USA 2015 123 min.
Guión y dirección Peter Landesman, según el artículo de Jeanne Marie Laskas Fotografía Salvatore Totino Música James Newton Howard Intérpretes Will Smith, Gugu Mbatha-Raw, Alec Baldwin, Albert Brooks, David Morse, Eddie Marsan, Stephen Moyer, Luke Wilson, Adewale Akinnvoye-Agbaje, Bitsie Tulloch, Matthew Willig, Paul Reiser, Richard T. Jones, Mike O’Malley, Arliss Howard Estreno en Estados Unidos 25 diciembre 2015; en España 12 febrero 2016
El nombre de Will Smith y su perfil como única ilustración en el póster de promoción no es suficiente reclamo a este lado del Atlántico para atraer la atención del público, como si de un Tom Cruise se tratara. Y sin embargo en esta ocasión es él prácticamente el único, e insuficiente, aliciente para dejarse arrastrar por esta convencional crónica sobre la denuncia médica y social que tiene al fútbol americano como telón de fondo, otro motivo para que la producción triunfe más en Estados Unidos que en el resto del planeta. Su desafortunado título en castellano – tampoco en otros países ha tenido fortuna su traducción literal, Conmoción, mucho más adecuada y atractiva, aunque fuera acompañada del calificativo Cerebral – pretende ser la síntesis de su argumento, que gira una vez más sobre la lucha de David contra Goliath, un tema muy americano. En esta ocasión se trata del médico forense nigeriano que descubrió que tras los síntomas de desequilibrio mental y suicidio que afectó a un buen número de ex jugadores de la liga americana de fútbol se encontraba un trauma post conmoción cerebral por los continuos y salvajes golpes recibidos en los partidos. Naturalmente una bomba para los ricos empresarios a los que tener al pueblo entretenido con el juego reporta grandes dividendos; los buenos americanos que paradójicamente ensucian la reputación del país abanderado de la justicia y la libertad. Un país de las oportunidades y el respeto absoluto a Dios Todopoderoso que el personaje interpretado con enorme entusiasmo y discreta efectividad por un Will Smith que incluso se esfuerza en clavar acento nigeriano, no se cansa en vanagloriar, exhibiendo decepción para finalmente reencontrarse con el país de las maravillas con el que soñaba en sus tercermundistas orígenes. Para tan sentimental empresa Smith y el productor Ridley Scott han confiado en el aseado, incluso aséptico e impersonal, realizador de una cinta tan ambiciosa como Parkland, que narraba sin pena ni gloria pero con un rico plantel de intérpretes el drama hospitalario que seguía al magnicidio de Kennedy en Dallas, y que aquí se limita a un guión y una narración planos y convencionales, con el único mérito de resultar tan archivisto y manoseado que acaba siendo hasta entretenido, gracias también a la sobriedad con la que todo está expuesto. No tiene razón la comunidad afroamericana de quejarse de su falta de presencia en los premios de la Academia si es con productos como éste con los que pretenden hacerse más visibles.
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