Catherine Manson |
Pero ni la disposición de los instrumentos, ni la acústica del recinto, ni la destreza de los habitualmente brillantes músicos del conjunto estuvieron a la altura, y el acontecimiento devino en uno de los conciertos más sosos y malogrados de cuantos recordemos hayan celebrado. La Suite nº 5 parece ser obra de Wilhelm Friedemann Bach siguiendo la estructura de las cuatro célebres suites orquestales de su padre, a su vez sucesoras de las oberturas de Telemann, que le precedió en el puesto del prestigioso conjunto de Leipzig. Ni la categoría de Catherine Manson, asociada a algunas de las instituciones más reconocidas del actual panorama musical historicista, logró levantar el vuelo de una suite ejecutada con práctica ausencia de matices y acentos. Tampoco brilló el extraordinario Concierto para dos claves de Bach, con los teclados de espalda al público, un sonido consecuentemente aminorado y un acompañamiento orquestal endeble. Los dos solistas cumplieron con una exhibición gimnástica a pesar de algún atasco puntual, resultando ejemplares en el diálogo del precioso adagio que Kubrick inmortalizó en Barry Lyndon.
Lo mejor de la noche lo encontramos en la Sonata de Goldberg, el virtuoso clavecinista destinatario de las famosas Variaciones. Ahí brillaron más la flauta de Guillermo Peñalver, el violín de Manson y el clave del espléndido Alfonso Sebastián. Por el contrario, con el Triple Concierto volvió a ofrecerse una lectura flácida y aburrida del maestro de Eisenach, con el clave de Sebastián de nuevo tapado por el resto de las voces, más nutridas entonces pero entrecortadas y destempladas.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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