Guión y dirección Ryan Gosling Fotografía Benoît Debie Música Johnny Jewel Intérpretes Christina Hendricks, Saoirse Ronan, Iain De Caestecker, Matt Smith, Eva Mendes, Ben Mendelsohn, Reda Kateb, Barbara Steele, Demi Kazanis, Carey Torrice, Torrey Wigfield, Garrett Thierry Estreno en el Festival de Cannes (sección Un Certain Regard) 24 mayo 2014; en Estados Unidos 10 abril 2015
Hace tiempo que se veía venir que uno de los guapos oficiales de Holywood, pero también de los más inquietos y contestatarios, Ryan Gosling, se pasara a la dirección. Es uno de esos que se resiste a identificarse simplemente como una cara bonita y un cuerpo danone, primero eligiendo primorosamente sus papeles y ahora dando el salto al otro lado de la cámara. Y para eso ha erigido esta audaz y absorbente película, mezcla seguramente de algunos de sus más directos gustos e influencias. Más cerca del David Lynch ochentero, muy especialmente de Terciopelo azul, que del cine de Winding Refn que le ha dirigido en Drive y Solo Dios perdona, aunque a primera vista pudiera parecer que hace algunos guiños a este segundo título, Gosling construye un universo paranoico y particular en el que resulta fácil identificar algunos de los temas y personajes que acucian la situación económica y social actual. Arranca proponiendo una reflexión sobre las hipotecas y los desahucios, no muy agudo pero al menos implicado, en un entorno de abandono y decadencia fácilmente identificable con la ciudad de Detroit, paradigma del fracaso masivo del sempiterno sueño americano, donde se ambientaba también otra fábula reciente en torno a la decadencia moral de occidente, Sólo los amantes sobreviven. Sus casas y teatros abandonados, innumerables graffitis y espectros de una pasada gloria, sirven de escenario a un drama de desmoronamiento familiar en el que las frustraciones se alivian con buenas dosis de espectáculo gore en el que vísceras y sangre hacen las delicias de un público en otra época respetable. Un pasado mudo, personificado en el personaje de la abuela de la vecina, una Barbara Steele recuperada de sus años de esplendor interpretando vampiras para Hammer, y un presente sordo, proxeneta y especulador, magníficamente incorporado por un Ben Mendelssohn con aires de Dennis Hopper, se dan la mano en una historia que sin embargo ofrece esperanza y la halla precisamente en una memoria anegada pero aún viva, sólo a la espera de ser redescubierta. No está mal para un debut; y no ha tirado por la vía fácil, de hecho su distribución ha sido muy limitada, aunque se dejan ver deficiencias, sobre todo en el ritmo narrativo y su dispersa dramaturgia, que pasa de unos a otros personajes y sus asuntos de forma desordenada y caótica. Puede que no se convierta en título de culto, a pesar de un inequívoco aire marciano que le facilita todas las papeletas, pero ese parecido razonable con el universo de Lynch podría impedírselo por restarle originalidad, pero merece dejarse llevar por su poética visceral y contestataria, siendo de agradecer que a pesar de sus ingredientes no resulte pretenciosa.
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