domingo, 23 de marzo de 2025

ISMAEL JORDI Y FERNÁNDEZ AGUIRRE FUNDIDOS EN UNA EMOCIÓN INFINITA

Recital lírico. Ismael Jordi, tenor; Rubén Fernández Aguirre, piano. Programa: ¡Sevilla! Canciones e instrumentales de Manuel García, Isidoro Hernández, Joaquín Turina, Wolfgang Amadeus Mozart, Gaetano Donizetti, Jacinto Guerrero, Agustín Lara, Henri Collet, Francis López y Manuel Alejandro. Teatro de la Maestranza, sábado 22 de marzo de 2025

Foto: Guillermo Mendo

Cuando las cosas se hacen con cariño, responsabilidad y mucho esfuerzo, lo que resulta se puede acercar tanto a la excelencia como lo hizo la actuación conjunta de Ismael Jordi y el pianista Rubén Fernández Aguirre en este repaso por la música compuesta por sevillanos y la que otros han dedicado a la ciudad, que coincidió con los veinticinco años que el tenor ha cumplido en la profesión.

Tan querido es Jordi en Sevilla que resulta inexplicable que el Maestranza no experimentara un lleno absoluto. De hecho, había demasiados huecos en el aforo, que ni la coincidencia con el Femás ni el precio de la entrada, tampoco el programa diseñado justificaban. Otra reacción insólita del cada vez más imprevisible público sevillano, aunque hay que reconocer que hace un buen puñado de años esto no ocurría, y menos con esta frecuencia.

Ambos artistas compartieron con desparpajo y sin complejos su entusiasmo con el programa propuesto, una sucesión de hermosas canciones recuperadas en su mayor parte por el inquieto pianista, que hace tan sólo un par de semanas nos ofrecía en la sala pequeña del mismo espacio su recuperación de la ópera I tre gobbi de Manuel García.

Compositores paisanos

Y precisamente con este compositor empezó la aventura, con la tonadilla Caramba, que Jordi y Fernández Aguirre desgranaron con ímpetu y colorido. A ella siguió la hermosa Parad, avecillas, que ya sonó en aquella I tre gobbi como intermedio, a la que el tenor prestó su particular estilo y buen oficio hasta transmitir pura emoción. Este primer bloque terminó con la muy melancólica Floris, según texto de Juan Meléndez Valdés.

Foto: Guillermo Mendo

Ya atisbamos entonces la facilidad del jerezano para adaptarse a cualquier estilo, aligerando el suyo propio con absoluta naturalidad, sin por ello prescindir del imponente color operístico cuando cabe encajarlo. Fue lo que más destacó en las tres canciones que ofreció de Isidoro Hernández, compositor y director de orquesta contemporáneo y amigo de Bécquer, olvidado pero digno de recuperación a juzgar por las preciosas canciones que con tanta sensibilidad y buen gusto desgranó Ismael Jordi. Derrochó sensualidad en La guajirita del Yumurí, entonó en italiano la Barcarola y ofreció con un fraseo impecable y una articulación clara Su visión, según una rima de Bécquer.

Para culminar esta primera parte, no podía faltar Joaquín Turina, de quien cantó dos breves piezas (Anhelos y Farruca), la Saeta en forma de salve a la Virgen de la Esperanza, donde brillaron unos filados exquisitos y un ligero deje aflamencado en las antípodas del tipismo folclórico, y los Cantares del Poema en forma de canciones, en la misma delicada línea. También de Turina fue la Danza vasca, un zorcico que el pianista tocó magistralmente en solitario, evidenciando la modernidad y el cosmopolitismo del compositor sevillano.

La ciudad mimada, también en lo musical

No podía faltar en este homenaje alguna representación de las más de ciento cincuenta óperas que se han inspirado o ambientado en Sevilla. Il mio tesoro, de Don Giovanni, encontró en el instrumento del tenor el vehículo perfecto para encandilar, con una flexibilidad para entonar y articular sólo al alcance de los más dotados. Usar la media voz, apianar, y encarar un sobreagudo, todo con éxito, puede hacerlo de seguido sin interrupción y con una fluidez extraordinaria.

La favorita de Donizetti fue el otro título operístico seleccionado para la ocasión. De ella entonó La maîtresse du Roi?... Ange si pur, evidenciando la influencia de su eterno mentor Alfredo Kraus, apenas unas semanas después de intervenir en el sentido homenaje que rindió la 2 de TVE al idolatrado tenor canario en el espacio Imprescindibles. El toque zarzuelero llegó de la mano de Raquel, una hermosa y conocida romanza de El huésped del sevillano de Jacinto Guerrro, dicha también en perfecto estilo y con la consigna conquistada de transmitir y emocionar al público.

Foto: Luis Pascual

Una apasionada Sevilla de Agustín Lara dio paso a la segunda pieza en solitario de Fernández Aguirre, una morisca del francés enamorado de Andalucía Henri Collet plagada de arabescos y color popular. Después tres pintorescas canciones de Francis López, francés de origen vasco que triunfó de la mano de Luis Mariano, para quien compuso varias operetas. Jordi recordó así sus primeros triunfos internacionales, cuando estrenó en París la opereta El cantor de México.

De López ofreció dos canciones de la opereta Andalousie, Andalucía mía y Chant du sereno, antes de una jubilosa La fiesta bohémienne, y de terminar oficialmente el recital con Sevilla, una popular canción de Manuel Alejandro para Rocío Jurado que brilló en la voz rotunda, potente y plagada de buen gusto de Jordi.

En las propinas, Adiós Granada de la zarzuela Emigrantes, de Calleja y Barrera, otro velado homenaje a Kraus, Se nos rompió el amor, la popular canción de Manuel Alejandro que revive en él una emoción implacable, y Una furtiva lagrima, otro de los pilares fundamentales del tenor en su afortunada carrera. El público que no dejó pasar esta irrepetible oportunidad, absolutamente entusiasmado y emocionado hasta esa misma furtiva lágrima que muchos no pudimos evitar que aflorase.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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