Francia 2020 92 min.
Guion y dirección Julie Manoukian Fotografía Thierry Pouget Música Mateï Bratescot Intérpretes Clovis Cornillac, Noémie Schmidt, Carole franck, Matthieu Sampeur, Michel Jonasz, Juliane Lepoureau, Lilou Fogli, Christian Sinniger Estreno en Francia 1 enero 2020; en España 16 abril 2021
La comedia costumbrista de ambiente rural es ya de por sí un género en el país vecino. Nadie como ellos han sabido promocionar la vuelta a un mundo sencillo en perfecta comunión con la naturaleza, destacando sus virtudes y comparándolas con las servidumbres y ataduras de la vida urbanita. Nunca como hasta ahora además esta querencia por lo rural había cobrado tanta relevancia, como alternativa sana e inteligente a un mundo globalizado y enfermo.
El teletrabajo, para quien se lo pueda permitir y pueda desarrollar sus funciones on line, es sin duda una puerta abierta a la repoblación de nuestros pueblos, y así deberían entenderlo nuestros legisladores, destacando ésta entre otras ventajas como el alivio de tráfico rodado, la conciliación de la vida familiar y laboral y la calidad de vida en general. Pero lo cierto es que andan un poco dormidos o rezagados y esta revolución no acaba de encontrar su cauce. Poco antes del covid, pero ya anunciando algo parecido en su arranque, lo que la convierte en una película ciertamente visionaria, Les vétos se apunta sin teletrabajo a este regreso al campo y sus alicientes en forma de comedia presuntamente amable y de buen rollo. Al menos eso es lo que la mayoría de nuestros sospechosos cronistas han destacado. Pero lo cierto es que con una protagonista tan antipática, unos acontecimientos tan previsibles, tanto cliché e impostura, niña repelente incluida (Juliane Lepoureau, descubierta en Cambio de reinas) y una sensación global de tontería supina, no sabemos muy bien dónde ubicar ese buen rollo y amabilidad que se la ha endosado.
No dudamos de las buenas intenciones de la debutante Julie Manoukian, pero las vicisitudes de esta joven licenciada que se cree urbanita pero sucumbe naturalmente a los encantos de la supuesta buena gente del campo, el estiércol y las infinitas mascotas, incluida una rata, sinceramente solo nos produce hastío y aburrimiento.
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