Guión y dirección Jonás Trueba Fotografía Santiago Racaj Intérpretes Francesco Carril, Itsaso Arana, Aura Garrido, Candela Recio, Pablo Hoyos Estreno en el Festival de San Sebastián 22 septiembre 2016; en salas comerciales 30 septiembre 2016
El cuarto largometraje del hijo de Fernando Trueba (Todas las canciones hablan de mí, Los ilusos, Los exiliados románticos) transita por los mismos derroteros que su ópera prima, pero con aún mayor dosis de languidez e impostura. Pretende el jovencito apuntarse un tanto ofreciendo supuesto arte radical, o casi, cuando nuestro cine ha vuelto a industrializarse y mirar a modelos estandarizados que convoquen un mayor número de público a las salas. Para eso recurre a algo tan original como invocar el primer amor y coquetear con el destino y la providencia. Dos jóvenes treinteañeros se reencuentran en un no lugar, que más tarde descubrimos que no es tan no lugar y que representa un triste paseo suicida en el Madrid más retratado de los últimos cincuenta años de cine español; desde allí recorren un restaurante chino, un café musical en el que Jonás nos tortura con nada menos que dos canciones y media de un cantautor cursi y trasnochado estilo Sabina, un disco-bar lleno de gente y ruido y un club de swing (la secuencia más fresca y disfrutable del film) que deja constancia del rápido auge que en los últimos años ha cobrado esta disciplina de los cuarenta ahora en nuestro país. La excusa es una carta de amor reaparecida, y la consecuencia un sinfin de charlatanería pausada y relajada en el rostro de dos personajes impostados y aburridos, más cerca del cliché que de la propia creación artística. Poca naturalidad y mucha pretensión poética. Peor se ponen las cosas aún cuando tras una inútil, aún más sosa y aburrida, travesía en moto por las calles de Madrid, con fondo de una de las canciones del cantautor trasnochado otra vez torturándonos, el personaje masculino invoca el pasado desde su atalaya de supuesto maduro tristemente resignado a una vida cómoda, un buen trabajo (creativo por supuesto) y una novia ejemplar (Aura Garrido, la de Stockholm, a la que a veces se parece este engendro, cartel con el nombre de la ciudad sueca incluido en alguna escena). Aparecen entonces dos adolescentes, una insufrible y pedante y el otro soso como nadie. Un proceso inverso del amarillo al rosa, pero con viejos prematuros a ambos extremos, y el aburrimiento generalizado de una platea obligada a tragarse los delirios románticos de este hijo de papá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario