Guión y dirección Meritxell Colell Fotografía Aurélien Py y Julián Elizalde Intérpretes Mónica García, Concha Canal, Ana Fernández, Elena Martín, Xavier Martín, Paquita Pérez, Rakhal Herrero, Florencio Ortega Estreno en el Fórum del Festival de Berlín 17 febrero 2018; limitado en salas comerciales 23 noviembre 2018
Si algo tienen de bueno los premios que se otorgan al comenzar cada año es que nos hace fijarnos en títulos que habían pasado totalmente desapercibidos. El debut de la joven catalana Meritxell Colell en el largometraje de ficción se presentó en el Festival de Berlín y logró la Biznaga de Plata a la mejor película de Zonazine en el de Málaga, pero nada de eso ha sido suficiente para conseguir una distribución medianamente digna. Haber estado entre las películas nominadas en el apartado de mejor película española sin producción andaluza en los Asecan, nos ha brindado la oportunidad de descubrirla y disfrutarla. Con un punto de conexión muy singular en su trama con la muy reconocida Viaje al cuarto de una madre de Celia Rico, ésta sí con suficiente proyección, la película de Colell supone un soplo de aire fresco en nuestra a menudo anquilosada cinematografía. La historia de una mujer que se gana la vida con la danza en Buenos Aires y de repente tiene que volver a su casa natal en el Burgos rural para hacerse cargo de su madre, recientemente viuda, hasta que venda su caserío y se desplace junto a su hermana en la ciudad, se convierte gracias a una mirada tan personal como delicada, y un enfoque absolutamente femenino, en un prodigio de ternura y emoción, gracias sobre todo al espléndido trabajo de una de sus dos protagonistas, Concha Canal, actriz no profesional que hace su debut a los ochenta y seis años tras ser elegida en un cásting realizado en una residencia de ancianos de Palencia. Su mirada limpia, llena de verdad, sincera, sin amaneramientos ni imposturas, toda naturalidad, impregna una cinta en la que las emociones van fluyendo poco a poco, construyendo un retrato de una relación maternofilial progresiva, rica y profundamente emotiva. Cierto es que en el camino se detectan una serie de tics propios de una debutante, prestados del cine típicamente independiente, como esa protagonista con cierto síndrome autista, ese comienzo nervioso, cámara en mano y entrecortado, o algunos largos planos secuencia con el horizonte como objeto que llegan a hacerse pesados. Pero nada es obstáculo para emocionarse con este regreso a la esencia, con esa conversión de una mujer frustrada por el porvenir que se le viene encima pero poco a poco encantada con la oportunidad que se le presenta de abrazar las cosas más sencillas, como una madre necesitada de cariño que ve cómo su mundo se desmorona y no le queda otra que prepararse para el inevitable final, o las labores del campo, las partidas de brisca y compartir una buena sesión de cocina tradicional. Retazos que Colell retrata con tanto mimo y cariño que resulta imposible resistirse a sus encantos, tan sencillos, tiernos, emotivos y sinceros como la realidad que retrata, tangible para cualquiera que a ciertas edades nos hayamos encontrado en situaciones si no iguales, muy parecidas. En definitiva se trata de captar la misma esencia que el personaje central intenta congelar en su danza. Resulta imperdonable que los premios oficiales del cine español la hayan obviado, muy especialmente el excelente trabajo de Concha Canal, que seguramente nunca volverá a verse en una situación igual, y merecía una mayor atención de público, crítica e industria. A mí personalmente me ha resultado entrañable.