domingo, 7 de septiembre de 2025

ROMERÍA Un mar de silencios

España-Alemania 2025 115 min.
Guion y dirección
Carla Simón Fotografía Hélène Louvart Música Ernest Pipó Intérpretes Llúcia García, Mitch, Tristán Ulloa, Celine Tyll, Myriam Gallego, Janet Novás, José Ángel Egido, Sara Casanovas, Marina Troncoso, Alberto García Estreno en el Festival de Cannes 21 mayo 2025; en salas 5 septiembre 2025


Hay muchos y muchas realizadoras que cuando abordan su primer largometraje, fijan su atención en episodios íntimos y autobiográficos. El caso de Carla Simón va más allá, porque lleva tres películas analizando sus propias experiencias, y no le ha ido nada mal. Su infancia a través de aquel Verano 1993 que le valió un alto reconocimiento en los Goyas de 2017; en Alcarrás nos llevó al campo de su familia materna, y la gesta le valió el Oso de Oro en Berlín; y ahora, con Romería, ilustra su peregrinaje desde Cataluña a Galicia para conocer y reivindicar a su familia paterna, desvelando en el camino secretos del pasado y fantasmas de la incomprensión, lo que le ha permitido entrar en la sección oficial de Cannes.


Romería
ofrece una galería de personajes como pocas veces hemos disfrutado en nuestro cine, recordando en cierta medida a aquella impecable En la ciudad sin límites de principios de siglo. Pero Simón opta por esa estética premeditadamente descuidada que identifica al cine de carácter independiente, frente al depurado academicismo que mostraba Antonio Hernández. Quizás de haber aprovechado los generosos recursos que una corta pero tan estimulante filmografía a buen seguro le habrá reportado, nos encontraríamos frente a una cinta más lograda, un mejor trabajo de sonido que no lastrase algunos de sus diálogos, y un acabado más aseado en cuestiones tan fundamentales como la banda sonora o la propia imagen, a pesar de esos elocuentes injertos de grabación doméstica.

Con todo, la excelente interpretación de todos los personajes de la cinta, especialmente la joven debutante Llúcia García, cuyo desdoblamiento constituye la única y muy lograda apuesta técnica de la función, la réplica que le da esa suerte de Pancho que es Mitch, y el magnífico trabajo de Simón tanto al guion, convenientemente estructurado a dos tiempos, como a la realización, precisa y con los objetivos muy controlados, logran un trabajo que nos va progresivamente enganchando. Queda ahí, estupendamente plasmada, la hipocresía de una clase alta proclive al silencio y a tapar supuestas vergüenzas, cuando la mayor desvergüenza consiste en negar lazos familiares y comprar con dinero lo que el pudor y el sentimiento no es capaz de enmendar.

Pero Romería no es sólo un ajuste de cuentas con aquellos episodios oscuros de nuestro pasado, con esa transición también ennegrecida por la época, sus vicios y virtudes, sino que exhibe una hermosa historia de amor a dos bandas, en un pasado próximo y otro remoto, que genera una secuencia casi onírica en la que la imaginación se desborda para ofrecer una película dentro de la película tan atractiva como estimulante. Y dentro de ella una sorpresa en forma de número musical que escenifica lo que durante aquella década de los ochenta fue una tragedia a todos los niveles, y que a la postre sirve como mcguffin en una película a la que de verdad lo que interesa es la familia, el descubrimiento y la fuerza de una joven de dieciocho años con ideas mucho más claras, una personalidad más definida y una conciencia de género mucho más asentada de la que pudiera presumir su progenitora en aquella década presuntamente prodigiosa. Y todo ello frente a los prodigiosos paisajes de la Ría de Vigo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario