Dirección Jaime Rosales Guion Jaime Rosales, Fanny Burdino, Samuel Doux y Delphine Gleize Fotografía Javier Ruiz Gómez Música Leonor Rosales March Intérpretes Aminthe Audiard, Samuel Kircher, Mélanie Thierry, Álex Brendemühl, Jeanne Trinité Estreno en el Festival de Rotterdam 31 eenro 2025; en España 14 marzo 2025
Jaime Rosales regresa con esta bellísima película a su vertiente más atrevida y vanguardista, la que le dio a conocer con cintas tan insólitas como Las horas del día y La soledad. Morlaix es una pequeña localidad de Bretaña, perteneciente al departamento de Finisterre, donde la vida transcurre plácidamente, sobre todo para sus jóvenes estudiantes, que ven cómo su pequeño universo se ve transformado con la llegada de un interesante joven parisino. Con esta breve premisa, Rosales construye una poética crónica sobre el primer y verdadero amor en un contexto amable bañado por una idea absolutamente romántica que da al conjunto un toque poético al que se suma una estética oscilante entre el blanco y negro panorámico, el súper ocho colorido y la imagen congelada, y una melódica y relajada banda sonora a piano fundamentalmente.
En este marco, tres jóvenes juegan a los misterios del amor puro, las certezas y las dudas, los miedos y las caricias, con una elegancia y una sabia puesta en escena. Todo lo cual subyuga al espectador y lo introduce en su propia memoria en la que las primeras decisiones y la gente que nos marcó juegan un papel predominante. Pero no contento con todo eso, Rosales nos invita también a un juego metacinematográfico, cuando sus jóvenes protagonistas acuden a una sala de cine donde se proyecta una película que no es sino la propia proyección de sus experiencias e intrigas, lo que a su vez dará lugar a una interesante reflexión con la que cada joven muestra su particular punto de vista sobre la materia.
Junto a esta hechizante propuesta, la aparición de los personajes ya maduros nos coloca frente al espejo, uno de tantos cometidos que corresponde al cine, sobre todo cuando pretende ser comprometido y emocional. De esta forma se consigue potenciar el carácter eminentemente romántico y perturbador que tiene una cinta con la que el director de Girasoles silvestres y Petra logra perfeccionar aquella Hermosa juventud que dirigió hace años y que ahora se muestra como quintaesencia del amor romántico en su vertiente más poética y filosófica. El trabajo de Aminthe Audiard y Samuel Kircher como los enigmáticos enamorados, rubrica el más que estimulante ejercicio de melancolía, cinefilia y reflexión romántica que atesora la más hermosa película vista hasta el momento este año.
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