Dirección Rodrigo Sorogoyen Guión Isabel Peña y Rodrigo Sorogoyen Fotografía Álex de Pablo Música Olivier Arson Intérpretes Antonio de la Torre, Josep Maria de Pou, Nacho Fresneda, Ana Wagener, Mónica López, Bárbara Lennie, Luis Zahera, Francisco Reyes, María de Nati, Paco Revilla, Sonia Almarcha, David Lorente, Laia Manzanares, Óscar de la Fuente Estreno en el Festival de Toronto el 25 septiembre 2018; en salas comerciales 28 septiembre 2018
Ya era hora de que alguien en nuestro cine le metiera mano a los verdaderos problemas que acucian a este país. Sumergidos en un cine ajeno casi al cien por cien a nuestro entorno, en el que se cultivan más los sentimientos arrastrados por la impostura, la comedia tipo astracanada, o el terror aprehendido, todo lo cual huele a naftalina como lo hacía el cine de posguerra empeñado en encubrir la miseria franquista con un mundo ideal, burgués y acaramelado, Rodrigo Sorogoyen irrumpe con una cinta que tildaríamos de valiente e incómoda si no fuera porque en una sociedad tan corrupta e indecente como la nuestra esos adjetivos no tienen cabida. Hartos de conocer las continuas traiciones a las que nos somete la clase política, la gente de este país mira siempre para otro lado, y en parte hace bien aunque sólo sea por sobrevivir lo más plácidamente posible. Lo malo es que para mucha gente estos políticos corruptos, vulgares y atiborrados a carabineros, son un modelo de imitación, y así nos va. Por eso quizás el director de Stockholm y Que Dios nos perdone juega a que de alguna manera empaticemos con su protagonista, un político autonómico al que el esperado salto a la política nacional se le va a resistir tras ser sacrificado por su partido, una combinación de los dos que se alternan desde comienzos de la llamada democracia, y entregado a una justicia tan cómplice como el resto de los factores sociales y económicos en juego, no hay más que ver cómo nos la jugaba la actual ministra de justicia cuando era fiscal de la Audiencia Nacional. Nos justificamos pensando que estamos de lado del malhechor para que así tire de la manta y se lleve por delante a la cúpula corrupta y maloliente que siempre sale de rositas, pero lo cierto es que nos sorprendemos sufriendo en nuestra carne las vicisitudes de un impresionante Antonio de la Torre mientras intenta salir lo mejor parado de la difícil situación en la que lo han puesto. Un poco como Bárcenas, al que detestamos pero no dudamos en apoyar con tal de que los de siempre no se salgan con la suya. Por la pantalla desfilan personajes perfectamente identificables, de Andalucía, de Levante, de España... y lo hacen dentro de una vorágine que Sorogoyen maneja con talento y maestría, de forma que su película no sea sólo una denuncia sino un buen thriller que juega magistralmente sus cartas, técnicamente impecable, artísticamente fascinante, con ritmo frenético y mucha adrenalina que descargar. A ello contribuye sobremanera un reparto excelente; cabe destacar el duelo televisivo final entre de la Torre y la periodista con pintas de Ana Pastor a la que da vida una también espléndida Bárbara Lennie, y que sirve a los lúcidos guionistas para poner el acento también en el papel manipulador de la prensa, tan integrada en el sistema como lo estamos también quienes criticamos y nos indignamos frente a una cerveza o una taza de café pero no nos atrevemos a hacer la revolución.