lunes, 23 de abril de 2018

STABAT MATER DE DVORÁK POR FILARMONÍA GRANADA: ESFUERZO RECOMPENSADO

Encuentro Nacional Sinfónico-Coral. Orfeón de Granada. Coro del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. Alma Campón, soprano. Sara Rapado, mezzosoprano. Jorge de la Rosa, bajo. Acacio Contreras, tenor. Orquesta Filarmonía Granada. Ricardo J. Espigares Carrillo, director. Programa: Stabat Mater Op. 58, de Dvorák.
Centro Cultural Manuel de Falla, sábado 21 de abril de 2018

Orquesta Filarmonía Granada
Poner en pie una obra tan compleja y majestuosa como el Stabat Mater de Dvorák es una tarea muy difícil para cualquier formación, cuanto más para orquestas, coros y solistas aún en proceso de aprendizaje. Salir de vez en cuando de la provincia y acercarse a otras de nuestro entorno es fundamental para no caer en el ombliguismo y comprobar que también en otras partes de nuestra comunidad se apuesta por el talento joven, la formación y la mejora de nuestros recursos, a veces con tanto entusiasmo y sentido del trabajo y el compromiso que deviene en resultados tan emocionantes y satisfactorios como éste. Ricardo Espigares lleva tiempo funcionando a ese nivel, llevando a los jóvenes de Granada y su entorno, desde su Guadix original, la posibilidad de adquirir una experiencia impagable a través de conciertos tan bien articulados como éste. El pretexto ha sido el Encuentro Nacional Sinfónico-Coral que se celebra habitualmente en la capital de Sierra Nevada en el entorno de la Alhambra, concretamente en su Auditorio Manuel de Falla, ahora reconvertido en Centro Cultural. Un encuentro que ha emparejado a la Orquesta Filarmonía Granada, de la que el músico y director es su principal artífice, con el Orfeón de Granada, de amplia experiencia profesional, y el Conservatorio de la Escuela Superior de Música, que proporcionó la ampliación del coro y las cuatro voces solistas.

Orfeón de Granada
Dvorák asumió la composición de esta pieza basada en un texto litúrgico medieval en un momento muy delicado, tras el fallecimiento de su hija recién nacida, ensombrecida aún más durante su orquestación cuando fallecieron otros dos de sus hijos pequeños. Un aspecto que se adapta perfectamente el carácter piadoso, casi de lamento, de la obra, alejada del más tormentoso que caracteriza a un réquiem. El texto, concebido para el Viernes Santo, fue objeto antes de innumerables adaptaciones musicales, desde Desprez a Rossini, pasando por Vivaldi, los dos Scarlatti, Haydn o Pergolesi, que compuso el más popular y programado, pero no conoció en época romántica ninguna otra hasta que el autor de la Sinfonía del Nuevo Mundo se fijó en él en tan lamentables condiciones personales y coincidiendo con el Concilio Vaticano de 1869-70. El suyo es el más largo y monumental, pero no se interpreta muy a menudo, por lo que al margen de las consideraciones hechas al principio de este texto, la de la Filarmonía Granada y el Orfeón Granada podemos considerarla una ocasión extraordinaria y única para acercarse a tan imponente página en unas condiciones que sorprendentemente acabaron trascendiendo la mera corrección.

Ricardo Espigares al frente de sus jóvenes estudiantes
Espigares edificó una interpretación bien articulada, precisa hasta lograr una duración sensiblemente inferior a la standard, y acorde a los recursos con los que contaba, incluida la ausencia de órgano, casi imperceptible gracias a una competente dosificación del resto de ingredientes. En los atriles los y las jóvenes instrumentistas brillaron por secciones, especialmente la cuerda, que impregnó la pieza de lirismo e impacto emocional, mientras como suele ser habitual fue el metal el que incurrió en más errores e imprecisiones, sobre todo en algún que otro arranque. Bien es cierto que imperó el forte decibélico, sacrificando matices y contrastes que abundan en la partitura y sin embargo no fueron tan evidentes en esta recreación. Pero en general podemos asegurar que cumplió el requisito fundamental para considerarla una interpretación satisfactoria, captar nuestra atención en todo momento, logrando emocionarnos en más de una ocasión. Mención aparte merecen también las maderas, especialmente cálidas acompañando a soprano y tenor en Fac ut portem Christi mortem y a la mezzo en Inflammatus et accensus, antes de que un apoteósico Quando corpus morietur final acabara encendiendo a las gradas y provocando el entusiasmo general. El coro cumplió sobradamente su cometido, bien ensamblados los dos conjuntos participantes y con participaciones excelentes en el final aludido o en secuencias conmovedoras como Eia, Mater, a pesar de lo cual en algunos momentos fue inevitable apreciar alguna que otra estridencia sin importancia. En cuanto a los solistas, provenientes de la Escuela Superior de Canto de Madrid, apreciamos una considerable potencia y capacidad de proyección en la soprano Alma Campón y el tenor Acacio Contreras, si bien la primera acentuó un timbre algo aparatoso y excesivamente agudo, mientras el tenor acusó una voz tirante, rígida y a veces desentonada, que en nada ayudó a expresar la candidez de sus aportaciones. La mezzo Sara Rapado y el bajo Jorge de la Rosa ofrecieron sin embargo una proyección más corta pero muy buen gusto y una más acertada capacidad para conmover. A él lo conocemos muy bien en el Maestranza, donde ha actuado muchas veces junto al coro o en roles secundarios en óperas y zarzuelas, mientras ella nos sorprendió con un timbre incisivo y penetrante, una claridad expresiva y una voz nítida con gran facilidad para moldear y frasear. Satisfechos quedamos todos y todas, familiares, afición y quienes acudimos por efecto coyuntural y nos encontramos con un considerable esfuerzo traducido en unos resultados de los que sentirse como poco orgullosos.

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