime Alexandre Música Max Aruj y Steffen Thum Intérpretes Kaya Scodelario, Barry Pepper, Morfydd Clark, Ross Anderson, Jose Palma, George Somner, Anson Boon, Ami Metcalf Estreno en Estados Unidos 12 julio 2019; en España 23 agosto 2019

Resulta difícil de digerir que un director como Alexandre Aja reciba el beneplácito de una crítica que lo reivindica título tras título, cuando no hace más que encadenar un bodrio tras otro. Aja no ha dado muchas muestras de talento a lo largo de su filmografía, ya sea realizando remakes como Reflejos o Las colinas tienen ojos que no superan a los originales, o embarcándose en dramas de corte fantástico sin hechuras ni convicción, como La resurrección de Louis Drax, con la salvedad de sus comedias de terror, la irregular Cuernos y la desmadrada Piraña 3D, único título memorable por su desmesura y consciente hilaridad, a falta de saber si las cintas que rodó en su Francia natal, Alta tensión y Furia, merecen o no la pena. Sin embargo una y otra vez se aplaude su supuesto ingenio a la hora de articular tensión e insuflar de ritmo a sus películas. Y quizás eso sea cierto, y también podamos celebrar en esta producción de Sam Raimi ese particular, mientras echamos literalmente fuego ante la irritación que nos provoca su disparatado e insufrible guión, obra de los también directores (The Inhabitants) hermanos Rasmussen.
 
Partiendo de aquellos añorados films de catástrofes de los setenta, en los que la tragedia se alternaba con alguna intrascendente intriga sentimental o familiar, y por una vez sin abusar de las posibilidades que brinda la tecnología moderna en efectos visuales y sonoros, con el fin de dotar al conjunto de una mayor credibilidad y potenciar lo muy en serio que el realizador y su equipo se toman la cosa, la cinta va acumulando situaciones absurdas y clichés de todos los tipos. No es el caso analizarlos uno a uno, con el fin de no revelar detalles de su argumento, pero va de unos caimanes enormes esparcidos por una pequeña comunidad de Florida como consecuencia de los efectos de un huracán, que empiezan moviéndose con total naturalidad en secano para posteriormente, por capricho del guión, desenvolverse solo bajo el agua cuando ésta inunda el lugar, por cierto un entresuelo que hace las veces del dichoso sótano tan afín a este tipo de películas de terror. Las ocasionalmente absurdas reacciones de sus protagonistas, Kaya Scodelario (protagonista femenina de El corredor del laberinto) y Barry Pepper haciendo de su padre, ambos traumatizados, que pretenderá con su participación relanzar su carrera de eterno secundario, así como la facilidad con la que los depredadores despedazan a las víctimas figurantes frente a la extrema dificultad que tienen para liquidar a los protagonistas, ni tan siquiera provocarles heridas de consideración a pesar de los suculentos bocados, contribuyen a la irritación total, sobre todo teniendo en cuenta que a diferencia de la referida Piraña, aquí todo quiere ser muy serio y muy auténtico.
 
Eso sí, los responsables del diseño de producción deberían ser galardonados con algún premio, teniendo en cuenta su habilidad para convertir el susodicho sótano, escenario de un hogar herido de muerte, en una jungla tropical de verdina y barro, bajo cuyas aguas cristalinas una campeona de natación por supuesto no necesita ni gafas para ver ni escafandra para respirar. Toda una inteligente metáfora sobre la lucha sin desfallecimiento que padre e hija emprenden a fuerza de heridas innecesarias para recomponer un hogar destruido. Una vez más el título original es más expresivo que el más peregrino español. Crawl se entiende como reptar, ir a paso de tortuga o nadar en ese estilo, crol. Si Aja y sus incompetentes guionistas se hubiesen tomado la empresa con más humor, quizás nos habría convencido más, pero aquí lo único gracioso es el nombre real de la perrita Sugar, Cso-Cso.

miércoles, 28 de agosto de 2019

RUIZ Y BARAVIERA ESTIMULAN NUESTRA IMAGINACIÓN

20ª Edición Noches en los Jardines del Alcázar. Mercedes Ruiz y Anastasia Baraviera, violonchelos. Programa: Dúos Op. 52 nº 3 y 1, de Offenbach; Dúo Op. 2 nº 2, de Breuer; Duett Hob. XII: 3 y 5, de Haydn; Bolero del Dúo Op. 103 nº 4, de Kummer.
Martes 27 de agosto de 2019



Baraviera y Ruiz
Yes We CanCan es el eslogan con el que Colonia celebra este año el doscientos aniversario del nacimiento de uno de sus compositores más insignes, el afamado Jacques Offenbach, nacido Jacob, judío y, claro está, alemán, pero convertido en católico por su matrimonio con la española Herminia de Alcaín, y nacionalizado francés por su afinidad con el espíritu y la estética parisinas tras perfeccionar allí sus estudios. Eslogan que proviene de la que es sin duda su composición más célebre, junto a la Barcarola de Los cuentos de Hoffman; nos referimos al Can Can de Orfeo en los infiernos, pieza en sí misma catalizadora del espíritu que define la música desprejuiciada, alegre, inquieta y más frivolizada que realmente frívola de Offenbach.
 
Sus numerosas operetas y aclamadas óperas han eclipsado su faceta como virtuoso violonchelista, que cimentó en los salones parisinos y dio paso a un amplio abanico de composiciones dedicadas a este instrumento de cuerda, incluido un concierto y una considerable cantidad de música de cámara. Para recordarnos este aspecto de su obra, dos de nuestras más reconocidas y celebradas violonchelistas, Anastasia Baraviera y Mercedes Ruiz, agrupadas gracias al proyecto La Hispaniola y compañeras de viaje en tantos otros como la Barroca de Sevilla, ofrecieron un recital tan estimulante como técnicamente impecable de sus dúos para violonchelo, alternados con otros de un contemporáneo suyo, un profesor y un genio al que siempre asociamos con la felicidad, esa alegría de vivir que dio título a esta singular velada musical.
 
Combatir la estupidez y estimular la intelectualidad
 
Foto. Actidea
Como muy bien apuntó una desinhibida Mercedes Ruiz que se tomó muy al pie de la letra lo de introducir cada una de las obras interpretadas, haciendo gala de una entrañable simpatía, la música de Offenbach cumple la función de remediar la estupidez, dar un respiro a la razón y estimular la actividad mental. Cita de Karl Krauss que solo cobra sentido y realidad si se interpreta en la forma, con la precisión y la intención con la que la abordaron las dos estupendas violonchelistas. Tanto los dos dúos del homenajeado como el que Haydn compuso para baritón, instrumento de la familia de la viola de gamba con unas seis cuerdas frotadas y otras aproximadamente doce pulsadas con el pulgar, lo que aumenta el contraste tímbrico y produce una gran resonancia, se hicieron eco de ese joie de vivre referido en el programa. Las intérpretes jugaron con sus armonías y alternaron voces entre melodías y floridos acompañamientos, de forma exquisita y equilibrada, sin estridencias ni las habituales distorsiones provocadas por la imprescindible amplificación.
 
Curiosamente fue la pieza del más desconocido autor de los convocados, Bernhard Breuer, la más sorprendente y más fuera de lugar del espíritu propuesto. Su Dúo Op. 2 nº 2 comienza sobrio, casi místico y religioso, con cierto aire barroco que contrasta con el clasicismo predominante en el resto del programa, y se enrosca luego en complejas ornamentaciones que fueron primorosamente defendidas hasta el breve remate en forma de allegretto. Con continuos reajustes entre piezas y movimientos, lo que provocó que el primer dúo no se interpretara de corrido a pesar de un preciosísimo cambio de registro entre el Tempo di marcia inicial y el misterioso adagio central, debido a la cualidad de los instrumentos de época y la intemperie que provoca frecuentes desafinaciones, Baraviera y Ruiz, revestidas en todo momento de cuerpo y decisión, terminaron con un colorista Bolero de Friedrich Kummer, autor de un importante manual para violonchelistas, incluido en su Dúo Op. 103 nº 4. Música e intérpretes lograron así estimular nuestra imaginación y por extensión nuestro intelecto.
 
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

martes, 27 de agosto de 2019

UNA ÍNTIMA CONVICCIÓN Anatomía de un posible asesinato

Título original: Une intime conviction
Francia-Bélgica 2018 110 min.
Dirección Antoine Raimbault Guion Isabelle Lazard y Antoine Raimbault Fotografía Pierre Cottereau Música Grégoire Auger Intérpretes Marina Foïs, Olivier Gourmet, Laurent Lucas, Philippe Uchan, Jean Benguigui, François Fehner, François Caron, Armande Boulanger Estreno en Francia y Bélgica 6 febrero 2019; en España 23 agosto 2019

A diferencia de hace algunas décadas, hoy resulta difícil abstraerse de la realidad y frivolizar con el crimen y la intriga cuando de cine de juicios se trata, y más cuando se juzga la presunta desaparición de una mujer a manos de su marido. Estamos muy mediatizados y hasta cierto punto concienciados en el asunto, la desigualdad de género y el crimen machista como para observar este tipo de productos con la misma mirada entre ingenua y curiosa con la que lo hacían nuestros antepasados, incluida cierta fascinación por el mal y quienes lo generan. Así las cosas un film de juicios es hoy más político que criminal, en progresión directa a nuestra predisposición a condenar al esposo al que presuponemos celoso, machista y maltratador.
 
Para su debut en la dirección de largometrajes, Antoine Rimbault fija su atención en un caso muy mediático en el país vecino, cuando un profesor universitario fue juzgado como presunto asesino de su mujer desaparecida, cuyo cuerpo nunca fue encontrado. La falta de pruebas llevó a una íntima convicción en el jurado, que es como se denomina en Francia a la certeza más allá de la duda que provoca la falta de seguridad en la culpabilidad o no del enjuiciado, de forma que se le absolvió. La película de Rimbault arranca cuando diez años después y tras un periplo moralmente infernal para el marido descarcelado, el caso se reabre a instancias del amante de la mujer desaparecida y el ministerio fiscal hasta someter al encausado a un nuevo proceso judicial. El abogado defensor, un Eric Dupond-Moretti que curiosamente se ha interpretado a sí mismo en otras producciones pero aquí es incorporado por el veterano y acaso excesivo Olivier Gourmet, a quien hemos visto en varias películas de los Dardenne, se erige en protagonista real de la función, mientras el guion echa mano de un personaje ficticio para provocar una particular tesis sobre el linchamiento mediático y emocional.
 
Marina Foïs, a quien hemos visto en cintas como El taller de escritura o más recientemente en El gran baño, incorpora con soltura y espontaneidad a este personaje. Se trata de una miembro del jurado original, abrumada por su convencimiento sin fisuras de la inocencia del encausado, que se entrega a una batalla fatigosa y sin descanso por lograr su segunda absolución. Pero es ahí donde quizás falle a nuestro juicio el experimento, desde el momento en el que no se explica suficientemente la motivación tan fuerte que tiene esta mujer como para someterse a incansables horas de escucha de conversaciones telefónicas, toma de apuntes, abandono de responsabilidades familiares e incluso pérdida voluntaria del trabajo. Una obsesión mal calculada que junto al exceso de verborrea que provoca no solo el hecho de tratarse de una película de juicios, sino que todo el proceso se base en interminables conversaciones telefónicas custodiadas por policía y juzgados, lo que da medida de lo vulnerable que es nuestra vida privada en un contexto contemporáneo, hace que el film llegue por momentos a ser poco digerible y fatigoso, acusando nuestra falta de interés y atención.

ESTE NIÑO NECESITA AIRE FRESCO Una infancia creativa ante la adversidad

Título original: Der Junge muss an die frische Luft
Alemania 2018 100 min.
Dirección Caroline Link Guion Ruth Toma, según el libro de Hape Kerkeling Fotografía Judith Kaufmann Música Niki Reiser Intérpretes Julius Weckauf, Luise Heyer, Ursula Werner, Hedi Kriegeskotte, Sönke Möhring, Joachim Król, Elena Uhlig, Birge Schade, Maren Kroymann, Rudolf Kowalski, Kathrin von Steinburg, Eva Verena Müller, Diana Amft Estreno en Alemania 25 diciembre 2018; en España 23 agosto 2019

Siempre sensible a la familia en un entorno especial, sobre todo cuando rueda en el continente africano (Un lugar en África, por la que logró el Oscar a la mejor película de habla no inglesa, y Destino Marrakech), Caroline Link vuelve a rodearse de mujeres delante y detrás de la pantalla para contarnos la singular infancia de uno de los cómicos más queridos y valorados en su país, Hape Kerkeling. Y aunque el personaje, que se interpreta a sí mismo en el conmovedor final, se revela un auténtico desconocido aquí y seguramente en el resto de países donde la cinta se puede ver, ello no impide disfrutar de su particular trayectoria, perfectamente identificable con muchos y muchas de nosotras o con gente que hayamos conocido en ese período mágico y tan imperecedero que parece toda otra vida dentro de la nuestra como es la infancia. Y eso que hace una década publicó un libro titulado Bueno, me largo, en el que relataba su particular experiencia en el Camino de Santiago, que acabó inundando la ruta de alemanes.

Un impagable y redondete Julius Weckauf se mete en la piel del humorista cuando contaba apenas ocho años, y de paso en nuestros corazones, para componer con la ayuda de un elenco impecable, una narrativa ágil y una dirección esmerada, esta historia de tolerancia ante la diferencia y de crecimiento personal, que transcurre a lo largo de apenas un par de años a principios de la década de los setenta del siglo pasado, cuando el país se encontraba dividido. Las claves de su éxito como mago de la risa la encontramos en una familia distendida, alegre y desprejuiciada, aunque sus miserias y carencias no escapan al espectador, mientras sí parecen hacerlo, gracias al talento del equipo de producción y dirección, a los ojos de un chaval empeñado en aliviar el dolor y la ausencia con una visión cómica y colorista de la vida y una enorme capacidad para contagiar de felicidad al prójimo, incluida una platea que se descubre perpleja ante una realidad dura y dolorosa que no escapa sin embargo de nuestra sonrisa.

Quizás a ello contribuya también la ambientación en una primeavera-verano eterna, como suele aparecer en los telefilms germanos de sobremesa a los que nos tiene acostumbrados la televisión pública, pero aquí con más sentido e intención. No es capricho, tratándose de una cinta donde la sensibilidad femenina tiene tanto peso, que sean las mujeres quienes más influencia ejerzan en este simpatiquísimo Manolito Gafotas alemán, ¿no es así acaso como se forjan las mentes creativas y artísticas más influyentes? Puede que el niño necesite aire fresco, pero la película tiene de sobra.

miércoles, 21 de agosto de 2019

LA VIRGEN DE AGOSTO Dos semanas en (otra) ciudad

España 2019 125 min.
Dirección Jonás Trueba Guión Itsaso Arana y Jonás Trueba Fotografía Santiago Racaj Intérpretes Itsaso Arana, Vito Sanz, Joe Manjón, Isabelle Stoffel, Luis Heras, Mikele Urroz, María Herrador, Naiara Carmona, Sigfrid Monleón Estreno 15 agosto 2019

Una vez liberada de su personaje en La reconquista, la anterior película de Jonás Trueba, aunque manteniendo un encuentro-guiño con su amante en aquélla, Francesco Carril, Itsaso Arana escribe y protagoniza ahora este film de autodescubrimiento y florecimiento. Eva es una chica en la treintena que decide pasar sus vacaciones de verano en la misma ciudad en la que reside, Madrid, redescubierta y experimentada desde un punto de vista alternativo y más relajado, empezando por mudarse de piso como quien alquila un apartamento en la costa. A nuestros ojos vuelve sin embargo a mostrarse un Madrid archivisto, ya visitado en anteriores ocasiones por el director de Todas las canciones hablan de mí y Los exiliados románticos. Bares, verbenas y garitos conforman así una geografía en la que sus personajes pasean sus emociones y sentimientos, esta vez con algo más de naturalidad y variedad que en su anterior y muy irritante trabajo.
 
Con una vocación cosmopolita que ayuda sobremanera a abrir la mente de una mujer algo acomplejada, pudorosa y desorientada, rodeándose de nuevas amistades que representan cierto abanico de la farándula europea, y observando a los y las turistas que le acompañan en su periplo vacacional, una vez más habrá de ser el amor el que despierte esas inclinaciones tan asociadas a la mujer, de cuya feminidad y feminismo este trabajo pretende convertirse en un referente. No cabe duda de que Trueba ha buscado un lenguaje propio desde su ópera prima, y que aunque mantiene ciertos puntos de conexión con Rohmer o Allen, se distancia también de ellos creando una iconografía y un paisajismo tan propio como hasta cierto punto intranscendente.
 
A pesar de todo ha logrado construir su película más convincente y amable, logrando mantener el interés no obstante la condición de sus personajes, siempre tan pavos y caprichosos, ajenos a los problemas coyunturales para situarse en un meandro de idealismo e ilusión poco realista. Cabe reprocharle una general falta de tensión en las situaciones y entre sus personajes, especialmente apreciable en crisis de amistad, descubrimiento de instinto maternal y prácticas de relajación para mitigar los dolores del período. Arana concede mejores líneas de diálogo a sus compañeros y compañeras de reparto, mientras se reserva de nuevo un papel en el que las caras dulces y las expresiones desnortadas no le ganan la batalla a otras presencias más firmes como las de Stoffel y Urroz.

martes, 20 de agosto de 2019

ÉRASE UNA VEZ EN... HOLLYWOOD Emocionante fábula cinéfila

Título original: Once Upon a Time in... Hollywood
USA 2019 165 min.
Guion y dirección Quentin Tarantino Fotografía Robert Richardson Intérpretes Leonardo DiCaprio, Brad Pitt, Margot Robbie, Emile Hirsch, Margaret Qualley, Al Pacino, Kurt Russell, Bruce Dern, Timothy Olyphant, Dakota Fanning, Damian Lewis, Luke Perry, Lorenza Izzo, Michael Madsen, Scoot McNairy, James Remar, Julia Butters, Austin Butler, Mike Moh, Nicholas Hammond, Rafal Zawierucha, Damon Herriman, Brenda Vaccaro Estreno en el Festival de Cannes 21 mayo 2019; en Estados Unidos 26 julio 2019; en España 15 agosto 2019

Puede que la película número nueve de Tarantino, como viene anunciándose, no sea la mejor ni la más sorprendente de su filmografía, pero no cabe duda de que es todo un festín, un entretenimiento sobresaliente y una gozada para quienes amamos el cine popular, y más concretamente el Hollywood clásico, aunque sea en época de crisis como la que retrata su nueva cinta. Es discutible por otro lado que éste sea su noveno trabajo como director de largometrajes; quien así lo decidió obvió su ópera prima, la desconocida My Best Friend’s Birthday, así como su episodio del programa doble Grindhouse, Death Proof, cuyo otro título, firmado por su amigo Robert Rodríguez, fue Planet Terror. Además no cabe apreciar el cine de Tarantino sin otros títulos cruciales en su filmografía, como el episodio The Man from Hollywood de Four Rooms, o sus guiones para Amor a quemarropa, Asesinos natos y Abierto hasta el amanecer, donde además aparecía como protagonista junto a George Clooney.
 
De cualquier modo lo que depara este nuevo título es una declaración definitiva de amor al cine que le vio crecer e hizo de él probablemente el director más cinéfilo de cuantos ocupan hoy las pantallas de todo el mundo. Con un reparto inabarcable en el que, cómo no, abundan los nombres recuperados, como una inapreciable Brenda Vaccaro o el protagonista de The Warriors, James Remar, y una puesta en escena que no escatima en recursos, decorados y alardes técnicos, Tarantino ofrece más que una crónica de ese Hollywood vetusto que despedía una era de supuesta inocencia y abrazaba los nuevos tiempos más transgresores y polémicos, una fábula sobre la capacidad del cine para crear ilusión y aliviar nuestros temores y pesadillas más recurrentes.
 
Tomando como base uno de los acontecimientos criminales que más nos han conmovido desde siempre, el asesinato de Sharon Tate, entonces prometedora actriz casada con Roman Polanski, y sus invitados a manos de la Familia Manson, una banda de hippies que ya tuvieron en los setenta una serie de televisión, Helter Skelter, el film sigue fundamentalmente las andanzas de un par de amigos dedicados al cine, una medio estrella de la televisión en busca de su espacio en un sistema cambiante, y el especialista que le sirve de doble en las secuencias de acción. Aunque Tarantino confiesa haberse basado principalmente en el actor Ty Hardin, con quien este Rick Dalton interpretado por DiCaprio coincide en haber protagonizado una exitosa serie western en televisión, y el especialista Hal Needham, doble de Burt Reynolds, con quien el actor mantuvo una estrecha amistad, todos estos ingredientes calzan a la perfección con Clint Eastwood y su inseparable amigo Buddy Van Horn, especialista y director de algunos de sus títulos, cuya amistad se ha remontado hasta J. Edgar. Como él, Dalton protagoniza una serie del oeste (Rawhide en el caso de Eastwood) y decide rodar en Italia y España para afianzar su carrera, antes de embarcarse en películas de aventuras con la guerra y los nazis como telón de fondo, como las que también protagoniza el ficticio Dalton aunque en su caso antes de emigrar, y que Tarantino, con su proverbial sabiduría cinéfila ha ilustrado con la música de Bernard Herrmann que Hitchock rechazó para Cortina rasgada.
 
La amistad de Rick Dalton con Cliff Booth, al que da vida Brad Pitt, parece una calcomanía de la que hemos apuntado con Van Horn. Dicho esto, Érase una vez en Hollywood (nada que ver con el título homónimo con el que en España bautizamos el documental sobre los musicales de la Metro Goldwyn Mayer That’s Entertainment!) es una fiesta permanente, plagada de buena música entre la que se ha colado el éxito de Los Bravos Bring a Little Lovin’, y salpicada de grandes secuencias, como el diálogo de Dalton con una repelente niña prodigio, el primer encuentro con la banda de Manson, o el inquietante final. Mucho se habla de la capacidad de Tarantino para generar escenas violentas, y algo menos para dejar respirar sus secuencias y sus intérpretes. Aquí afortunadamente, como ocurría en Jackie Brown, una de sus películas menos celebradas y sin embargo más simpáticas, hay mucho de lo segundo y bastante menos de lo primero. Las aportaciones de los personajes de Steve McQueen, Bruce Lee o Sam Wanamaker no tienen desperdicio y en conjunto resulta difícil pensar que alguien no se deje seducir por este canto de amor al cine, su mundo, frivolidad, grandeza y miseria, y sobre todo ilusión y emoción, como la que destila un final antológico al son de la música que Maurice Jarre compuso para el western crepuscular de John Huston El juez de la horca.

lunes, 19 de agosto de 2019

MASCOTAS 2 Una perezosa continuación

Título original: The Secret Life of Pets 2
USA-Francia-Japón 2019 98 min.
Dirección Chris Renaud y Jonathan del Val Guion Brian Lynch Música Alexandre Desplat Voces (en versión original) Patton Oswalt, Kevin Hart, Harrison Ford, Eric Stonestreet, Jenny Slate, Tiffany Haddish, Lake Bell, Dana Carvey Estreno en Estados Unidos 7 junio 2019; en España 9 agosto 2019

Ya se sabe que no hay una sin dos ni tres. Así se ha cumplido con Toy Story, La edad de hielo, Madagascar, Mi villano favorito, Shrek o Angry Birds por citar solo algunos éxitos del cine reciente de animación. Hace tres años saltaron a la pantalla las simpáticas Mascotas del título como propuesta amable y educativa, dirigida fundamentalmente al público infantil sin despreciar al adulto al que contentar con una serie de lustrosos gags cómicos. Su principal artífice, Chris Renaud, también responsable del éxito del Grú y sus divertidos Minions, no se come mucho el tarro a la hora de estirar las aventuras de perros, gatos y otras especies habitantes de la gran ciudad, aunque aparentemente la empresa se disfrace de ingenio.
 
Se trata de conjugar tres historias en principio independientes que convergen en un final evidente. Max sobreprotege al bebé de sus amos y exhibe sus miedos e inseguridades, que quizás supere con la ayuda de Gallo, un perro guardián al que pone voz Harrison Ford en su versión original; Bridget ha perdido el juguete que Max le había confiado, debiendo mezclarse con una nutrida camada de gatos para recuperarlo; y Daisy con la ayuda de SuperPompón se embarca en la liberación de un tigre circense, quizás el apunte más interesante de este film que se apunta así a la gesta de denunciar los circos con maltrato animal.
 
Todo fluye de forma convencional, apta más para chiquillos que para adultos a los que el conjunto no llega a seducir, provocando incluso cierto aburrimiento. No hay grandes alardes técnicos ni sorpresas llamativas, mientras del final se adueña la inevitable violencia con la que desde tiempos inmemoriales el cine americano domestica a sus desprevenidos impúberes.

HISTORIAS DE MIEDO PARA CONTAR EN LA OSCURIDAD y olvidar al salir de ella

Título original: Scary Stories to Tell in the Dark
USA 2019 111 min.
Dirección André Øvredal Guion Dan Hageman, Kevin Hageman, Guillermo del Toro, John August, Marcus Dunstan y Patrick Melton, según el libro de Alvin Schwartz Fotografía Roman Osin Música Marco Beltrami y Anna Drubich Intérpretes Zoe Margaret Colletti, Michael Garza, Austin Zagur, Gabriel Rush, Natalie Ganzhorn, Austin Abrams, Gil Bellows, Dean Norris, Kathleen Pollard, Lorraine Touissaint, Javier Botet Estreno en Estados Unidos y España 9 agosto 2019

No es casualidad que los cuentos que Alvin Schwartz escribió y recopiló en tres volúmenes a lo largo de la década de los ochenta, hayan encontrado eco ahora en esta resurrección generalizada que el cine estadounidense está perpetrando del género de aventuras adolescentes que tanto se prodigó precisamente en aquella época y que ahora ha sido impulsado fundamentalmente a través de la exitosa serie de televisión Stranger Things.
 
Lo que sí resulta decididamente sorprendente es que el guion haya sido escrito entre seis, incluido su productor y principal avalista, Guillermo del Toro, considerando la pobreza extrema de su escritura, con frases de una calidad literaria paupérrima confiadas a jóvenes intérpretes de escasa o nula capacidad para empatizar o inquietar. La idea es refundir varios de estos cuentos en un argumento único que los ensamble al estilo Destino final, con una tendencia a la rutina exacerbante solo salvada por algunos momentos de ingenio creativo, generalmente relacionado con la originalidad de sus criaturas, alguna de ellas interpretada por el imprescindible Javier Botet.
 
No cabe duda de que la cinta es entretenida, pero decididamente pobre en sus planteamientos, su gramática y contenido, a pesar del buen material literario de arranque y una apuesta seria por su puesta en escena y espíritu combativo a través de la ambientación en una época tan convulsa en Estados Unidos como el final de los sesenta del siglo XX, Vietnam, el racismo y Nixon a la cabeza, paradigmas de un terror mucho más preocupante que el que presiden las monstruosas pesadillas de sus endebles protagonistas. Cabía esperar más del realizador de la inquietante aunque tampoco redonda La autopsia de Jane Doe, de origen noruego y con un puñado de películas a sus espaldas en su país, pero al menos podemos agradecerle que no abuse de efectismos ni estridencias baratas.

Estreno de LA CASA DE VERANO en salas comerciales

Reseña de la película, estrenada en el Festival de Cine Europeo de Sevilla el 12 de noviembre de 2018. Estreno en salas 15 de agosto de 2019

sábado, 10 de agosto de 2019

EL SONIDO ROBUSTO DE VANITAS DÚO

Albert Colomar, piano. Jorge Gresa, violonchelo. Programa: El pont, de Mompou; Sonata para cello y piano nº 2 en Sol menor Op. 5 nº 2, de Beethoven; Sonata para cello y piano en Do Mayor Op. 119, de Prokofiev. La Casa de los Pianistas, viernes 9 de agosto de 2019

Una buena programación, un gran proyecto, toda la ilusión y un esfuerzo extraordinario han logrado que casi podamos hablar de la consolidación definitiva de La Casa de los Pianistas. El apoyo del público es ya considerable y la programación no decae ni en verano. Mientras otras manifestaciones estivales se apoyan en el aire libre nocturno, que este año está siendo especialmente fresco y generoso, Yolanda Sánchez convoca al público, cada vez con mayor éxito, a su sala para unas ochenta personas, donde una buena acústica y la intimidad del entorno ayudan a hacer de cada velada una experiencia mágica y valiosa.

Calidad y juventud vuelven a darse la mano en el caso del Dúo Vanitas, integrado por el violonchelista sevillano Jorge Gresa y el pianista mallorquín Albert Colomar, que se conocieron hace dos años en Utrecht, donde realizaban los imprescindibles estudios de posgrado que les abran más y mejores puertas de las que ya han atravesado, y que les ha llevado a ocupar plazas en orquestas y proyectos centrados en jóvenes talentos. Confiesan que la afinidad que encontraron entre sus estéticas y la notable compenetración que observaron a la ahora de tocar, les llevó a formar este dúo con el que ya se han presentado en otros espacios de Alemania y España. Su experiencia sigue siendo sin embargo corta y por eso sorprende el nivel de calidad alcanzado en esta comparecencia sevillana.

El pont, una preciosa composición de Federico Mompou original para piano, que luego adaptó para dialogar con el violonchelo y así ofrecerla a Pau Casals, abrió el programa. Ya entonces se adivinó el sonido carnoso y aterciopelado de Gresa, así como la robustez de Colomar al piano, en una versión llena de encanto y sensibilidad, unas señas que se repitieron en la propina al final del concierto, el Largo de la Sonata op. 65 de Chopin, prodigio de emociones y cantabilidad. Podemos considerar las sonatas para violonchelo de Beethoven como las primeras importantes concebidas para el instrumento como solista, poseedoras además de un lenguaje pre romántico que caracteriza mucho su espíritu. Gresa y Colomer trasladaron con precisión y ahínco este particular, haciendo hincapié en un sentimiento a veces doloroso. Siempre defendemos la expresividad frente a la depuración técnica, por eso importan menos ciertas caídas de tono en el violonchelo y un exceso de impetuosidad en el teclado, que por otro lado realizó un trabajo armónico impecable, frente al vigor y la emoción con que los dos jóvenes abrazaron esta obra maestra de Beethoven. Muy elocuentes los silencios que condujeron del patético adagio inicial al allegro consecutivo, con un persuasivo y casi vehemente violonchelo y un inquieto piano que provocó incluso que ante los aplausos entre movimientos, el propio Colomar se levantara a saludar para inmediatamente reaccionar y darse cuenta del simpático error. El rondó final lo resolvieron de forma ágil, alegre y muy enérgica, siempre desde una concepción robusta, casi férrea, del sonido. Algo que no siempre es conveniente y merece vayan depurando.

Con la imponente Sonata de Prokofiev los jóvenes intérpretes acusaron más interés en lograr la transparencia e inflexión de sus líneas melódicas que en conseguir plasmar ese doble filo que destila una obra aparentemente amable y gloriosa, compuesta sin embargo en una época desdichada para el autor, con su enfermedad muy avanzada y agotado por los continuos juicios morales a los que el stalinismo sometía su obra, lo que conlleva, por otro lado como es habitual en el autor, una porción considerable de veneno en el apetecible pastel. Se trata de esa ironía tan frecuente en el autor de Romeo y Julieta, y que no siempre se acierta a plasmar. De nuevo aquí Colomar acusó exceso de impetuosidad y vehemencia, y Gresa alternó pasajes de inusitada belleza con otros en registro agudo más estridentes, aunque en general se trató de una exhibición bastante digna y apropiada, celebrada con largos aplausos agradecidos por un trabajo lleno de esfuerzo e ilusión, tan bien transmitido por los aguerridos intérpretes.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

jueves, 8 de agosto de 2019

JUAN DIEGO FLÓREZ EMOCIONA EN JEREZ

VI Festival Tío Pepe de Jerez. Juan Diego Flórez, tenor. Ruzan Mantashyan, soprano. Christopher Franklin, director. Orquesta Filarmónica de Málaga. Programa: Oberturas, arias y dúos de Zampa, de Hérold, Romeo y Julieta y Fausto, de Gounod, La favorita y Lucia di Lammermoor, de Donizetti, Manon, de Massenet, Cavalleria Rusticana, de Mascagni, y La bohème, de Puccini. Miércoles 7 de agosto de 2019

Juan Diego Flórez en un momento de su
actuación en el Festival Tío Pepe
Foto: Miguel Ángel Castaño
En los últimos años han proliferado en nuestra comunidad los festivales de verano, combinando lírica, jazz, pop y otros géneros musicales para mayor deleite de un público que acude a ellos buscando una experiencia que trascienda lo puramente musical, en la que el entorno, la oferta gastronómica y la posibilidad de alargar la velada con actuaciones y baile en directo, se convierten en atractivos añadidos. El de las Bodegas Tío Pepe de Jerez de la Frontera cumple seis años y se une a otros como el Starlite de Marbella, que con tan solo dos ediciones más se ha convertido en evento de referencia. El Tío Pepe suele incluir en su programación al menos una gala lírica por edición. Si en años anteriores los invitados fueron el tenor jerezano Ismael Jordi y la soprano Ainhoa Arteta, tan vinculada a nuestra comunidad, éste ha sido el año de Juan Diego Flórez, que menos de un año después de su recital en el Maestranza de Sevilla, ha vuelto con energías renovadas y una oferta sustancialmente diferente a la presentada en nuestra ciudad, donde actuó acompañado del pianista Vincenzo Scalera.
 
A estas alturas de su carrera parece emular la práctica de muchas estrellas del canto en etapa madura, impulsar la carrera de una artista incipiente. Un padrinaje que se convierte en garantía de calidad y que en este caso tuvo en la joven soprano armenia Ruzan Mantashyan la demostración de una apuesta firme y segura. Juntos y por separado ofrecieron un recital cuya calidad y nivel de exigencia estuvieron muy por encima de lo que cabría esperar en este tipo de manifestaciones veraniegas. La participación de la Filarmónica de Málaga, orquesta habitual en esta tierra gaditana, especialmente en el foso del Villamarta, añadió atractivo al espectáculo bajo la experta dirección del norteamericano Christopher Franklin, cuya carrera ha desarrollado principalmente en el terreno operístico, habiendo además acompañado a Flórez en giras anteriores.
 
Bel canto, Romanticismo y Verismo sobre el escenario
 

Ruzan Mantashyan canta el Aria de las Joyas en un
montaje de Fausto de la Ópera de Ginebra,
bajo las órdenes de Michel Plasson
Flórez parece haber aparcado el belcantismo rossiniano que le hizo tan célebre a principios de su carrera, y que continuó cultivando tanto tiempo. Sólo la obertura de la ópera Zampa del olvidado compositor francés Louis-Ferdinand Hérold recordó esta etapa rossiniana del tenor peruano. A partir de ahí empezó sumergiéndose en aguas del romanticismo con varias páginas del Romeo y Julieta de Gounod, como un Lève-toi soleil en el que hizo acopio de su proverbial buen gusto y un exquisito fraseo, además de una envidiable potencia cuya virtud no quedó solapada por la inevitable amplificación. Triunfó con una sensacional interpretación de Tombe degli avi miei de Donizetti, y se metió al público definitivamente en el bolsillo con Puccini, de quien ofreció una conmovedora Che gelida manina, y ya en las propinas un Nessun dorma que aunque evidenció cansancio, estuvo a la altura de lo aceptable.
 
Flórez, Mantashyan, Franklin y la Filarmónica de Málaga
Foto. Miguel Ángel Castaño
La joven Mantashyan se estrenó con el alegre y victorioso Je veux vivre de Julieta, continuando en la misma línea pero más segura, vigorosa y caldeada en el Aria de las Joyas de Fausto de Gounod. Precisamente su papel de Margarita en esta ópera de Gounod y el de Mimí en La bohème, de la que interpretó con sentimiento, considerable teatralidad y sin afectación la preciosa Mi chiamano Mimì, son los dos roles con los que inició su carrera hace unos seis años. Su voz cálida y carnosa, sin tiranteces y con facilidad para modular y cambiar de registro, fue una de las sensaciones de la noche, colaborando en unas escenas y dúos junto a la estrella hispana que lograron un considerable nivel de calidad. Franklin dirigió con aplomo y atención al detalle a una Filarmónica de Málaga que se entregó a placer, con momentos tan logrados como el Granada que entonó Flórez en uno de los bises, repitiendo el esquema de su actuación en Sevilla en el que figuraron La flor de la canela, Cucurrucú Paloma, una marinera tradicional peruana y un trepidante y festivalero Gato montés a dúo con una aflamencada y muy simpática Mantashyan, además del referido aria de Turandot que, como hizo en Sevilla, animó a tararear al público. Mañana repite programa en el Festival de Peralada, pero con otra orquesta y director y seguramente algún bis menos.
 
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

martes, 6 de agosto de 2019

VICKY LUNA, QUIQUE BONAL Y SU PARTICULAR FUSIÓN DEL ALMA

20ª Edición Noches en los Jardines del Alcázar. Vicky Luna, voz. Quique Bonal, guitarra eléctrica. Programa: La voz del alma: Recordando a las Divas del Soul.
Lunes 5 de agosto de 2019

Foto: Actidea
Juntos o por separado, Vicky Luna y Quique Bonal llevan protagonizando años los carteles de estas noches estivales en los Jardines del Alcázar. Por no remontarnos más allá de la presente década, han paseado su particular visión del rhythm & blues norteamericano junto al grupo que forman con Nani Conde al bajo y Rafa Rabal o José Mena a la batería, Q & The Moonstones, con programas centrados en temas propios en colaboración con el célebre productor Mike Vernon, que ha trabajado entre otros con Eric Clapton y Fleetwood Mac. Ella ha participado en varias ocasiones junto a Ismael Sánchez, formando el dúo Chez Luna, con programas en torno al músico brasileño Noel Rosa o desgranando algunos éxitos del cine contemporáneo, incluso interpretando boleros con el también guitarrista Javier Pereyra. Por su parte, el onubense Quique Bonal ha participado en programas de gypsy jazz junto a Kid Carlos, o con el conocido guitarrista sevillano Charly Cepeda. Ya era hora de que les hiciéramos una merecida reseña.
 
Se nota que son unos apasionados de la música estadounidense; escuchándolos uno casi parece estar recorriendo sus fascinantes calles y carreteras, mezclándose con lo mejor de ese país norteamericano. Ya en la edición de 2011 Luna y Bonal participaron en el Alcázar con música negra norteamericana, que ahora concretan en el soul y el blues en clave femenina, ofreciendo una suerte de tributo a las grandes divas del género, siempre desde el respeto pero sin renunciar a un estilo propio que los aleje del simple cover mimético. Cierto que en el repertorio a veces resulta discutible identificar estos standards con las voces homenajeadas, pero en la mayoría de los casos fueron ellas quienes realizaron las versiones más populares de estos clásicos modernos.
 
Grandes divas en una voz enérgica y comprometida
 


Foto: Actidea
Love Me or Leave Me, el tema de Gus Kahn y Walter Donaldson que inmortalizó Lady Day, Billie Holiday, en los cuarenta, introdujo un recital de grandes canciones que continuó con There’ll Be Some Changes Made en tributo a Dinah Washington, siempre según versión matizada con voz de timbre luminoso y flexible capacidad para adaptarse a múltiples registros, y una notabilísima potencia y energía, de una simpatiquísima Vicky Luna. Sin olvidar la sana complicidad del espléndido guitarrista, a veces practicando ese fingerpicking que tan bien se le da, de manera que en ocasiones parecían fusionarse. En solitario Bonal desgranó un Mr. Sandman lleno de brillo y ritmo, en claro homenaje a los tríos femeninos que tanto proliferaron en la Segunda Guerra Mundial, especialmente The Andrew Sisters.
 
La voz de Vicky Luna se tornó más áspera y temperamental con éxitos de Janis Joplin, un Trouble in Mind que ya forma parte habitual de su repertorio, y de Mahalia Jackson, el popular góspel Down by the Riverside, que cantó sin renunciar a su estilo propio pero añadiendo gotas de color que los identificaran con sus carismáticas intérpretes. También se marcó unos divertidos bailes con el clásico de Duke Ellington It Don’t Mean a Thing, que aprovechó para practicar el scat singing característico de Ella Fitzgerald. Una preciosa versión de Son of a Preacher Man, más próximo a la voz dulce y sensual de Dusty Springfield que a la de la homenajeada Aretha Franklin, y unas muy emotivas interpretaciones de At Last, tema habitual de la orquesta de Glenn Miller que Etta James hizo inmortal en los sesenta, y del I’m Ready de Koko Taylor, completaron un exquisito programa que también incluyó un tema de la propia Vicky, Goodbye, en perfecta armonía con el resto del repertorio, otro scat dedicado a la gran Sarah Vaughan, y los muy sensuales Why Don’t You Do Right, que Della Reese inmortalizó antes de que lo hiciera Amy Irving poniéndole voz a Jessica Rabbit, y el tantas veces versionado Fever, esta vez para recordar a Peggy Lee. No faltó un sentido homenaje a Amy Winehouse, con el tema Stronger Than Me que Luna ya ha cantado otras veces en este mismo escenario. Y tanto disfrutaron y nos hicieron disfrutar que el concierto no parecía acabar nunca a pesar de salirse con creces del horario impuesto por el Patronato del Alcázar.
 
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

lunes, 5 de agosto de 2019

PADRE NO HAY MÁS QUE UNO La comedia más refrescante del verano

España 2019 96 min.
Dirección Santiago Segura Guion Santiago Segura y Marta González de Vega Fotografía Ángel Iguacel Música Roque Baños Intérpretes Santiago Segura, Toni Acosta, Silvia Abril, Leo Harlem, Luna Fulgencio, Carlos González Morollón, Calma Segura, Sirena Segura, Martina D’Antiochia, Wendy Ramos, Anabel Alonso, Pepa Charro, Miguel Lago, Marta González de Vega, Diana Navarro Estreno 2 agosto 2019

Hasta tres películas tendríamos que ver para analizar comparativamente la nueva comedia de Santiago Segura, sin contar otras a las que brinda evidente homenaje, como La gran familia o Sonrisas y lágrimas. Mamá se fue de viaje es una película argentina de 2017 a la que dos años después le han salido imitadoras en Italia (10 días sin mamá), México (Mamá se fue de viaje) y España, ésta. Segura repite así fórmula cuando en su anterior película, Sin rodeos, adaptaba el guión de una cinta chilena, Sin filtro, que a su vez disfrutó de otro remake mejicano, Una mujer sin filtro.
 
A la espera de un guión original, al margen de sus títulos torrenteros, que corrobore su buena mano para la comedia clásica y burguesa alejada de la caspa y el mal gusto imperante en su, por otro lado, desternillante saga policiaca, Segura vuelve a dar muestra de su talento delante y detrás de la cámara incorporando a un padre de familia numerosa que ha de enfrentarse durante una interminable semana a la educación y el cuidado de sus hijas e hijo, mientras su esposa se toma unas merecidas vacaciones junto a su insportable cuñada en el Caribe. El pretexto por supuesto es plasmar la diferencia entre géneros a la hora de abordar las tareas domésticas, pero en el camino son muchas otras cuestiones las que se abordan siempre desde la ligereza y el desenfado.
 
El excelente ritmo que ha sabido impregnar a tan sobada historia, sumada a la gracia y la frescura del elenco infantil, por una vez comportándose todas y todos como lo que son, niños, niñas y adolescentes, y todo ello conjugado con un acertado guion en el que se baten ingredientes de la cultura moderna, con especial hincapié en la insalubre dependencia de los móviles y otros dispositivos electrónicos, dan como resultado una eficaz y divertida comedia para toda la familia cuyos giros, virtudes y moralejas convienen descubrir más que someter a un somero análisis de urgencia. Eso sí, aclarando siempre que el plato se sirve ligero y amable, para su fácil digestión y sabroso recuerdo. Como suele ocurrir en las cintas de Segura, cuyo espectacular cambio de imagen es proporcional al refinamiento de sus productos, algo que no nos coje de sorpresa habida cuenta el sentido de responsabilidad y esfuerzo del cómico, a lo largo del film aparecen figuras destacadas del famoseo ibérico, como Boris Izaguirre, Ona Carbonell, Rosa López, El Rubius o Carlos Baute, casi todos interpretándose a sí mismos.
 

ROJO Atmósfera de violencia política

Argentina-Brasil-Francia-Holanda-Alemania-Bélgica-Suiza 2018 109 min.
Guion y dirección Benjamín Naishtat Fotografía Pedro Sotero Música Vincent van Warmendam Intérpretes Darío Grandinetti, Andrea Frigerio, Alfredo Castro, Diego Cremones, Claudio Martínez Bel, Mara Bestelli, Rudy Chernicoff, Rafael Federman, Laura Grandinetti Estreno en el Festival de Toronto 10 septiembre 2018; en Argentina 26 octubre 2018; en España 2 agosto 2019

Desde su debut en la dirección de largometrajes en 2014 con Historia del miedo, el realizador argentino Benjamín Naishtat parece empeñado en radiografiar la violencia política de su país, bien fuera a raíz de la crisis económica del corralito, o de la revolución social del XIX en su siguiente título, El movimiento, o la antesala del golpe de estado de los setenta del siglo pasado en este su tercer largometraje. Reconocido en el Festival de San Sebastián con los importantes premios a la mejor dirección, el mejor actor para Grandinetti y la mejor fotografía, el film se inicia con una incómoda secuencia que sienta ya la base y las reglas sobre las que se va a desarrollar un film inquietante con forma de cine negro y trasfondo de denuncia política y social.
 
En Rojo asistimos a la decadencia moral de una sociedad labrada por la corrupción, los grandes discursos demagógicos, la desconfianza y el egoísmo a ultranza. Caldo de cultivo para un cambio drástico de gobierno, una enorme represión y la ingente cantidad de crímenes de estado que se cometerían los años posteriores con la complicidad decisiva de un pueblo en silencio, el que legitima las atrocidades cometidas en nombre del bien común. La misma que propicia los nuevos partidos de ultraderecha, herederos directos de dictaduras y regímenes totalitarios en cuyos nombres se cometieron tantos crímenes y que ahora se benefician de una sociedad anestesiada que solo quiere ver muerte y sinrazón donde le conviene, aquí en España justo donde se reclama la independencia.
 
El miedo provoca el silencio y éste legitima la violencia política que este film trata de forma modélica a través de un caso de índole policial tan atractivo en cuanto a género como certero en su análisis y denuncia. Con un tratamiento estético muy próximo a la época que retrata, como ya los propios títulos de crédito lo avanzan, la cinta se beneficia de muy buenas interpretaciones, especialmente un curioso e inquietante investigador encarnado por Alfredo Castro, y un montaje que incide positivamente en el ritmo y la creación de una atmósfera irrespirable. Lástima que como tantas otras veces el espectador, inocente ante lo que se le viene encima, tenga que asistir a escenas tan lamentables, por estar irremediablemente extraídas de la realidad, sin artificio ni efectos visuales, como la matanza de un ternero como parte de unos festejos rurales reflejo también de una idiosincrasia tan particular como la de los terratenientes lugareños, consecuencia directa de los fascismos europeos.

EL GRAN BUSTER Semblanza correcta de un cómico irrepetible

Título original: The Great Buster
USA 2018 102 min.
Guion, dirección y narración Peter Bogdanovich Fotografía Dustin Pearlman Documental Estreno en el Festival de Venecia 30 agosto 2018; en Estados Unidos 5 octubre 2018; en España 2 agosto 2019

Estos días se suceden en nuestras pantallas documentales sobre grandes cineastas. A Bergman le sustituyó Welles y ahora Keaton en este aseado producto ideado y realizado por Peter Bogdanovich. No nos extraña viendo su filmografía que el director norteamericano de origen serbio y austríaco se confesara gran admirador de la obra, la figura y el talento de Buster Keaton, uno de los grandes pioneros del cine y, junto a Charles Chaplin y Harold Lloyd, icono indiscutible del cine cómico mudo. Bogdanovich, responsable de tres títulos míticos de la década de los setenta del siglo pasado, La última película, ¿Qué me pasa, doctor? y Luna de papel, y artífice de otras interesantes películas, como Máscara , Todos rieron o ¡Qué ruina de función!, no ha ocultado nunca su interés por la nostalgia, como evidencian algunos de los títulos reseñados y otros como el sensacional pero olvidado musical Un largo y definitivo amor, en el que Burt Reynolds y Cybill Shepherd cantan y bailan al son de Cole Porter. Además algunas de sus comedias, muy especialmente la protagonizada por Barbra Streisand y Ryan O’Neal, no disimulan la influencia que en ellas ejercieron el slapstick del que Keaton fue un maestro, así como la screwball comedy que tanto triunfó en las décadas de los treinta y cuarenta.
 
Con estos precedentes, Bogdanovich presenta este documental, premiado en Venecia, tan aseado como en cierto modo aséptico, que rinde tributo a este icono indiscutible del cine, adoptando las formás más clásicas y académicas del documental televisivo, medio en el que Bogdanovich se ha refugiado en las últimas décadas antes de retomar la dirección cinematográfica con la decepcionante Lío en Broadway. Lo más destacado del documental reside en el inmejorable estado de las secuencias exhibidas, convenientemente restauradas, así como en el agotador trabajo de búsqueda de material que debe haber emprendido su director y el equipo bajo sus órdenes. La sucesión incesante de increíbles, y aún hoy divertidísimas, secuencias arquitectadas por el gran cómico, y de imágenes domésticas y material documental que recorren su vida después del éxito y el fracaso, se convierten en motivo indiscutible para el visionado de un film que, sin embargo, no profundiza en el carácter y la influencia del homenajeado.
 
Recurriendo a discutibles intervenciones de un gran número de profesionales, desde el crítico Leonard Matlin al inefable Tarantino, pasando por Mel Brooks, Johnny Knoxville, Cybill Shepherd, Dick Van Dyke, Werner Herzog o Carl Reiner, cabe preguntarse el interés de los anodinos e intrascendentales testimonios aportados por el lujoso elenco. Mientras, dedica gran parte del trabajo a lamentarse por el paulatino olvido al que fue sometido el genio y el talento del atlético humorista, una vez implantado el cine sonoro y cuando la Metro Goldwyn Mayer se hizo cargo de su carrera, borrando cualquier posibilidad de control del cómico sobre la misma. Lamentos muy habituales en la sociedad americana, tan propensa a la hipocresía, pero que no difiere del que despiertan otros casos similares, en ese o cualqueir otro país y profesión. Por otro lado nos informa del devenir que tuvo su carrera, entre spots publicitarios y colaboraciones estelares, que le propiciaron una vida acomodada durante el resto de su existencia, lo que no es poco a tenor de la suerte sufrida por otros colegas en similares circunstancias. El film está realizado sin inventiva ni imaginación, pero cumpliendo con su vocación primera de divulgar el trabajo de Keaton y ensalzar su fuerza y talento, lo que por sí solo ya merece su atención.