Natural de El Gastor, hace tiempo que el pianista gaditano reside fuera de España por motivos personales y profesionales, por lo que su acercamiento a la inmortal página del compositor catalán, centrada además en Andalucía, se enriquece con la misma mirada de nostalgia y admiración que impulsó su composición hace más de un siglo. Mientras la mayoría de los intérpretes cuando se enfrentan a la suite completa prefieren hacerlo sin interrupción, al menos durante la ejecución de cada uno de sus cuatro cuadernos, Nieto invita al aplauso tras cada una de las doce piezas, podría pensarse que reivindicando su carácter individual, tal como postulan muchos musicólogos hoy en día, si no fuera porque de sus didácticas locuciones se intuye que el pianista considera la obra como un todo sólido y coherente. Simpático, sin complejos y, sobre todo, apasionado, Nieto destiló explicaciones y anécdotas sobre cada página, metiéndose al público en el bolsillo sin dificultad.
Sin partitura, el pianista arrancó con una Evocación de marcado carácter nostálgico y acertado aire ensoñador, espíritu que repitió en una Almería henchida de melancolía. Éstas fueron, junto a otras páginas como Málaga o Lavapiés, de las pocas partituras que ofreció con concisión y espíritu académico. Para el resto reservó un lenguaje muy personal, puede que demasiado brusco para algunos, impetuoso y decididamente apasionado, siempre rápido, marcando bien el ritmo, incluso apresurado, casi comiéndose pasajes y acordes, pero nunca indiferente. Donde otros pecan de academicismo rutinario provocando desinterés, Nieto consigue captar toda nuestra atención y seguir cada quiebro y acento con inusitado entusiasmo. Visiones como las que ofreció de Triana, por ejemplo, se encuentran fuera de los límites de lo ortodoxo, pero ni chirrían ni molestan; no siempre convencen, pero inquietan y alimentan nuestra curiosidad, justamente lo que Albéniz recomendaba, que cada intérprete emplee su imaginación para reinventar el ciclo y descubrir todos sus aspectos, explícitos o no. Después de Eritaña, el propio pianista confesó que no cabía propina sin deshacer el encanto generado en comunión con una página inigualable del pianismo universal.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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