Japón-USA 2012 105 min.
Dirección Peter Webber Guión Vera Blassi y David Klass, según el libro “His Majesty’s Salvation” de Shiro Okamoto Fotografía Stuart Dryburgh Música Alex Heffes Intérpretes Matthew Fox, Tommy Lee Jones, Eriko Hatsune, Kaori Momoi, Toshiyuki Nishida, Aaron Jackson, Masatô Ibu, Takatarô Kataoka, Colin Moy
Estreno en España 7 marzo 2014
Que una película tarde dos años en estrenarse entre nosotros y que su estreno mundial fuese tan discreto y limitado suele ser indicativo de sus fallidos resultados. Es el caso de la tercera película de Peter Webber, que entre la célebre La joven de la perla y ésta dirigió la anodina Haníbal: El origen del mal. Con un episodio tan apasionante como el que relata resulta imperdonable que la cinta apenas logre captar un mínimo de interés, y que su pulcritud formal y frialdad emocional se impongan en un conjunto irregular lastrado por un guión torpe y deslavazado. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial a Estados Unidos se le presentó la dificilísima tarea de reconstruir Japón y determinar si su emperador Hirohito debía ser condenado como criminal de guerra o perdonado y repuesto como divinidad al que una desmoralizada población seguía adorando sin reserva alguna. El emperador pasó a la posteridad con el nombre de Showa, que significa Paz ilustrada; algo paradójico si se tiene en cuenta que los estudios realizados desde el final de la guerra a nuestros días han ido esclareciendo que el verdadero papel de Hirorito fue el de impulsor y señor de la guerra, constituyéndose incluso en cerebro del ataque a Pearl Harbor, y no sus generales Tojo y Kido, como quedó reflejado en el sumario de los juicios de Tokio. Esta ambigüedad en el personaje histórico no es aprovechada en una película cuya producción netamente nipona deja claro que la intención del libreto y la realización es reponer el honor de su líder y liberarlo de toda sospecha. Las consecuencias de tan poco riguroso objetivo se traducen en un film sin apenas garra ni intriga, realizado con corrección pero sin atisbo de pasión. No cabe duda de que el film está correctamente interpretado –Tommy Lee Jones da buenas muestras de su solvencia dando vida a un convincente General MacArthur – y que con la trama romántica tipo Sayonara encajada de por medio se pretende ilustrar el apego del protagonista, el general Bonner Fellers, encargado de dilucidar el papel del emperador en la conflagración, por el devastado país sobre cuyo futuro ha de informar. Pero no son elementos suficientes para dar entidad a un film que acaba antojándose decepcionante, insignificante y hasta aburrido.
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