5º concierto del XXIV Ciclo de Música de Cámara de la ROSS. Grupo Doble Caña: Sarah Roper, Héctor Herrero y José Manuel González, oboes; Sarah Bishop, corno inglés; Álvaro Prieto y Juan Manuel Rico, fagotes. Programa: Obras de Venturini, Telemann, Schumann, Silvestrini, Beethoven, Berk y Haendel. Sala Manuel García del Teatro de la Maestranza, domingo 9 de marzo de 2014
Manuel Cuevas |
Sólo unos días después del Miércoles de Ceniza y varios antes de dar comienzo oficialmente la primavera, pero con el clima ya a favor, el Teatro de la Maestranza y la Sinfónica nos han ofrecido este fin de semana un doble encuentro muy relacionado con nuestra Fiesta Grande. Por un lado el habitual Concierto de Cuaresma transitado por marchas procesionales a través de las cuales los más impacientes ya pudieron recorrer San Lorenzo, la Macarena, Triana o el Barrio Sta. Cruz bajo un embriagador olor a incienso, mientras en la calle se podían admirar los primeros via crucis; y por otro lado una nueva entrega del ciclo de cámara, centrado esta vez en un conjunto tan familiarizado con las cofradías de silencio como es el de madera, aunque el programa fuera tan amplio y diverso como para no guardar relación efectiva con los festejos aludidos.
Buen conocedor de la Semana Santa, privilegio que le brinda haber nacido en Jerez y evolucionado en Sevilla, Juan Luis Pérez, quien tanto bien ha hecho por nuestra celebrada formación, lideró un concierto en el que brillaron la espectacularidad y la solemnidad de nuestras marchas procesionales, Virgen de las Aguas y La Soledad entre las más populares, aunque en el camino sacrificase algo más de contención y lirismo en unas piezas de inconfundible inspiración romántica que también lo agradecen. Por su parte el cantaor de Osuna, Manuel Cuevas, que ha paseado su arte con gran éxito por medio mundo, desgranó unas saetas caracterizadas por la originalidad y la riqueza ornamental del artista, su apabullante capacidad torácica y sus complejas ornamentaciones, con un fraseo prodigioso y a veces hasta milagroso.
Sarah Roper |
A la mañana siguiente la plana mayor del sensacional cuerpo de maderas de la orquesta dio una lección magistral sobre la materia, aunque una vez más se evidenciara la carencia retórica de nuestros compatriotas, siendo las dos Saras, Bishop y Roper, las únicas extranjeras de un conjunto de seis intérpretes, las encargadas de ilustrar tanto las piezas seleccionadas como la dificultad de interpretar obras destinadas a boquilla de doble caña y la complejidad de su preparación. Algo que evidencia la necesidad de acostumbrarnos desde la infancia a enfrentarnos al público, de forma que nuestras batallas parlamentarias sean tan dinámicas e ingeniosas como, por ejemplo, las británicas; o que Penélope Cruz no sea la más retraída de las estrellas encargadas de presentar un Oscar. Oratoria aparte, el quinto concierto de cámara de la ROSS fue pura delicia, desde los aires desenfadados y barrocos en los que se enmarcó, con una obertura de Venturini y la célebre Entrada de la Reina de Saba del oratorio Salomón de Haendel como epílogo, hasta el pintoresquismo contemporáneo del francés Gilles Silvestrini o el divertido y ágil swing de Stacey Berk a partir de los primeros compases de la Consagración de la Primavera de Stravinsky, pasando por el romanticismo de las Escenas de niños de Schumann y el clasicismo de las bagatelles de Beethoven, en ambos casos transcritas del piano. Sonidos dulces, como el del oboe de amor, cristalinos (corno inglés y oboes) y graves y contrapuntísticos (fagotes), siempre acometidos desde la excelencia interpretativa, sin fisuras, deslices ni desatinos.
Aprovechamos la ocasión de estos gozos musicales para lamentar la muerte de Gerard Mortier, quien desgraciadamente en sus últimos años de vida no sólo tuvo que lidiar con el cáncer sino también con los obstáculos y cortapisas que le pusieron unos políticos mediocres y un público cateto durante su atrevida y rompedora gestión del Teatro Real de Madrid; cosas de este nuestro país, a menudo ingrato e injusto.
Aprovechamos la ocasión de estos gozos musicales para lamentar la muerte de Gerard Mortier, quien desgraciadamente en sus últimos años de vida no sólo tuvo que lidiar con el cáncer sino también con los obstáculos y cortapisas que le pusieron unos políticos mediocres y un público cateto durante su atrevida y rompedora gestión del Teatro Real de Madrid; cosas de este nuestro país, a menudo ingrato e injusto.
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