viernes, 21 de marzo de 2025

MISTICISMO CATEDRALICIO DE LA CONJUNTA

Concierto nº 6 de la temporada XIV de la Orquesta Sinfónica Conjunta de la Universidad de Sevilla y el Conservatorio Superior de Música Manuel Castillo. Juan Carlos Ruiz, Ángel Rodríguez, Laura González y Jared Galante, trombones. Miguel Ángel García, órgano. Coro de la Asociación de Amigos del Teatro de la Maestranza. Juan García, director. Programa: Aequalis de Bruckner y Beethoven; Motetes de Bruckner; Et exspecto resurrectionem mortuorum, de Messiaen. S.I. Catedral de Sevilla, jueves 20 marzo de 2025

Coro de la A.A. del Teatro de la Maestranza, Juan García e Israel Sánchez presentando el concierto

Excelente propuesta de la Sinfónica Conjunta y su director y programador Juan García, la de recuperar algunos de los más conocidos motetes de Bruckner, aderezados con  iguales (Aequalis) del mismo autor y de Beethoven, y completar la función con una obra de la talla y la calidad de Et exspecto resurrectionem murtuorum del siempre estimulante Olivier Messiaen.

Sólo gracias a García y su espléndida labor frente a los y las estudiantes del Conservatorio Manuel Castillo, secundada por el profesorado que colabora en este apasionante proyecto, podemos disfrutar en Sevilla de programas tan brillantes, diversos y magníficamente estructurados. Son ya catorce temporadas y siguen sorprendiéndonos. De los muchos conciertos que han celebrado, con diferentes plantillas dado su carácter eminentemente académico, hay algunos que han pasado a nuestra memoria imperecedera, y éste corre el peligro de hacerlo igualmente.

Para empezar, haberse celebrado en la Catedral de Sevilla, prolongar la colaboración con el Coro de la Asociación de Amigos del Maestranza, iniciada el pasado enero con obras de Mozart, y programar una pieza del empaque, la fuerza y el magnetismo de Messiaen, son razones más que suficientes para lograr introducirse en esa lista de conciertos inolvidables. Si además, como no cabía esperar menos, las interpretaciones gozan de la brillantez con la que estos jóvenes acometieron las obras, no cabe duda de que la satisfacción es plena.

Sin embargo, hemos de puntualizar que el trabajo del coro no fue del todo convincente. Faltó una mayor fusión entre las voces femeninas, espléndidas, entonadas y bien timbradas, y las masculinas, mayoritariamente tremolantes entre las más agudas y las medias, mejor aunque sin el peso y el volumen que se requiere, las más graves. De esta forma, motetes de Bruckner como Tantum ergo, de su primera etapa, no relucieron lo suficiente, si bien la calidad melódica de Locus iste quedó manifiesta, acusando no obstante los mismos problemas, aunque sin dejar en ningún momento de marcar su carácter místico y elegíaco, Os justi y Ecce sacerdos, éste último con la impagable y majestuosa concurrencia del organista titular de la Catedral, Miguel Ángel García.

Con el escenario plantado en el trascoro, justo detrás desde el coro sonaron los espléndidos trombones, sin atisbo de imprecisión ni titubeo alguno, en los aequalis de Beethoven, el primero y el último de los tres que compuso, y los dos de Bruckner, dechado de majestuosidad, lirismo e íntimo recogimiento.


Si Bruckner creció artísticamente entre los muros de las catedrales y los monasterios en los que trabajó y a los que consagró su arte hasta derivar en su extraordinario cuerpo sinfónico, Messiaen se reconoció siempre como un católico ferviente, defensor de la vida después de la muerte. Quizás por eso la República Francesa le encomendó componer una obra para homenajear a los caídos en las dos guerras mundiales, que él resolvió con una majestuosa e inquietante pieza para viento y percusión concebida para ser interpretada en catedrales y otros espacios monumentales e incluso al aire libre en la alta montaña.

García y los jóvenes integrantes de la actuales secciones de metal, madera y percusión de la Conjunta, nos regalaron una sensacional recreación de Et exspecto resurrectionem mortuorum, con elocuentes pausas entre las cinco partes en que se divide, resueltas con un sobrecogedor silencio del público, previamente avisado por el director del Conservatorio Manuel Castillo, Israel Sánchez López, en su elocuente presentación del concierto.

Con título extraído del final del Credo de Nicea, Espero la resurrección de los muertos, la obra de Messiaen es un prodigio de ritmo y drama, en la que es fundamental centrarse en la concentración de los acordes, así como las notas y sonidos individuales, exigiendo de cada intérprete una precisión absoluta. Justo lo que García extrajo de cada uno y una de la cuarentena de intérpretes, que al unísono, en los pasajes más agitados de la segunda parte, centrado en el poder de Cristo, y sobre todo en el apabullante final en crescendo, sonaron sensacionales. Por su parte, la nutrida sección de percusión hizo sonar cencerros, campanas tubulares, gongs y tamtanes como un auténtico resonar de estrellas acompañando la resurrección.

Un gran esfuerzo de producción, incluyendo pantallas emitiendo parte del concierto, textos y títulos de las piezas, ayudó a que esta deuda con el autor de la Sinfonía Turangalila, quedara feliz y legítimamente saldada.

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