La idea de programar todas las sinfonías de Beethoven tal como las arregló Liszt para piano resulta sin duda interesante y atractiva. En el mercado apenas podemos encontrar las grabaciones recientes del pianista ruso Yury Martynov o las más remotas, y con notables defectos de sonido, de la legendaria pianista turca Idil Biret. Por eso poderlas escuchar en directo, en salón, como fueron concebidas, es un privilegio que nos brinda el Maestranza y al que atendemos con curiosidad y cierta inquietud.
El pianista granadino Juan Carlos Garvayo ha demostrado en muchas ocasiones, como solista o miembro del prestigioso Trío Arbós, Premio Nacional de Música en 2013, que es un intérprete competente y comprometido. Atreverse con partituras de esta envergadura, en la que Liszt traduce todo el complejo y exuberante sinfonismo beethoveniano a las teclas del piano, procurando que en el trasvase se pierda la menor cantidad de matices posible, es signo de este compromiso y de su capacidad para asumirlo. Garvayo hizo por lo tanto exhibición gimnástica de indiscutible potencial expresivo, pero siempre desde una estética en la que prima lo impetuoso y tormentoso por encima de lo delicado y matizado. Abordó la Sinfonía nº 2 desde este prisma, sacrificando la alegría desbordante inherente a la página, enérgico pero no optimista, enfático pero no depurado. Con todo, el larghetto le salió cálido y melódico, mientras el scherzo resultó danzarín y el finale fogoso, siempre desde unos ataques bruscos e impetuosos, echándose en falta más tensión y júbilo en su conclusión.
La popularidad de la nº 5 hace que su escucha resulte siempre algo más entretenida, no obstante la reducción pianística en manos de Garvayo deambuló por corrientes parecidas, primando la violencia tumultuosa en sus abundantes modulaciones, frente a una más profunda reflexión. Esta combinación de fuerza, concentración y unidad orgánica que caracteriza la sinfonía, encontró en las manos del pianista algunos problemas de desarrollo, con pasajes que evidenciaron falta de agilidad, y otros en los que faltó mayor dinamismo, flexibilidad y luminosidad. De nuevo fue el segundo movimiento, andante con moto, el más logrado, sereno y dulce, frente a un allegro poco satisfactorio en sus cambios de humor, y un finale vigoroso pero lamentablemente cansino.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía