lunes, 5 de abril de 2021

DISCUTIBLE DESPEDIDA BAJO EL SOL

38º FeMÁS. Ottava Rima. Ministriles Hispalensis. Marco Mencoboni, dirección. Programa: Zai. Candidiores nazarei, de Cristóbal de Morales; Missa Pange lingua y Ave Maria a 6, de Josquin des Prez; Vexilla Regis, de Francisco Guerrero; Tantum ergo, de Tomás Luis de Victoria. Espacio Santa Clara, domingo 4 de abril de 2021

Que la unión de fuerzas no siempre funciona quedó demostrado en esta original propuesta con la que la trigésimo octava edición del Festival de Música Antigua echó definitivamente el cierre. Redundamos en lo de definitivo porque seguimos considerando la accidentada presentación del Argippo de Europa Galante como colofón del certamen, ocupando la fecha y lugar en que tradicionalmente se ha despedido, Maestranza y Sábado de Pasión. Ya dijimos en su momento que estos últimos cinco conciertos podíamos considerarlos como un apéndice, contándose para ello con el cuartel general del festival, el Espacio Santa Clara del Ayuntamiento de Sevilla. Y en ese contexto situamos el montaje urdido por dos competentes conjuntos sevillanos, aumentado con refuerzos instrumentales y armonizados bajo la dirección del especialista Marco Mencoboni, mirando al cielo y dejando en esta ocasión la función de organista en manos de Alejandro Casal.

Con voces e instrumentos repartidos por la galería superior del claustro de Santa Clara y los espectadores dispersos por el patio y obligados a mirar al cielo o recogerse en la reflexión, muchos bajo un sol por momentos abrasador, se dio así cumplimiento a la mitología del Domingo de Resurrección, que celebra el Cuerpo de Cristo, su ascensión a los cielos y la promesa de la vida eterna. Nada mejor para hacerlo que poner en escena, dado el alto carácter teatral de la propuesta, la Misa Pange lingua del inconmensurable Josquin des Prez, que con cuatro voces logró texturas para las que muchos necesitaban más de cinco, y con la que experimentó formas libres y fantasías de canto llano hasta entonces inéditas, exhibiendo una facilidad y un ingenio que le labró ser considerada una de sus incontestables obras maestras, ya a finales de su vida en pleno Renacimiento.

Una función diferente

Las voces de Ottava Rima y los vientos de Ministriles Hispalensis, acompañados de órgano y cuatro violas da gamba, llevaron al extremo el espíritu imitativo de la pieza, y la arroparon con obras igualmente significativas para la fecha de los tres grandes compositores españoles del momento, Francisco Guerrero, Cristóbal de Morales y Tomás Luis de Victoria, dos de ellos nacidos en Sevilla. Un montaje ambicioso en el que a buen seguro todos y todas sus responsables pusieron mucha ilusión y esfuerzo, pero que en general resultó musicalmente fallido. Falsas y erráticas entradas, pérdidas considerables de intensidad emocional, fuertes e injustificados contrastes y salidas de tono, fueron algunas de las características con las que se saldó una interpretación algo anclada en los cánones del pasado. De hecho a quienes nos hemos curtido en el cine nos pareció en muchos momentos estar escuchando los arreglos de un Delerue o incluso un Barry para películas históricas fundamentalmente de los años sesenta del siglo pasado. Prácticas algo desfasadas que no obstante podrían haber dado buenos resultados de no haber sufrido frecuentes desajustes y pérdidas de compenetración.

La Misa Pange lingua fue acertadamente precedida por el canto gregoriano en el que se basa, escenificado en procesión siempre en esa galería alta, y contó luego con momentos inspirados y alguna que otra sobrecogedora carga de tensión, unas veces gloriosa, otras majestuosa. Sin embargo en general esta sucesión de grandes oraciones litúrgicas careció en general de variedad expresiva y se ancló en una articulación algo rancia y raquítica. Faltó en general esa claridad expositiva que permitiera captar su riqueza melódica emergiendo continuamente y fundiéndose como un caleidoscopio, como faltó también esa calidez que se requiere en las voces y la sensación de recogimiento que exige la experiencia, aunque nos consta que a nivel profano ésta mereció la pena, sobre todo como espectáculo teatral y multiexperimental, concebido quizás con más espíritu lúdico que propiamente arqueológico, y dejándonos al menos la sensación de haber asistido a una función diferente. Se reconoce el esfuerzo y la intención, lo que al menos amortigua sus decepcionantes resultados estrictamente musicales, y eso a pesar del alto nivel técnico de los instrumentistas y los puntuales estallidos de júbilo y exaltación en unas voces que, no lo olvidemos, son en su mayoría aficionadas, con todo lo que eso conlleva de esfuerzo, ilusión y generoso desinterés.

Fotos: Francisco Roldán
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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