La presencia de la norteamericana Lizz Wright creó mucha expectación entre quienes están a la última en esto de la música soul con tintes jazzísticos y un poco de rhythm & blues. Con cinco discos en su haber y multitud de colaboraciones de lujo a sus espaldas, que incluyen a los difuntos Joe Sample y Toots Thielemans, así como a otras leyendas como David Sanborn, la cantante exhibió una voz potente y arrolladora, arropada por una banda de ensueño y un sentido del ritmo, fuera en bailables o en las más numerosas baladas, que chocó con el ritual de un concierto en auditorio cerrado, con el público cómodamente sentado y una actitud muy estática.
Sus raíces espirituales, muy presentes en su discografía, especialmente en su penúltimo trabajo, Fellowship, y cultivadas durante una infancia dominada por un padre predicador y una madre cantante de góspel, emergieron ya en el arranque, sola en el escenario entonando a capela el clásico de Hoagy Carmichael y Ned Washington The Nearness of You, una línea que continuó en una personalísima versión de corte étnico del Nature Boy de Nat King Cole, ya con acompañamiento del baterista Louis Newson. A partir de ahí explosión de ritmo, con toda la banda sobre el escenario, desgranando algunos de los temas de su último registro, Freedom and Surrender, y siguiendo una estructura muy similar a la tradicionalmente utilizada en este tipo de conciertos, con generosas aportaciones de sus músicos, muy especialmente el guitarrista Martin Kolarides y, sobre todo, un prodigioso Bobby Sparks al órgano Hammond, potenciando ese carácter religioso que caracterizó algunas de las versiones que Wright recreó durante la velada.
Posee una voz que embelesa, emite y proyecta con una facilidad portentosa, sin impostura ni esfuerzos evidentes, un registro grave profundo y a la vez sedoso, y un infinito buen gusto a la hora de modular y ornamentar, que tanto le acerca a divas como Anita Baker. Le falta sin embargo un mayor desparpajo en escena; apenas dialoga con el público, más allá de unas reveladoras pautas para ilustrar temas como Somewhere Down the Mystic, en el que comulga con la naturaleza y el regreso a los orígenes; una canción que incluyó en un largo bloque de baladas en el que destacó una sensibilísima versión de The First Time Ever I Saw Your Face que popularizó Roberta Flack en los setenta. Coming Home, el espectacular Freedom de su amiga y colaboradora Toshi Reagon, que tanto le ha ayudado a perfilar ese toque Tracy Chapman que también posee, y una recreación folk del River Man de Nick Drake, fueron algunos de los highlights de un concierto musicalmente excelente pero en el que la cantante apenas explotó su indiscutible sensualidad.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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