Dirección Rodrigo Sorogoyen Guión Isabel Peña y Rodrigo Sorogoyen Fotografía Alejandro de Pablo Música Olivier Arson Intérpretes Antonio de la Torre, Roberto Álamo, Javier Pereira, Luis Zahera, José Luis García Pérez, Mónica López, María Ballesteros, Rocío Muñoz-Cobo, Ciro Miró, Andrés Gertrúdix, Silvia Casanova, Josean Bengoetxea Estreno en el Festival de San Sebastián 18 septiembre 2016; en salas comerciales 28 octubre 2016
Sorogoyen dio el paso de la comedia romántica (8 citas) al drama romántico generacional (Stockholm) sin salirse del bajo presupuesto. Después del éxito de esta última, ahora da el salto definitivo al cine de presupuesto holgado e impecable factura con un thriller de ambiente sórdido y desasosegante cuyo guión se ha llevado premio en el Festival de Cine de San Sebastián, a nuestro juicio inexplicablemente si no es por cubrir el tradicional expediente español en nuestro festival más emblemático. Y es que aunque se trata de un film bien dirigido y con suficiente pericia en su ritmo y estilo narrativo como para enganchar e interesar prácticamente desde el minuto cero, son muchos los hilos del guión que quedan colgados e impiden que nos rindamos ante un film que debía resultar ejemplar. Su ambientación en un Madrid en plena visita del Papa Benedicto y las protestas del movimiento 15-M prometía desde la misma publicidad, pero acaba por no aportar nada a la trama, como tampoco lo hacen los problemas personales de la pareja de policías protagonista, por supuesto ambos arrastrando una tara considerable, mientras a su alrededor todo es nauseabundo, chulería y mediocridad, en un Madrid, eso sí, muy bien retratado como la pocilga en la que su centro va poco a poco convirtiéndose. Una acumulación de personajes tópicos y una crudeza exacerbada e innecesaria se va deslizando por una investigación criminal que acaba tirando por lo más fácil en su tercio final, incluyendo un epílogo disparatado en el que la reacción del personaje de Antonio de la Torre no resulta coherente con lo visto hasta el momento. Cabe aceptar que hay ritmo, nervio y capacidad para inquietar, pero tanta mala leche molesta y no llega a funcionar de una forma mínimamente competente.
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