La supuesta tensión que la difícil situación burocrática está ejerciendo sobre los músicos de la ROSS apenas tiene reflejo en sus prestaciones, especialmente cuando actúan en formación reducida, haciendo valer su condición de solistas. Es lo que ocurrió en su sexto programa de cámara, con cuatro auténticos diamantes acertando en sus fluidos diálogos de la cuerda entre sí y con el piano, y ofreciendo versiones de un lujo absoluto de dos emblemáticas páginas de la música romántica.
El Cuarteto para piano nº 1 de Fauré, su primera obra de cámara importante, desborda pasión e ímpetu a través de un espléndido lirismo melódico. Sus bellísimos temas se encuentran entre los más memorables del autor, algo a lo que los músicos hicieron sobrada justicia. Tatiana Postnikova dio otra lección de flexibilidad, delicadeza y suntuosidad, acentuando la estremecedora expresividad del adagio con un uso muy inteligente e imaginativo del rubato. El primer movimiento sonó viril y expansivo, mientras al seductor scherzo no le faltó humor ni al crescendo final intensidad.
El primero de los tres cuartetos con piano de Brahms combina un melancólico romanticismo con una arquitectura musical eminentemente sinfónica, tal como apreció Schoenberg al adaptarlo a gran orquesta. De todo ello se hizo eco una excelente interpretación de un conjunto en el que brillaron sus cuatro integrantes, que supieron transmitir toda la complejidad y poesía de la obra. Yuri Managadze imprimió sensibilidad, Dirk Vanhuyse expresividad y Michael Leifer efusividad. Temperamentales en el tormentoso andante y exuberantes en la danza húngara final, los maestros acudieron a la cita tan consecuentemente elegantes como lo fueron sus recreaciones de las piezas ofrecidas.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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