Nos encanta lo que hace Actidea cada año en las noches estivales sevillanas, lo que programan y el criterio con el que lo hacen, y van ya veinte ediciones. Pero conviene también dar un tironcito de orejas de vez en cuando, aunque mucho nos tememos que poco o nada podrán hacer cuando las agendas de los artistas mandan y quizás impongan sus propuestas sin aceptar cambio alguno. Estas podrían ser las explicaciones para que en solo dos días consecutivos se repitieran contenidos, la celebración de los cuatrocientos años del nacimiento del compositor español José Marín y la italiana Barbara Strozzi, estéticas, autores y hasta piezas, concretamente dos de Marín, Si quieres dar Marica en lo cierto y Ojos pues me desdeñáis que esta ocasión Olalla Alemán cantó como propina, después de que Mariví Blasco la incluyera en su programa la noche anterior.
Los Músicos de Su Alteza acudieron a estas Noches del Alcázar en reducida pero muy digna representación. Peor fue que el concierto se les quedara tan corto y ni tan siquiera completaran la hora habitual con la pieza del valenciano Juan Bautista Cabanilles que apearon del programa. Pero no hubo atisbo en todo el recital de salir del paso o cumplir expediente. Muy al contrario, ambos intérpretes hicieron gala de absoluta seriedad y profesionalidad a la hora de abordar con ejemplar interés los sensacionales versos musicalizados que agruparon con notable estilo y sentido estético.
Una voz poderosa y un detalle de programación
Foto: Actidea |
Más cerca de la tesitura de mezzosoprano que de la estrictamente soprano en la que se inscribe, la voz de Alemán tiene mucho cuerpo y carnosidad. Quizás se eche de menos algo más de sensualidad, pero lo compensa con una notable flexibilidad y sobre todo un fraseo dúctil y atento al detalle, y una dicción perfecta que hizo apreciable cada expresión de los valiosos versos que adornaron la fresca y casi lluviosa noche. Entre la gallardía de piezas de Marín como Válgate Amor por Gileta o Si quieres dar Marica, el temperamento desplegado en Ecco di dolci raggi de Monteverdi y la compleja dramaturgia de Strozzi en Bel desio che mi tormenti, que provocó algún problema de entonación, la voz de Alemán se sintió especialmente a gusto en la sencillez expresiva, los afectos de piezas como Pajarillo que cantas de Jerónimo González, un raro ejemplo de ornamentación en la España de la época, o el célebre El bajel está en la playa del laudista francés Bataille, perfectamente entendible frente a la imposible dicción con la que se canta en la película de Polanski Piratas. La soprano hizo además una buena exhibición en las notas prolongadas, apoyaturas y atrevidas modulaciones que se le presentaron, mientras González desplegó sus buenas artes en este recital protagonizado por el órgano entre tientos y diferencias que debieron sonar en espacios tan emblemáticos del esplendor sevillano de la época como la Colegiata del Salvador o el Convento del Carmen.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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