USA 2018 98 min.
Dirección John Francis Daley y Jonathan Goldstein Guión Mark Pérez Fotografía Barry Peterson Música Cliff Martínez Intérpretes Jason Bateman, Rachel McAdams, Kyle Chandler, Sharon Horgan, Jesse Plemons, Billy Magnussen, Kylie Bunbury, Lamorne Morris, Danny Huston, Michael C. Hall, Chelsea Peretti, Camille Chen Estreno en Estados Unidos 23 febrero 2018; en España 27 abril 2018
Los realizadores de la olvidada comedia de hace tres años Vacaciones parecen haber dado en la diana con esta nueva incursión en el género que promete ser la comedia del año, y méritos no le faltan, aunque tampoco podemos obviar sus insuficiencias. El juego desinhibe y nos hace regresar a la infancia. Mezclado además con el crimen y el misterio otorga al conjunto un atractivo especial al que es difícil resistirse, y para eso podemos recurrir a los sempiternos ejemplos de La huella de Mankiewicz y La trampa de la muerte de Lumet. Pero es en Misterioso asesinato en Manhattan donde sus protagonistas se prestaban a un divertido juego de investigación, inconscientes del drama humano que se escondía tras lo que ello se tomaban como un excitante juego, y ¡cómo disfrutaban los personajes de Allen, Keaton, Alda y Huston al respecto! Algo parecido les ocurre a las tres parejas que protagonizan ésta, que se reúnen periódicamente para entretenidas sesiones domésticas de juego, y al acólito cuya propuesta los va a poner patas arribas y va a hacer que la cosa se desmadre y se les vaya de las manos. El artilugio funciona desde el momento en que sus realizadores saben jugar sus cartas, imprimiendo fuerza, ritmo y carácter al conjunto, mientras los intérpretes consiguen estar espléndidos en sus respectivos roles, y el guión logra funcionar en los apartados de chistes, situaciones divertidas y diálogos chispeantes, consiguiendo que se mezclen con gracia y oportunidad diversas capas argumentales, pasando de la investigación al juego y a las cuestiones sentimentales que hacen de éste un tratado sencillo y ligero sobre la vida en pareja. Pero el problema surge del propio artificio, con dos películas de David Fincher como modelo, The Game y en menor medida El club de la lucha, y construyendo una trama en la que no todo acaba por cuadrar, donde las muñecas rusas que la sostienen no tienen suficiente consistencia y las convenciones van surgiendo para intentar salvar el disparate de sus propuestas. Una lástima, porque con un poco más de ingenio y algo menos de ambición el producto podría haber salido redondo. Para colmo, si tienen la paciencia de quedarse hasta el final, después de los créditos comprobarán el ánimo de su equipo por desconcertarnos aún más y proponer mayores disparates y sinsentidos. Pero a pesar de todo divierte, que no es poco.
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