USA 2018 90 min.
Dirección Desiree Akhavan Guion Desiree Akhavan y Cecilia Frugivele, según la novela de Emily M. Danforth Fotografía Ashley Connor Música Julian Wass Intérpretes Chlöe Grace Moretz, Sasha Lane, Forrest Goodluck, John Gallagher jr., Jennifer Ehle, Quinn Shepard, Dalton Harrod, Christopher Dylan White Estreno en el Festival de Sundance 22 enero 2018; en Estados Unidos (limitado) 3 agosto 2018; en España (no en Sevilla) 5 julio 2019
La filmografía de la directora de origen iraní Desiree Akhavan se limita a un largometraje, Una chica de Broadway, y una serie de televisión, The Bisexual, ambas con la homosexualidad femenina como denominador común. Con este film, que podríamos considerar la versión femenina de Identidad borrada, aunque realizada y estrenada antes, Akhavan insiste en dar visibilidad a problemas que aún persisten en nuestra sociedad y menoscaban lo conseguido tras tantos años de lucha y sacrificio, aunque en este caso se ambiente en los años noventa del pasado siglo.
Se trata de mostrar y analizar aquellos campamentos cristianos donde la homosexualidad se trata como una enfermedad y una desviación, y sobre todo como un acercamiento de la juventud al diablo en forma de pecado. El mérito de su realizadora es mostrarlo con delicadeza y discreción, ahondando en la naturalidad con la que la protagonista, una Chlöe Grace Moritz de mirada penetrante y estupefacta, vive sus experiencias sexuales, frente a la incomodidad y la impostura con la que abraza la conducta impuesta que se le supone como mujer. Con una dramaturgia sencilla y pausada, observamos la creciente amistad de tres proscritos de la sociedad bienpensante; tres almas rebeldes que se encuentran en este espacio hostil solo para aprender unos de otras, poner en común anhelos y experiencias y crecer como personas al margen de la vida que se nos ha impuesto tocar y que tanto se promueve incluso desde el propio cine.
Lástima que al final seamos los de siempre quienes nos dejemos seducir por la propuesta, que no llega a mucha gente, se margina a pocas pantallas y escasas ciudades, como el hecho de que en Estados Unidos solo haya conocido estreno comercial en Nueva York, a pesar de haber ganado el premio a la mejor película de 2018 en Sundance. Mientras las salas sigan copadas por franquicias de efectos visuales y sonido aparatoso e inflado, y estos productos apenas sobrevivan de forma marginal, poca deseducación va a experimentar el público, tan adoctrinado y ciego frente a lo que no dejan de ser convenciones promovidas desde el poder, profano o eclesiástico, con el único y execrable fin de controlarnos.
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