USA 2015 156 min.
Dirección Alejandro González Iñárritu Guión Alejandro González Iñárritu y Mark L. Smith, inspirado parcialmente en la novela de Michael Punke Fotografía Emmanuel Lubezki Música Ryuichi Sakamoto y Alva Noto Intérpretes Leonardo DiCaprio, Tom Hardy, Domhnall Gleeson, Will Poulter, Forrest Goodluck, Paul Anderson, Kristoffer Joner, Joshua Burge, Duane Howard, Melaw Nakehk’o, Fabrice Adde, Lukas Haas Estreno en Estados Unidos 8 enero 2016; en España 5 febrero 2016
El estilo de Iñárritu ha dado un giro considerable desde que se desligara de Guillermo Arriaga, para mal en el caso de Birdman, para muy bien en este de El renacido, una película que consagra definitivamente la americanización de este Rey Midas mexicano. Como cualquier otra obra artística, El renacido es consecuencia directa del bagaje cultural de su artífice, por lo que no es extraño encontrar en ella reminiscencias de otros títulos y cineastas que muy probablemente hayan influido en su personalidad como creador y artista. De Las aventuras de Jeremiah Johnson cabe distinguir la soledad de la montaña y la dificultad de la supervivencia en plena y salvaje naturaleza; de Deliverance (Defensa) la violencia del ser humano cuando sólo atiende a sus instintos más primarios; y de Aguirre, la cólera de Dios, la violencia extrema de la naturaleza cuando el hombre pretende dominarla a su antojo, sea atravesando la selva amazónica para encontrar El Dorado o recorriendo interminables llanuras nevadas y crispados ríos para consumar el único y último objetivo para seguir vivo. Lo curioso es que las tres películas fueron rodadas el mismo año de 1972, aunque es posible que en el realizador haya influido también otra cinta más reciente, Ravenous de Antonia Bird, ambientada en una misma época y escenario y con el canibalismo como trasunto principal; sin olvidar que Iñárritu echa mano también del universo de Terrence Malick cuando pretende, a nuestro juicio innecesariamente, mostrar al protagonista como un ser con una vida anterior e interior ocupada por el amor y los sentimientos. Son esas secuencias pretendidamente poéticas lo peor de una función que en general resulta altamente estimulante. Y lo es por mostrarnos y hacernos conscientes de lo alejados que los seres humanos de hoy en día estamos de la naturaleza que nos rodea, que vivimos una realidad artificial creada para satisfacer nuestras necesidades e intereses cada vez más ajenos a nuestro papel en el planeta que vivimos y por extensión en el universo. Algo que nos hace perder nuestra verdadera identidad y nos convierte en seres terriblemente volubles ante las fuerzas naturales, frente a cuya adversidad sin duda somos absolutamente inútiles e indefensos. Al protagonista de esta odisea le pasa de todo, como al Coyote de los dibujos del Correcaminos; el mérito está en que nos lo creemos y nos hacemos partícipes de sus vicisitudes, sumergiéndonos en una vorágine que mezcla hábilmente crueldad, dolor y una muy desagradable truculencia con la hermosura más inmensa, la que proporcionan unos paisajes impresionantes rodados con métodos tecnológicamente tan revolucionarios que difícilmente habremos contemplado antes un espectáculo igual. La magnífica fotografía de Lubezki y la atmosférica música de Sakamoto contribuyen a que tal inmersión física y psicológica desde nuestro cómodo asiento en la sala sea un éxito garantizado. Mientras tanto Iñárritu repite estrategias ya experimentadas con éxito antes, como eso largo plano secuencia inicial del ataque indio no sabemos si rodado con trampa como en su anterior Birdman, pero igualmente eficaz y espectacular. El manejo de los tiempos y de la estructura dramática es igualmente impactante, así como las extraordinarias interpretaciones de los protagonistas, no sólo los reconocidos DiCaprio y Hardy, sino también Domhnall Glesson, que poco a poco se ha ido haciendo un importante hueco en las producciones más importantes de la temporada, y Will Poulter, que con ésta da el salto al drama con mayúsculas después de encarnar al hijo postizo de Jennifer Aniston en la comedia Somos los Miller. El renacido es una película hermosa y desconcertante, por momentos desagradable, otros emocionante, y siempre fascinante.
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