jueves, 22 de abril de 2021

UN MOZART DE CINE

4º Concierto de abono (Ciclo otoño) 2020-2021 de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Francesco Tosco, viola. Éric Crambes, violín y director. Programa: Divertimento en re mayor K.136, Sinfonía concertante en Mi bemol mayor K.364, y Sinfonía nº 25 en Sol mayor K.183, de Mozart. Teatro de la Maestranza, miércoles 21 de abril de 2021

No se trata exactamente de una reposición, como reza el cartel publicitario, sino de la recuperación de un concierto que no se llegó a celebrar en su momento por las medidas adoptadas para frenar la pandemia. Fueron dos los conciertos que a finales del año pasado se cancelaron por este motivo; el tercero del ciclo de otoño difícilmente podremos recuperarlo, la agenda de Carlos Miguel Prieto y Evgeny Konnov, director y pianista respectivamente, hará difícil convocarlos de nuevo. Pero el cuarto fue confeccionado íntegramente por efectivos de la propia orquesta, por lo que solo era cuestión de encontrar una fecha, y la de ayer y hoy parecen haber sido idóneas a pesar de las nuevas restricciones y el rotundo recorte de aforo que ha vuelto a sufrir el Teatro de la Maestranza.

Resulta fácil imaginar el cariño y sentido de la responsabilidad que habrá depositado el concertino Éric Crambes en el diseño y confección de este particular concierto. En sus manos han recaído anteriormente otras citas tanto de abono como de ocasiones especiales, generalmente con buenos resultados y un nivel de exigencia considerable. Esta no ha sido una excepción, con la concurrencia añadida del excelente violista Francesco Tosco, de cuyas habilidades y virtudes ya nos hemos hecho eco anteriormente en estas páginas, y la complicidad de una plantilla, reducida en consideración a las piezas elegidas, que aplaudió al compañero tanto como un público incondicionalmente rendido a solistas, director y orquesta. En los atriles un todo Mozart defendido en general con delicadeza, un amplio sentido del momento y la época y un espíritu ensoñador que hizo especialmente atractiva la velada.

Evocaciones mozartianas

Solo faltaron el Concierto para piano nº 21, tan asociado a la película sueca Elvira Madigan, y el Concierto para clarinete K.622 que suena en Memorias de África, para terminar  de evocar definitivamente al cine en este programa de otoño celebrado en primavera. En el andante de la Sinfonía concertante cualquier cinéfilo melómano puede identificar las notas de arranque de The Windmills of Your Mind, compuesto por Michel Legrand para El caso de Thomas Crown, así como bandas sonoras de Michael Nyman para Peter Greenaway, sobre todo Conspiración de mujeres. Mientras el allegro con brio de la Sinfonía nº 25 fue la pieza elegida por Milos Forman con el asesoramiento de Neville Marriner para identificar la pugna imaginada por Peter Shaffer entre un juguetón Amadeus y un maléfico y envidioso Salieri, tal como los concibió el dramaturgo inglés en su celebrada obra y oscarizada película. Todos estos ecos resonaron ayer en un concierto que arrancó con el Divertimento K.136, añadido al programa original de noviembre y resuelto de forma tan encantadora como desenfadada. Habiendo sido concebida para cuarteto de cuerdas, la decisión de enfrentar a primeros y segundos violines potenció el diálogo cristalino de la pieza, marcando toda su capacidad inventiva y característico colorido, a caballo entre la música de cámara y la sinfónica.

En la Sinfonía concertante violinista y violista mantuvieron un enorme nivel de interpretación y compenetración, aunque el segundo quedara a veces solapado por su compañero y el resto de la plantilla, habida cuenta su particular sonido grave y profundo. De cualquier manera Tosco manejó con soltura agilidades extraordinarias, amasó un sonido brillante y se acopló a su compañero y al diálogo mantenido con él de manera sobresaliente. También Crambes logró una interpretación afinada y radiante, mientras en dinámicas y texturas la orquesta logró evocar los avances que experimentó la gramática de Mozart tras su viaje a Mannheim, cuya escuela lideró el sinfonismo europeo de la época y de la que el conjunto extrajo una evidente efusividad operística y unos crescendi majestuosos. La Sinfonía nº 25 no se resolvió sin embargo con el mismo nivel de exigencia que el resto del programa, acusándose falta de empuje en el allegro inicial, desajustes varios entre vientos y cuerda, y un poco más de tragedia en términos generales. Crambes preparó el programa desde su posición de concertino, consiguiendo plasmar en este peldaño fundamental en la madurez creativa del autor, no obstante lo dicho, su fascinante belleza y perfil premonitorio de lo que llegaría a ser el cuerpo sinfónico de un genio sin igual.

Fotos: Guillermo Mendo
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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