Israel 2014 95 min.
Guión y dirección Tal Granit y Sharon Maymon Fotografía Tobias Hochstein Música Avi Belleli Intérpretes Ze-ev Revach, Aliza Rosen, Levana Finkelstein, Raffi Tavor, Ilan Dar, Hanna Rieber Estreno en Israel 9 octubre 2014
Publicitada como comedia negra, incluyendo un cartel que exhibe uno de los momentos más desinhibidos de la película, cabía esperar una de esas comedias ácidas pero amables que tan bien se les dan a los británicos. Por el contrario nos encontramos con una cinta tan deprimente como falta de encanto, una visión desesperanzadora, casi traumática de la vejez. No cabe duda de que envejecer es una enfermedad degenerativa que acarreamos justo desde que nacemos, que va limitando nuestras capacidades y mermando nuestro intelecto. Cada día nos esforzamos más en retrasarla, exprimiendo al máximo nuestros recursos y procurando disfrutar de cada experiencia como si fuera nueva; los avances médicos naturalmente ayudan mucho. Pero el dolor y el sufrimiento están siempre ahí, al final del camino; y cuando ya no queda esperanza parece que lo más humano y conveniente sea interrumpir voluntariamente una vida que ya no merece más la pena prolongar. Naturalmente esto genera en nuestra sociedad, hipócrita y llena de prejuicios, un debate moral o ético, la mayor de las veces religioso, provocando tabúes, prohibiciones y sanciones legales. Sobre el tema se han dirigido muchas películas, a las que se une esta cuarta película de la pareja israelí formada por Tal Granit y Sharon Maymon, y que ha despertado suficiente admiración como para reportarles un Premio del Público en Venecia y una Espiga de Oro en Valladolid, donde además se alzó con el premio a la mejor actriz compartido por sus dos protagonistas femeninas. Al margen de un par de ironías y momentos veladamente simpáticos, poca comedia y desde luego mucha infelicidad hay en esta película que trata el tema con poca definición y menos lucidez, en su afán por no tomar postura, aunque sólo sea teóricamente, pues en la práctica todo apunta a defender la eutanasia como muerte digna y necesaria. Estamos de acuerdo, pero si fuera dentro de un entorno más amable, con más encanto, mejor rodado y mejor estructurado, creemos que generaría más simpatías y resultaría menos vulnerable. Por el contrario la cinta expide infelicidad y descontento, incluso cuando plantea situaciones supuestamente divertidas, como la relación de pareja de uno de los ancianos con otro a su vez casado. Tremendismo y lamento se van dando poco a poco la mano, cayendo finalmente en un pesimismo insoportable, lo que hace que nos sorprendamos ante las crónicas que la presentan como una comedia. Quizás lo único sorprendente sea el cementerio de Tel Aviv, o uno de ellos, construido como si fuera un aparcamiento por pisos, aunque algo abandonado. Su realización plana, sin garra ni fuerza, y la falta de empatía con este quinteto de la muerte, malogran sus posibilidades, mientras nos negamos a enfrentarnos a la muerte, algo tan seguro y consustancial a la vida, con un discurso tan gris y lamentable. Al final lo más destacable es que por una vez, tratándose de una película israelí, el conflicto con Palestina brille por su ausencia, y que se ambiente en residencias y barrios elegantes.
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