Algo menos de treinta maestros y maestras de la Sinfónica fueron los convocados a esta cita anual de la orquesta con la inauguración del curso académico de la Universidad Hispalense. Se trataba de recrear con los criterios más rigurosos y actuales de interpretación la música del inigualable Wolfgang Amadeus Mozart, y esta vez fue el albanés Paçalin Zef Pavaci, que desde la temporada pasada ejerce de concertino invitado junto a Éric Crambes, el encargado de llevar a buen puerto este tradicional evento. Insistimos, aunque a estas alturas nos hayamos dado cuenta de que nadie se da por aludido, en que un acto de esta naturaleza no está completo si no hay un discurso de bienvenida que lo dignifique y distinga de otro concierto cualquiera más.
A Pavaci lo hemos visto ejercer de solista en puntuales pasajes de diversas páginas y temas sueltos como el de amor compuesto por Rózsa para la película El Cid, pero nunca hasta ahora enfrentarse a todo un concierto, y mucho menos a uno de tan brillante virtuosismo y notable espectacularidad como el nº 4 de Mozart, el más programado junto al 5, donde el violinista debe hacer un gran alarde de lirismo y belleza melódica. El concertino logró una versión aseada y competente de la obra, flexible y dinámica a pesar de un sonido poco sedoso y de corto atractivo. Estuvo no obstante sembrado de arpegios, trinos y notas picadas en el allegro inicial; faltó por el contrario algo más de poesía y melancolía en el andante, pero no de contagiosa alegría en el movimiento final.
La orquesta, que en el concierto acompañó con esmero y profesionalidad, exhibió tempi rápidos y precisos en el Divertimento que abrió la velada, una de las tres llamadas Sinfonías de Salzburgo por sus tres movimientos al estilo de la sinfonía italiana y haber sido compuestos a muy temprana edad tras una gira de Mozart con su padre por la capital austriaca. Ejecutada con el refinamiento y la ligereza que exige una materia concebida para el puro entretenimiento, la orquesta se esmeró con igual empeño, ya reforzada con metales y maderas, en una Sinfonía nº 29 a la que Pavaci supo imprimir inspiración y luminosidad, haciendo alarde de unas controladas dinámicas y una considerable energía, derivando así en una versión de suntuosa riqueza expresiva.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
No hay comentarios:
Publicar un comentario