El espectáculo del Liceo Musical de Moguer, promovido por el Ayuntamiento de esa localidad onubense, ha vuelto a la ciudad después de su estreno en Fibes hace algo más de un año, y tras pasearse por diversos puntos de la geografía española con considerable éxito. Un triunfo de la cultura de base, tal como argumentó su orgulloso director musical Iván Macías al término de la primera de las tres funciones programadas ahora en el Lope de Vega. Un mejor acabado formal se unió al entusiasmo que despertó en nosotros aquella primera ocasión, perplejos ante la dignidad escénica y musical propuesta por el nutrido elenco de artistas y técnicos que han hecho posible esta plataforma de aprendizaje y práctica para jóvenes estudiantes y amateurs que persiguen su sueño de dedicarse de alguna forma a la farándula.
Bautizada como versión en concierto del famoso musical de Lloyd Webber, y con la representación que se realizó en 2012 en el Royal Albert Hall de Londres como referente, hay que matizar que lo que el Liceo de Moguer ofrece no es exactamente eso. Se trata más bien de una propuesta escénica y dramática, vestuario y atrezzo incluidos, con la particularidad de contar con un conjunto sinfónico sobre el escenario, supliendo así la ausencia de una escenografía completa y aumentando la expresividad musical de la pieza. Pero hay dramaturgia y movimiento escénico, aunque su gramática y estructura fuera difícil de seguir ante una amplificación poco estudiada que provocó en ocasiones barullo y un engorroso eclipse de las voces.
Los implicados pudieron lucir considerablemente sus respectivas disciplinas, sea instrumental, canto, interpretación o danza. Soraya Méndez volvió a defender el papel de Christine con convicción y soltura, una voz de hermoso timbre y flexible modulación, mientras Pablo López cumplió como barítono romántico y David Romero acentuó la vertiente heroica y dramática del fantasma. Virginia Carmona destacó con una voz de generosa proyección como la histriónica diva Carlotta, pero aunque todos fueron generosos en agudos, los graves se hicieron menos audibles y se echó en falta algo más de emoción. Macías dirigió con aplomo y energía una orquesta que tuvo momentos enmarañados pero cumplió en general con solvencia. No podemos más que aplaudir iniciativas como ésta, que contribuyen a la cultura y la convivencia, haciendo de nuestra comunidad un entorno mejor en todos los sentidos.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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