USA 2016 115 min.
Dirección Scott Derrickson Guión C. Robert Cargill, Scott Derrickson y Jon Spaiths, según los personajes creados por Stan Lee y Steve Ditko Fotografía Ben Davis Música Michael Giacchino Intérpretes Benedict Cumberbatch, Chiwetel Ejiofor, Rachel McAdams, Mads Mikkelsen, Tilda Swinton, Benjamin Bratt, Michael Stuhlbarg, Scott Adkins, Zara Phythian, Alaa Safi, Katrina Durden Estreno en España 28 octubre 2016; en Estados Unidos 4 noviembre 2016
Marvel ha convertido su arsenal de super héroes en una auténtica franquicia que no para de devorar las taquillas de medio mundo con sus historias de lucha entre el bien y el mal que tanto se parecen unas a otras. El Dr. Strange es un personaje secundario dentro de su genealogía, que ha aparecido según parece en otros títulos protagonizados por otros seres atormentados con poderes sobrenaturales. Por eso sorprende que para su puesta de largo se haya apostado por un producto tan extremadamente cuidado en todos sus detalles, empezando por un reparto de convincentes estrellas de la auténtica interpretación, una puesta en escena suntuosa, unos efectos visuales de ultimísima generación que combinan todos los hallazgos de la espectacular Origen con un dinamismo fuera de serie, y hasta una música confiada a Michael Giacchino, que dentro de la mediocridad que impera hoy en el mundo de las bandas sonoras, es uno de los que cuentan con un mayor nivel de categoría. Sin embargo su realizador cuenta con una filmografía muy decepcionante, con títulos de terror tan banales como Líbranos del mal y El exorcismo de Emily Rose, junto a otro algo más interesante como es Sinister, y un remake desastroso, el de Ultimátum de la Tierra. Aquí demuestra tener buena mano en la primera mitad, para luego desbarrar hacia ninguna parte. Y es que al contrario que otros títulos similares, la génesis del super héroe consigue ser entretenida e intrigante, con un personaje que lucha contra todos para volver a ser el gran y mediático cirujano que fue, sometido a continuas intervenciones desastrosas por sus propios colegas tras un aparatoso accidente, y un paulatino desmoronamiento moral que le afecta a él y quienes le rodean; todo ello con una capacidad para transmitir y convencer realmente inaudita en este tipo de producciones. Precedida de una espectacularísima secuencia inicial, y seguida de otra igualmente prodigiosa en un Nueva York que se retuerce con la claridad de un espejo brillante, cual caleidoscopio sensorial de sorprendente magnitud, la cinta cuenta entre medio también con una de las más surrealistas e hilarantes secuencias oníricas que hacen presagiar una creatividad e imaginación muy añorada en el cine actual de acción y efectos visuales. Para colmo de satisfacciones, hay hasta humor dentro de un conjunto saludablemente enérgico. Pero desgraciadamente en cierto punto Derrickson y sus guionistas ya no saben muy bien qué hacer y tiran por lo de siempre, entregando lo de siempre y errando en plasmar los límites entre la realidad y lo sobrenatural. Todo se vuelve convencional y cansino y en lugar de hipnotizar, como le correspondería a un buen hechicero, aburre. Sus secuencias finales, camufladas entre los títulos de crédito, presagian una continuación de la saga que a buen seguro ofrecerá más de lo mismo.
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