martes, 7 de abril de 2015

RODRIGO TOMILLO Y LA JOVEN ORQUESTA DE ANDALUCÍA: ENTUSIASMO POR LA MÚSICA

Orquesta Joven de Andalucía. Rodrigo Tomillo, director. Programa: Sinfonía nº 36 en Do mayor K. 425 “Linz”, de Mozart; Sinfonía nº 4 en Mi bemol mayor “Romántica”, de Bruckner. Teatro de la Maestranza, lunes 6 de abril de 2015

Sevilla no debe dar la espalda a sus jóvenes valores, y mucho menos a quienes habiendo nacido aquí se han labrado un prometedor futuro fuera de nuestras fronteras, como es el caso de Rodrigo Tomillo, forjado en las filas de la orquesta que desde 1994 sirve de trampolín a muchos y muchas de nuestros jóvenes talentos para dedicarse profesionalmente al emocionante oficio de la música. Pero lo cierto es que anoche habían demasiados huecos en el Teatro de la Maestranza, aún más alarmante considerando que muchos de los asistentes eran familiares o amigos de los intérpretes; si bien es verdad que la fecha, recién terminada la Semana Santa, no es la más propicia para llenar una sala de estas dimensiones. La Orquesta Joven de Andalucía merece mejor trato por parte del público y de sus gestores, pues nada es comparable a la emoción y la satisfacción de ver a toda esta gente tan joven y fresca enfrentándose con éxito a partituras de la complejidad de las ofrecidas en esta cita. 

Tomillo demostró que la suya no es quizás una batuta muy apropiada para Mozart, aunque imprima carácter y estilo a su trabajo en la dirección. Faltó chispa en una interpretación de la Sinfonía nº 36 inflada de efectivos, cuya colocación, con violines a ambos lados y cuerda grave en segundo plano, no benefició a un sonido mal empastado y una cuerda a menudo flácida. El resultado no obstante fue dinámico y ágil pero falto de ligereza.

La sorpresa es que atreviéndose con Bruckner, cuya Séptima Sinfonía fue abordada por el conjunto hace cinco años, naturalmente con otros integrantes, los resultados fueran tan gratificantes. Tomillo ofreció una versión sólida y robusta, henchida de expresividad y rica en matices y muy estudiados juegos dinámicos, que encandiló tanto a incondicionales como a desconocedores del compositor austríaco. Unos poderosos metales y un extraordinario trabajo de timbales potenciaron el entusiasmo que pudo observarse en muchos de los aguerridos intérpretes. Tres impecables propinas, incluida la Obertura de Carmen y la Danza Húngara nº 5 de Brahms, redondearon el festín que propicia el milagro de una formación académica como ésta, imprescindible para elevar nuestro nivel cultural y humano, y que se extiende a las oportunidades que, al menos aquí en Sevilla, están brindando a estos singulares artistas la Universidad, el Conservatorio o la Academia de Estudios Orquestales con el esfuerzo de su impagable profesorado.

Versión extensa del artículo publicado en la edición impresa de El Correo de Andalucía el 8 de abril de 2015

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