Tamara Bektemirova fotografiada para El Correo de Andalucía |
El decimotercero programa de esta temporada ha sido el último para la violinista Tamara Bektemirova, que merced a la jubilación cambia los atriles por un merecidísimo descanso. Nosotros le echaremos de menos y se nos hará raro no verla en primera línea a la izquierda del director, pero nos alegraremos porque dejará atrás sacrificios y sinsabores, por mucho que hayan sido más las satisfacciones en estos veinticinco años como pilar fundamental de una orquesta que es un orgullo para la ciudad. Un ramo de flores, unas palabras entrecortadas por la emoción de la violonchelista y amiga Nonna Natsvlishvili y la música de Chaikovski evocada a través de su Serenata para cuerdas, en la que ella también intervino visiblemente emocionada, marcaron un sentido homenaje en un concierto que tuvo como impronta la música del Clasicismo.
Enrico Onofri fue el encargado de dirigir un programa en el que volvió a destacar Haydn, como ya lo hiciera en la anterior comparecencia del maestro italiano frente a la Sinfónica, a finales del 2013. Quien tantas veces ha colaborado con la Barroca aparcó en esta ocasión su violín para ofrecer, con una sorprendentemente generosa plantilla, versiones ágiles y desenfadas de las oberturas de Gluck para Orfeo y Eurídice y de Paisiello para El barbero de Sevilla.
Enrico Onofri |
Estrenada también, como Dumbarton Oaks, en el seno político de Washington, el ballet Apolo conductor de las musas no es precisamente una de las páginas más inspiradas de Stravinski, pero Onofri puso empeño en extraer lirismo y belleza de sus impersonales líneas melódicas, por más que la suya acabara resultando una lectura estéril y apagada. Ni siquiera supo sacar provecho de la espléndida cuerda grave del conjunto, si bien los solos de violín y violonchelo lucieron espléndidos. Acertó la batuta en plasmar el vigor y la energía de la Sinfonía nº 88 de Haydn, conjugando perfectamente instrumentación moderna con criterios de interpretación historicista. Pero abusó de contrastes y golpes de efecto a cargo de una sobredimensionada percusión, especialmente en un segundo movimiento demasiado brusco y poco elegante. Un minueto ampuloso, como de gran salón, dio paso a una aceleradísimo allegro final al que apenas supo imprimirle delicadeza y comicidad más allá de un inapropiado mickeymousing que impidió que la música respirase apropiadamente.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía el sábado 9 de mayo de 2015Entrevista de Ismael G. Cabral a Tamara Bektemirova en El Correo de Andalucía el 15 de febrero de 2015
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