martes, 27 de agosto de 2019

UNA ÍNTIMA CONVICCIÓN Anatomía de un posible asesinato

Título original: Une intime conviction
Francia-Bélgica 2018 110 min.
Dirección Antoine Raimbault Guion Isabelle Lazard y Antoine Raimbault Fotografía Pierre Cottereau Música Grégoire Auger Intérpretes Marina Foïs, Olivier Gourmet, Laurent Lucas, Philippe Uchan, Jean Benguigui, François Fehner, François Caron, Armande Boulanger Estreno en Francia y Bélgica 6 febrero 2019; en España 23 agosto 2019

A diferencia de hace algunas décadas, hoy resulta difícil abstraerse de la realidad y frivolizar con el crimen y la intriga cuando de cine de juicios se trata, y más cuando se juzga la presunta desaparición de una mujer a manos de su marido. Estamos muy mediatizados y hasta cierto punto concienciados en el asunto, la desigualdad de género y el crimen machista como para observar este tipo de productos con la misma mirada entre ingenua y curiosa con la que lo hacían nuestros antepasados, incluida cierta fascinación por el mal y quienes lo generan. Así las cosas un film de juicios es hoy más político que criminal, en progresión directa a nuestra predisposición a condenar al esposo al que presuponemos celoso, machista y maltratador.
 
Para su debut en la dirección de largometrajes, Antoine Rimbault fija su atención en un caso muy mediático en el país vecino, cuando un profesor universitario fue juzgado como presunto asesino de su mujer desaparecida, cuyo cuerpo nunca fue encontrado. La falta de pruebas llevó a una íntima convicción en el jurado, que es como se denomina en Francia a la certeza más allá de la duda que provoca la falta de seguridad en la culpabilidad o no del enjuiciado, de forma que se le absolvió. La película de Rimbault arranca cuando diez años después y tras un periplo moralmente infernal para el marido descarcelado, el caso se reabre a instancias del amante de la mujer desaparecida y el ministerio fiscal hasta someter al encausado a un nuevo proceso judicial. El abogado defensor, un Eric Dupond-Moretti que curiosamente se ha interpretado a sí mismo en otras producciones pero aquí es incorporado por el veterano y acaso excesivo Olivier Gourmet, a quien hemos visto en varias películas de los Dardenne, se erige en protagonista real de la función, mientras el guion echa mano de un personaje ficticio para provocar una particular tesis sobre el linchamiento mediático y emocional.
 
Marina Foïs, a quien hemos visto en cintas como El taller de escritura o más recientemente en El gran baño, incorpora con soltura y espontaneidad a este personaje. Se trata de una miembro del jurado original, abrumada por su convencimiento sin fisuras de la inocencia del encausado, que se entrega a una batalla fatigosa y sin descanso por lograr su segunda absolución. Pero es ahí donde quizás falle a nuestro juicio el experimento, desde el momento en el que no se explica suficientemente la motivación tan fuerte que tiene esta mujer como para someterse a incansables horas de escucha de conversaciones telefónicas, toma de apuntes, abandono de responsabilidades familiares e incluso pérdida voluntaria del trabajo. Una obsesión mal calculada que junto al exceso de verborrea que provoca no solo el hecho de tratarse de una película de juicios, sino que todo el proceso se base en interminables conversaciones telefónicas custodiadas por policía y juzgados, lo que da medida de lo vulnerable que es nuestra vida privada en un contexto contemporáneo, hace que el film llegue por momentos a ser poco digerible y fatigoso, acusando nuestra falta de interés y atención.

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