La
novedad fue contar con el Cuarteto de
Guitarras de Andalucía como solistas, lo que evidentemente dio empaque y
vistosidad a la función. La enésima interpretación de la segunda de Rachmáninov quizás restaba
interés al asunto, sin embargo dejó claro que no nos cansamos de disfrutar
con tan excelsa partitura y que se pueden vencer reticencias previas y
sorprendernos con la que quizás sea la
mejor interpretación que le hayamos escuchado a la ROSS de la pieza, lo que
en su caso no es decir precisamente poco.
Encanto
amable y ligero
La
página de Joaquín Rodrigo reproduce,
veinte años después, la gramática de su célebre Concierto de Aranjuez, pero tamizado con discretos toques
disonantes y las nuevas corrientes populistas enarboladas en la década de los sesenta, con referentes
claros en los trabajos que para el cine y la televisión compusieron, por
ejemplo, autores en otras lides más exigentes, como Antón García Abril.
Muy
familiares y reconocidos, el sevillano Francisco
Bernier, el jienense Antonio Duro,
el granadino David Martínez y el
cordobés Javier Riba, dejaron clara
su absoluta compenetración, cultivada a lo largo de los años y demostrada en tantas
comparecencias anteriores. Juntos, apoyándose mutuamente, y por separado en los
acordes que el maestro reserva a cada uno de los solistas, dejaron su impronta,
respetando el carácter ligeramente
impresionista, así como el toque retro barroco que respira la obra que
Celedonio Romero encargó al compositor valenciano para estrenarla en San
Antonio, Texas, junto a sus tres hijos.
El
cuarteto evocó con gracia, talento y
depuración técnica, pero sobre todo con mucha elegancia y sutileza, los aromas, la luz y los sonidos de
Andalucía que inspiraron al maestro, logrando una lectura considerablemente
poética de este Concierto Andaluz.
Ráth
estuvo en todo momento muy atento frente
la discreta amplificación de las voces solistas, mientras el solo de trompeta
lució de forma ostensible en las
sevillanas del tercer movimiento. Como propina, el cuarteto ofreció una muy
hermosa Andaluza de Cuatro piezas españolas de Falla.
Un
Rachmáninov imponente
La
orquesta sevillana está sobradamente curtida en la interpretación de esta Sinfonía nº 2 del compositor ruso, si
acaso una de las obras que más veces ha
incluido en su catálogo. De entre todas, la que dirigió Pedro Halffter hace
trece años puso el listón muy alto. También la grabación que el mismo director
hizo con nuestra orquesta en el Festival de Santander, dejó claros síntomas de una maestría extraordinaria.
El
resto fue un increíble viaje emocional
henchido de sincero sentimiento sin prescindir de la grandilocuencia que
reclama la página en más de uno de sus inspirados
y melódicos pasajes. Un meditado juego de dinámicas, una perfecta
armonización y una coherencia interna impecable, caracterizaron también la
visión del director y la respuesta de cada integrante de la orquesta, a lo que
se sumó el respeto absoluto que
dispendió el público, quizás impresionado ante tanta belleza y emoción.
Maderas,
metales, percusión y cuerda brillaron con una
luz radiante, una técnica prodigiosa y un desbordante sentido de la
expresividad. El allegro inicial
fluyó con agilidad y acierto dramático, así como el scherzo resultó tan robusto como vitalista y el adagio disfrutó de un solo de clarinete excelso y unas líneas
melódicas arrebatadoras.
El
allegro final combinó esa alegría presupuesta con una expresión
del destino algo más incierta y preocupante, hasta desembocar en un resplandeciente e irresistible desenlace.
Una interpretación para el recuerdo, de esas que sitúan a una orquesta en el máximo
nivel posible.