Guión y dirección Alejo Flah Fotografía Julián Apezteguia Música Julio de la Rosa Intérpretes Ernesto Alterio, Quim Gutiérrez, Marta Etura, Carlos Areces, Julieta Cardinali, Bárbara Santa Cruz, Mónica Antonopulos, Luis Luque, María Alche, Óscar Arnaiz, Joëlle Zilbermann Estreno 24 abril 2015
El debut en la dirección del guionista Alejo Flah (Séptimo, trabajos para la televisión como Vientos de agua de Juan José Campanella o una sobre Tita Cervera, La baronesa) pretende ser una lúcida reflexión sobre la vida en pareja, a través de una presuntamente ingeniosa maquinaria dramática que funciona a dos y hasta tres niveles. Un escritor argentino en horas bajas, interpretado por Ernesto Alterio, cuyo trabajo le ha valido el premio al mejor actor en el Festival de Málaga, escribe el guión de una película romántica. Esto le permite a Flah tejer un análisis sobre las relaciones sentimentales como las suele plasmar el cine, a fuerza de tópicos y lugares comunes. Al mismo tiempo el propio autor va sufriendo una serie de reveses en su propia relación sentimental, lo que lógicamente habrá de influir en su forma de abordar el trabajo, mientras a su alrededor se van forjando también otras historias de amor que influyen en alguna medida en su guión. El planteamiento es interesante y permite ofrecer varias visiones sobre la dificultad de la vida en pareja y los cánones a los que está sometida, procurando establecer una distinción entre convencionalismos y auténticos sentimientos. El problema es que los niveles de realidad y ficción apenas se distinguen por un tratamiento de la imagen diferente y por ambientarse en Buenos Aires o Madrid; por lo demás no se diferencian demasiado y tampoco ofrecen reflexiones lúcidas sobre el tema, derivando una y otra vez en los lugares comunes que ya todos y todas conocemos. En el camino el tratamiento va tomando un cariz demasiado dulzón, hasta empalagoso, con una sobreactuada Marta Etura y un tristón Quim Gutiérrez como principales responsables de ese tono, mientras el castillo que se ha querido erigir se desmorona merced a una falta considerable de ingenio y lucidez que malogra parte de sus posibilidades.
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