Philip Glass |
Compositor polémico, tan querido por unos y despreciado por otros, cuya música deambula entre lo duro y exclusivo y más a menudo la complacencia comercial, Philip Glass es sin discusión un icono de la música contemporánea. Saludado junto a Steve Reich como padre del minimalismo, decidió pronto dulcificar su trabajo, abandonando parcialmente esta genuina corriente para zambullirse en trabajos con un mayor calado melódico y acabados sinfónico y corales más convencionales, aunque sin dejar nunca su particular estilo, convertido en obsesión y autoplagio, basado fundamentalmente en la repetición y la insistencia. Dejaría de aceptar a partir de Music in Twelve Parts que se hablase de minimalismo en su música. Las cuatro obras seleccionadas por Zahir Ensemble las compuso inmediatamente antes de aquella obra magna, todas en 1969, dedicando una de ellas, Music in Fifths, a su maestra Nadia Boulanger.
Cuatro piezas que suponen un estudio complejo y pormenorizado en armonía y contrapunto, en el sentido más clásico y conservador de la materia, aunque teñido por supuesto de ese estilo repetitivo, casi asfixiante, propio del género, que en buenas manos persigue generar cierto grado de ansiedad en el oyente.
Los miembros de Zahir Ensemble conocen bien la materia y, salvo alguna imprecisión que de no haberse salvado con maestría hubiera podido fastidiar la estética conjunta de las piezas, lograron esa persistencia cargada de entrega y disciplina, con una combinación de instrumentos bastante convencional y así mismo conservadora, y las repeticiones justas para que cada interpretación no resultase excesivamente fatigosa. El sonido percutivo insistente de los teclados y el bajo, contrapunto del seco y cortante sonido de flautas y saxos contralto y tenor, lograron ese efecto hipnótico consustancial a la música de este primer Philip Glass lejos aún de su ciclo sinfónico o sus celebradas bandas sonoras. Lástima que los videos del joven colombiano Pedro Alejandro Agudelo creados para la ocasión, no ilustraran las obras como merecen, ofreciendo no más que un fondo de nauseabundas aguas fecales que para nada inspiran lo que la música por sí sola desprende, aunque lograran mantener el ritmo frenético sin perder el compás.
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