Guion y dirección Juan José Campanella, según la película de José A. Martínez Suárez “Los muchachos de antes no usaban arsénico” Fotografía Félix Monti Música Emilio Kauderer Intérpretes Graciela Borges, Óscar Martínez, Luis Brandoni, Clara Lago, Marcos Mundstock, Nicolás Francella Estreno en Argentina 16 mayo 2019; en España 12 julio 2019
Los muchachos de antes no usaban arsénico fue un éxito del cine argentino de mediados de los setenta del siglo pasado, que tenía entre sus protagonistas a Narciso Ibáñez Menta. Juan José Campanella, que de éxitos sabe un rato (El hijo de la novia, El secreto de sus ojos), ha rescatado el guion original de José A. Martínez Suárez y Augusto Giustozzi con la presunta intención de darle lustre y ponerlo al día, a la vez que utilizarlo como vehículo para homenajear otra forma de hacer cine, aquella que nos empeñamos en llamar cine clásico, y vanagloriarlo siempre y sin distinción alguna frente a lo que se hace hoy en día. Pero lo cierto es que el resultado, a partir de un planteamiento eminentemente teatral y anquilosado, nos acaba pareciendo más bien rancio y artificioso frente a la supuesta recuperación del cine de antaño que se le presupone.
Hablamos de cuatro estrellas maduritas del cine argentino, empezando por Graciela Borges, en activo desde finales de los cincuenta, que aquí interpreta a una antigua estrella de cine que cual Gloria Swanson en El crepúsculo de los dioses, vive en una gran mansión junto a un improbable séquito de tres hombres que encarnan a su marido, antiguo secundario (Luis Brandoni), el director de sus principales éxitos (el Óscar Martínez de El ciudadano ilustre) y su guionista (el Luthier Marcos Mundstock en un nuevo pinito en el cine). Campanella aprovecha en este contexto para hacer un continuo guiño a su primer largometraje, El niño que gritó puta, cambiándole el género. También como en aquel verdadero clásico de Billy Wilder, al que esto no le llega ni a la altura de los zapatos ni siquiera en clave de comedia, aparece la juventud para ponerlo todo patas arriba, una amenaza en forma de alimaña, como las que Martínez se empeña en encañonar una y otra dichosa vez a lo largo y ancho de la película. Clara Lago con acento innecesariamente argentino y el hijo de Guillermo Francella, Nicolás, incorporan a esta pareja de jóvenes ambiciosos con los que la cinta parece querer criticar la idolatría de las nuevas generaciones por el Dios Dinero.
Entre insufribles diálogos, siempre con la ingeniosa frase a punto, y una trama tan artificiosa como carente de interés, quizás debido a una dirección rutinaria y previsible, el conjunto procura meterse en el bolsillo a un público maduro que quizás alcance a identificarse con los personajes, un tanto rancios y arquetípicos, en un presunto homenaje al cine de antes, que se queda en un intento tan desafortunado como descafeinado, tan falso como la estatuilla de Hollywood que la protagonista exhibe en su mansión, convenientemente alterada para no tener que pagar derechos o pedir permiso para su uso.
Otra producción errática del español Gerardo Herrera.
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