Guión y dirección David Robert Mitchell Fotografía Michael Gioulakis Música Disasterpeace Intérpretes Maika Monroe, Keir Gilchrist, Daniel Zovatto, Jake Weary, Olivia Luccardi, Lili Sepe, Linda Boston, Caitlin Burt, Heather Fairbanks, Aldante Foster, Ruby Harris, Christopher Hohman, Bailey Spry, Rich Vreeland Estreno en Cannes 17 mayo 2014; en Estados Unidos 27 marzo 2015; en España 29 mayo 2015
Tras pasar por certámenes internacionales como el de Cannes o Sitges sin arañar premio alguno, y sí hacerlo en otros especializados de poca categoría, el segundo largometraje del joven cineasta David Robert Mitchell parece haber deslumbrado a crítica y público con un film en el que busca denostadamente encontrar un estilo propio a fuerza de nada elocuentes planos circulares y préstamos de otros maestros del género fantástico, desde George Romero y su Noche de los muertos vivientes a David Lynch y su Terciopelo azul o la serie Twin Peaks, pasando por el más evidente de todos, John Carpenter, al que incluso copia la música. Su historia de presunto terror arranca bien, creando intriga y desasosiego, pero pronto va cayendo en una serie de incongruencias y anormalidades que poco ayudan a sumergirse en esta especie de pesadilla en la que el sexo parece ser la puerta a través de la cual se pasa de la inocencia a la madurez, y por lo tanto, como se empeñan en querer convencernos, al desencanto. Quizás por eso Mitchell insiste en rodar en Detroit, paradigma del fracaso y la decadencia, y que en esta época de crisis en que la ingenuidad se ha perdido a marchas forzadas, está siendo escenario de muchas propuestas. En este no lugar Mitchell juega también a la no época, y mientras algunos detalles nos invitan a jugar a la nostalgia con reminiscencias de los ochenta, otros nos sitúan en la actualidad sin criterio fijo. Lo malo de todo esto es que entre tanta pretensión y búsqueda estéril de estilo, el ejercicio acaba aburriendo y desinteresando; sus propuestas convencerán a los más inocentes y proclives a creer en el tópico, y para los demás caerá en el olvido, por mucho que al final quienes reivindican convertirla en obra de culto lo consigan.
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