En estos días en que se recuerda a la famosa soprano madrileña Ofelia Nieto en el ochenta aniversario de su fallecimiento, acaecido el 22 de mayo de 1931, hemos conocido las propuestas líricas del Teatro de la Maestranza para la próxima temporada, 2011-2012.
Coinciden los títulos escogidos con los que habitualmente se representaban en Sevilla en época de esta insigne cantante, cuando prácticamente cada temporada, en las primeras décadas del siglo XX, llenaba el desaparecido Teatro San Fernando con sus representaciones de Manon o La Boheme, entre otras. Tan frecuentemente cantaba en Sevilla que mereció una glorieta en el Parque María Luisa, presidida por una cerámica en la que se le representa interpretando a Elvira en Ernani de Verdi. Eso y casarse con un sevillano, pocos años antes de su prematura muerte.
Pertrechados tras la dichosa crisis, y con el taquillazo como pretexto en época de penuria económica, sus responsables han apostado un año más por el repertorio de siempre, ese que tanto complace a las mentes más conservadoras y anquilosadas. También en crisis se sigue apostando por soluciones que miran más al bolsillo que a la educación, que para muchos de nosotros es sin duda la única llave para resolver todos nuestros problemas, incluidos los económicos. Semana Santa, Feria, Rocío y ahora también la Ópera… Sevilla sigue anclada en el pasado, con sus túneles del tiempo y su eterna melancolía mal administrada, porque esto no es verdadera nostalgia, es sólo miedo a lo nuevo, a la cultura y al progreso. Escondidos tras Las bodas de Fígaro, Lucia di Lammermoor, Madame Butterfly y, menos mal, La Valquiria, que dicho sea de paso peligró por el alto coste del montaje de La Fura dels Baus, por mucho que quedara claro la temporada pasada que su espectáculo en torno al Anillo del Nibelungo es brillante y fascinante.
La consigna es evidente, mientras haya crisis hay que darle al pueblo lo que pide, y nada de experimentos terapéuticos y educativos. Cuando ésta pase quizás volvamos a la Cultura. Es justamente lo contrario de lo que reivindicamos para solucionar los problemas de los países del Tercer Mundo. Sofocamos nuestras conciencias pensando que nuestros donativos no son la solución a sus penurias; que lo suyo es un problema de base, de educación, de enseñarles cómo tienen que administrar sus recursos… en definitiva, de cultura. Pero eso no parece valer para nosotros, con lo necesitados que estamos de preparación a todos los niveles. Aquí hay que llenar el teatro, y aunque quienes lo frecuentan apenas padecen la crisis, sólo pueden pagar por el repertorio tradicional, el único al que están acostumbrados. La gente del Vacie y la Barzola no llenan los templos de la cultura, tienen otros problemas; y mientras tanto los pilares de la cultura en la ciudad echan por tierra los logros de épocas pasadas para cumplir con el expediente, porque no hay dinero. Bueno, sí lo hay para cambiar el mobiliario urbano del centro, y para que el centro vuelva a estar contaminado de coches, no sea que los pobres comerciantes, que no paran de subir los precios mientras a nosotros nos bajan los sueldos, dejen de hacer la caja acostumbrada. Es curioso, hasta el momento éstas son las preocupaciones del futuro consistorio, todavía no han hablado de educación.
Ochenta años han pasado desde la muerte de Ofelia Nieto, y seguimos escuchando las mismas óperas, obras maestras sin duda, pero con una patina de polvo rancio que no hay quien se lo quite, sin posibilidad de combinar estos títulos de siempre con propuestas más renovadoras y sorprendentes. Y esto es lo que ha decidido el actual Consorcio del Maestranza; habrá que ver qué pasa cuando lo domine el nuevo partido político gobernante, el que quiere cambiar el mobiliario urbano y abandonar el carril bici, dicen.